El mundo de Lilly

23. Despedida.

Estuvimos casi una semana en el hospital, casi todos los días estaba con alguien diferente, su madre pasó con ella un día completo, luego de mucho llanto ambas hablaron de sus aventuras sacándole algunas risas.

Frank la visitaba todos los días al menos un par de horas y luego regresaba al hotel que ahora estaba a cargo de él, Samuel llegaba casi al mismo tiempo que él, ambos hacían una visita en conjunto.

Coralia y Ryan llegaron al siguiente día que ella ingresó, Ryan cargaba un peluche que por poco tenía su tamaño, intentó acomodarlo en la cama con Lilly, pero fue misión imposible, ese día rio muchísimo, llenando la tétrica habitación del hospital con algo de luz, su luz.

La sangre fue retirada el segundo día, y solo le colocaban el oxígeno por las noches, algunas veces nos quedamos ahí en silencio escuchándola respirar mientras dormía, cada uno perdido en sus pensamientos.

—Buenos días ¿puedo pasar? —Lilly sonrió cuando vio a su amigo

—Claro Frank.

Entró a la habitación cargando una pequeña caja negra, que colocó sobre la mesa y luego la conectó a la toma corriente.

—Dijiste que, si podía cumplir promesas, bueno ahora cumpliré otra, bueno, ambos lo haremos.

La música inundó la habitación, era una balada suave, las notas graves del piano se fundían con armonía con el violín. Ella sonrió con ganas, con algo de dificultad se sentó en la cama.

— ¿Me ayudas? —preguntó no estaba muy seguro si debía ponerse de pie, pero ella estaba feliz así que no lo pensé mucho.

Sostuve su cuerpo de la cintura, más delgada de lo que recordaba.

— ¿Me permite esta pieza señorita?

Frank se inclinó en una leve reverencia, ella sonrió y asintió. Extendió su mano y este la tomó con suavidad, ambos se abrazaron y comenzaron a moverse despacio sobre un ladrillo, el casi cargaba su cuerpo, ella colocó su cabeza en su hombro y se dejó guiar.

—Gracias Frank—susurró después de unos segundos.

— ¿Quieres que ponga alguna salsa? —ella sonrió con ganas.

—Esta me gusta—respondió

Siguieron bailando por varios minutos en un corto espacio, algunas veces sus ojos chocaban con los míos y sonría. Le susurró algo a Frank quien simplemente asintió, se separó con delicadeza de ella y me invito a tomar su lugar.

Ahora yo bailaba con suavidad con ella perdido en el aroma de su cabello.

—Vas a estar bien—afirmó—sé que estarás bien, no será fácil, pero no hay nadie más fuerte que tú, que sueñe, luche y ame con la misma intensidad que tú lo haces, y por eso te amo, nunca lo olvides.

No supe responder, si ella pensaba que estaría bien sin ella pues se equivocaba, pero no podía decírselo, no ahora. Continuamos bailando hasta que su cuerpo se agotó, Frank y ella conversaron por una hora, dándome el espacio para arreglar su salida.

El doctor nos dijo que ya no había mucho que hacer por ella, más que esperar, sobre todo ser fuertes y hacerle entender que estaremos bien, algo mental y físicamente imposible.  Así fue como Lilly comenzó a morir lentamente, después del hospital no se levantaba de la cama, tenía largos periodos de sueño o a veces no podía dormir, tenía miedo y me llamaba, aunque estaba siempre a su lado.

Todos los días la abrazaba a mí, creyendo que ese sería el último, nuestro último día, con cada día que terminaba lloraba y cada día que iniciaba agradecía que ella aun respirará. Un martes de junio con una mañana nublada, bastante oscura, fue ella quien se pegó a mi cuerpo, temblaba con fuerza, sostuvo mi mano, algo me indicaba que era el momento.

—No te preocupes Lilly, tienes que descansar, todos estaremos bien, por favor descansa—mi voz salió ahogada, su mano seguía unida a la mía.

Nada en todo este tiempo me había preparado para aguantar tanto dolor, tanta confusión, ira, todo acumulado en un solo corazón que estaba a punto de detenerse, en el mismo momento que ella dejará de respirar.

—Alejo tengo miedo—su voz era un suave susurro, pero parecía invadir toda la habitación, yo también tenía miedo, yo también sentía que moría.

—No mi niña linda, no tengas miedo, te amo, aquí estoy contigo, estaré contigo siempre, te amo Lilly—la pegue a mi cuerpo, con su frente pegada a la mia—no te preocupes, descansa, puedes descansar tranquila mi amor, duerme tranquila, ¿lo recuerdas? siempre estaré contigo amor, siempre estarás conmigo—mis lágrimas se perdían en mi barbilla.

Presionaba con un poco más de fuerza su mano, su cuerpo temblaba como una pequeña hoja al viento, como una flor de león movida por una suave brisa, al igual que la flor en algún momento cedía a la furia del tiempo, mi Lilly cedía lentamente a la furia del cáncer.

—No olvides que te amo, no dudes nunca de ti y por favor no te rindas, no te rindas nunca.

Su mano suave y delicada se deslizo hasta mi barbilla, le beso el centro de la frente y despacio me abrí espacio en su boca, en un beso delicado cuyo dulce sabor se quedó impregnado en mis papilas.

—Te amo Lilly—me pegué a su oreja, le susurraba suavemente esas palabras que hoy se salían de mi corazón—te amo inmensamente y conocerte ha sido lo más hermoso que me ha pasado, la vida a tu lado, tu risa, tu voz, tu piel y perfume quedaran por siempre conmigo, te amo mi niña rara, mi belleza de cabello de fuego.




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