Las horas se convirtieron en días, los días en semanas, las semanas en meses, el clima frio de octubre empezaba a golpear la capital. Pasaba casi todo el día metido en la casa de Lilly, conversando de todo lo que parecía que pronto no podría conversar.
Cuando estábamos solos casi siempre la interrogaba, pronto contestó las otras nueve preguntas de mi top diez, que cinco minutos después ya tenía otras diez. A veces me quedaba hasta largas horas, al final parecía que llegaba por su mamá, ya que Lilly se iba a dormir mientras su madre y yo nos quedábamos frente a una portátil buscando.
Había muchos doctores en Estados Unidos, decían que eran excelentes, en Londres había un oncólogo muy reconocido, después de rogar mucho Lillyana accedió a atenderse con él. Después de revisarla el doctor conversó conmigo, me dijo que desgraciadamente la enfermedad había avanzado muchísimo, estaba haciendo daño en el hígado y riñón, lo único que se podía evitar, aunque no por mucho tiempo era el daño en él corazón, aunque solo yo sabía que pasaba, el cuerpo de Lilly le indicaba donde estaba mal.
El día que el doctor dijo eso, la llevé a su casa, fue un viaje silencioso, no podía hablar y ella me dejaba con mis pensamientos. La besé mucho en la puerta de su casa y tuve que irme antes que me viera llorar, esa noche llamé a mi madre y le conté todo, también lloró conmigo.
Busqué su ayuda, sus consejos, sobre todo su protección, me sentía vacío e inútil ante toda esta situación, su consejo fue muy simple.
—Disfruta con ella, amala muchísimo, vive cada segundo a su lado, olvídate de todo y solo disfrútala—me dijo mi madre con su voz entrecortada.
Días después por mi extraño estado tuve que contarle a Fabián quien también me aconsejó algo similar, Samuel estaba con nosotros ese día, desde ahí se convirtió en otro fanático de Google, siempre que nos mirábamos llevaba algo nuevo, pero al final nada nos daba la suficiente esperanza.
Una semana después de haber hablado con ella, mi madre se mudó conmigo, vaya que su presencia fue de mucha ayuda, sobre todo por las noches cuando regresaba abatido de la casa de Lillyana.
—Por favor deja de estar así—pidió con firmeza, lucia molesta y cansada.
— ¿Así como? —pregunté, mientras terminaba mi café.
Nos encontrábamos en una pequeña pastelería disfrutando de algo dulce y un café, llevábamos un par de horas haciendo compras navideñas.
—Como si por parpadear voy a morir—respondió aun molesta.
—No digas eso—respondí entre dientes.
—Es la verdad Alejandro, no me voy a ir, estoy bien, pero deja de verme como una persona enferma.
—Pero es que…
—Si lo sé, lo estoy, pero estoy aquí ¿no? Y mientras tenga un minuto, un año o incluso un siglo, no podré estar bien mientras me miras de esa manera, lastimosa, no necesito lastima.
Sus ojos se cubrieron de lágrimas, presionando con fuerza el nudo en mi garganta, me cambié de lugar y me puse a su lado para abrazarla, no podía seguir así, me afectaba muchísimo saber que la perdería, pero ella no necesitaba eso.
—Lo siento, trataré de no hacerlo más, lo siento.
Ella se abrazó a mí, me dio un besó en la mandíbula tan solo suspiro profundamente.
—Te saldrá una arruga en la frente de tanto que frunces el ceño—me dijo ya en tono de burla y más tranquila, haciéndome reír.
Esta era Lilly, ella siempre ha sido así, fuerte, decidida, burlesca, independiente, y una de las mejores personas que he conocido, realmente su enfermedad no la define, pero vaya que hace meollo en mi sensibilidad.
Mientras trataba de poner mi mejor semblante, observaba sus gestos, su risa, las pecas en su nariz, su cabello rojo y me sorprendía que ella fuera así, yo estaría peleado con el mundo, odiando a todo el que sonríe, renegando de mi vida, pero ella no, sonreía y hablaba hasta con los arboles, si una vez la vi haciendo eso.
Lilly es muy fuerte, sabía que había sido sometida a quimioterapia, había sufrido muchísimo y el cabello que hoy lucia hermoso es por los dos años que lleva de tratamiento suspendido. Tomaba medicinas para amortiguar ciertos dolores y no fue al concierto en Moscú porque estaba internada en el hospital, ni siquiera llego al hotel Sant Petersburgo, cuando me confesó esp sentí que algo más se rompió en mí.
Desde el día que me dijo no he vuelto a llorar frente a ella, sabía que era lo que menos necesitaba, ella siempre estaba sonriendo, pensando en algo para entretenerse, imprimiendo fotos o tomándola, lleno una memoria de repleta con fotos de nosotros, hicimos un álbum con ellas.
Cuando su cumpleaños llegó muchas lágrimas acumuladas salieron al ver la expresión de su rostro por sus doscientos regalos, los mismos que había pedido cuando mi objetivo era conocerla.
Celebramos en un pequeño restaurante, su madre, Frank, todos lo de la banda, incluyendo a Lorenzo, Mario y su novia Cristina, todos la estaban pasando bien, la gran mayoría ajeno a lo que sucedía con Lilly quien reía y bailaba como si todo estuviera bien.
Ese mismo día también le di algo que dejó a muchos asombrados, incluso a ella que pronto lloro, consolarla solo hizo que mis lágrimas también salieran. Resulta que el campo que ella tanto amaba era un terreno que pertenecía al residencial, como estaba en la última etapa no fue tomado en cuenta para incluirlo en el proyecto y quedó así, después de negociar mucho adquirí dicho terreno con árboles y todo.