El mundo de Lilly

18. Confesión.

Caminaba lentamente dándome la espalda, el camino de tierra en algunas zonas se volvía lodoso, pero parecía no importarle, cambió toda su ropa, ahora llevaba altas y desgastadas botas negras, con cordones de un rosado muy encendido, una sencilla especie de lycra que se pegaba a su piel y pronto se fundía con la misma bota y un enorme suéter azul que por su gran tamaño dejaba al descubierto uno de sus hombros.

La luz del sol iluminaba las pequeñas pecas que estaban en toda su piel blanca, usaba una cola alta y con cada paso que daba su cabello se movía de lado a lado, se detuvo de pronto, llevábamos casi diez minutos caminando sin decir nada.

—Yo no puedo con esto—dijo de forma suave, susurrando, pero pude escucharla perfectamente, sabia a lo que se refería.

Yo mismo había visto los periódicos y revista, su rostro aparecía en todas ellas, cada una tenía algo diferente que decir sobre ella, la mayoría eran puras mentiras

—Fabián hablará con los editores de los diarios y en la próxima rueda de prensa pediré que por favor te dejen en paz—dije lo más seguro que pude sonar, avancé hasta ella y le puse mis manos sobre sus brazos, pronto se alejó de mi

—No necesito que me hagas favores Alejandro, yo no puedo con esto, no quiero tener que cuidar lo que digo, como visto, que hago, ya ni siquiera puedo tomar fotografías tranquila, las personas me observan como si fuera un fenómeno, recibo más atención de la que necesito—su voz se fue apagando.

Se giró hacia mí, pude ver las lágrimas cristalinas formándose en sus ojos, pero no tuve coraje de acercarme.

—Por si no lo sabías, tú ya llamabas la atención, con tu cabello, tu mirada, tu ropa, tu caminar, todo en ti siempre ha llamado la atención

Me miró de forma acusadora y molesta. Hasta yo mismo me moleste por la estupidez que había dicho.

—Yo no puedo con esto, mejor dicho, no lo quiero, no pertenezco a tu mundo, no soy como ella que pasaba la vida disfrutando leer los chismes que decían sobre ella—era la primera vez que se comparaba con Nicole y ciertamente le dolía.

Cuando vi caer la lágrima por su mejilla avance hasta ella, pero su mano en mi pecho me detuvo con cierta distancia.

—No quiero consuelo, no quiero vivir encerrada, saber que entrevistan a mi madre para conocer qué tipo de niña era, esto es demasiado para mí, tengo que irme—su mano temblaba en mi pecho, y una lagrima nueva bajaba lentamente por su rostro hasta perderse en su barbilla, sentía como el corazón disminuía de tamaño con cada segundo.

—No puedes irte y dejarme así, perdido—mi voz se quebró, pero era momento de confesar que la necesitaba de verdad.

—Te dejaré a como estabas antes de conocerme, bien, seguirás siendo tú, nada ha cambiado—susurró.

Sentí molestia porque dijo que no había cambiado, para ella seguía siendo la misma persona, aunque ella creyera eso yo si me sentía diferente, renunciaría a todo por estar con ella

—Dejaré la música, nos iremos a vivir juntos

—¿Cómo se te ocurre? —me miró con el ceño fruncido— La música es tu vida, tu pasión, lo que amas más que a nada, no me perdonaría si por mi culpa dejas lo que te mueve en este mundo tan marcado por lo normal

—Por ti lo dejaré todo, eres mi vida, mi pasión, lo que más amo en esta vida, yo te necesito

— ¡Basta! —exigió con suplica.

Me pedía que callará lo que sentía, aquello que por mucho tiempo ella misma fue formando dentro de mí, aquello que se volvía más grande y profundo con cada minuto que estaba con ella.

—¿Basta que Lilly? ¿Por qué le tienes tanto miedo a que yo te amé, a que tú me ames? Le temes más a eso que a los fotógrafos y los chismes, ¿por qué piensas huir de lo que sientes? —mi voz se fue elevando.

Le tomé el brazo que aún seguía pegado a mi pecho y apreté su mano que se estremeció dentro de la mía, bajó su mirada ya que las lágrimas se habían vuelto seguidas, pronto estaba sollozando.

—No puedo hacerlo—susurro una vez más

—Pero aquí estas llorando, porque sabes que te duele, sabes lo que sientes, ¡mírame! — lo último salió como una orden y no estuvo bien, pero lo hizo.

Su rostro triste, sus lágrimas rompieron algo dentro de mí, sus labios temblaban, yo no quería el sufrimiento de Lilly, quería su risa, ser su felicidad. Sus sollozos se volvieron fuerte, me acerqué a ella y la atraje a mis brazos, abrazando todo su cuerpo delgado, tenía su típico aroma de fresas y flor de cerezo, estiró sus brazos y rodeo mi espalda.

No era el abrazo del funeral de mi padre, no era el mismo de cuando gané el premio, era un abrazo cálido, era ella transmitiendo su calor, su ser, su vida, entregándome parte de sus sentimientos, la abracé más fuerte, quería retenerla ahí, para siempre.

Su llanto se intensifico, lo cual me preocupó enormemente, ¿Por qué lloraba tanto mi Lilly? Intenté separarla de mí, pero se abrazó más a mí, sentí como sus palmas se presionaban a mi espalda, tratando de abrazarme con fuerza, esto no era normal.

—¿Lilly que pasa? —pregunté preocupado, respiro profundamente

—Tengo que decirte algo—me dijo con su voz pastosa y ahogada, estaba de puntillas, sus labios pegados a mi oreja, decidió separarse de mí.




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