Había transcurrido cinco meses desde la muerte de Lilly, después de esparcir sus cenizas en nuestro campo, me encerré en mi habitación. No sabía cómo el tiempo había transcurrido, lloré muchísimo todos los días, en las noches podía sentir como mamá llegaba y me abrazaba, lo que provocaba que llorará aún más.
Una tarde de clima algo frio, Samuel, Fabián, Ryan y Coralia entraron a la habitación, cuando corrieron las cortinas casi sentí que quedaba ciego y eso que no había mucho sol, abrazaba su almohada mientras las lágrimas se deslizaban por mi rostro.
Samuel retiro la manta que me cubría, Fabián buscaba ropa, Coralia me observaba, Ryan buscaba como preparar un baño, parecía que tenía ya bastante de no hacerlo, tenía una muy tupida barba de pronto me agarró de los tobillos y me jaló, empujé su cuerpo cuando estuve de pie, no quería moverme, no los necesitaba, quería estar solo.
—Vete Sam, déjame en paz—mi voz se escuchaba muy ronca, parecía que tenía muchísimo tiempo de no hablar, traté de volver a la cama, pero Samuel me agarró.
—Déjate de pendejadas, no puedes seguir en este encierro—Samuel empujaba mi cuerpo que se había puesto pesado, era peso muerto, solo quería estar dormido.
—¡Déjame en paz! —lo empujé con firmeza.
El cuerpo de Samuel choco fuertemente contra la pared, uno de los cuadros cayó al piso, regresó con seguridad y me empujó hasta caer nuevamente en la cama.
—¡Basta!, Samuel no era esto lo que veníamos a hacer—Fabián ordenó a Samuel detenerse, pero este no lo escuchó, jalo nuevamente mis tobillos hasta dejarme tirado en la alfombra ridícula.
—Levántate Alejandro, ¡arriba! —Samuel me retaba, estaba algo confundido, pero tenía la suficiente conciencia para defenderme, solo quería estar solo y ellos no lo entendían.
Me puse de pie un poco tambaleante, Sam estaba frente a mí con sus puños en posición de pelea, realmente me retaba a una, también me puse en posición, de reojo pude ver la cara pálida de Coralia, Fabián estaba atrás de nosotros, Ryan en el marco de la puerta del baño.
Tiré el primer golpe, Samuel se agacho y hundió su puño en mi mandíbula, aunque fue un golpe contundente no había mucha fuerza en él, tiré un nuevo golpe esta vez apuntando a su espalda, tomó el golpe en el aire, esto era estúpido, no quería pelear con Samuel.
Mi madre y Miriam aparecieron completamente asustadas, pero no dijeron nada, yo ya me había rendido me encontraba de rodillas sobre la alfombra, Samuel se inclinó entonces sentí como me abrazó, nuevamente lloré.
—La necesito Samuel, la extraño tanto— fue lo único que pude decir o mejor dicho balbucear, Samuel me abrazó más fuerte, él estaba consciente de mi dolor, Fabián también me abrazó y luego todos se unieron.
Después de Lilly estas eran las personas que más me querían, casi pude sentir su presencia en aquel circulo, podía sentir que eran sus delgados brazos los que me abrazaban y ahí estaba, su perfume, fresas y flor de cerezo, inmediatamente me separé de ellos y entendí, todos estaban aquí por ella, cumpliendo una promesa que cada uno hizo con ella, mantenerme a salvo, regresarme al mundo, no permitir que yo desapareciera, después de todo ella seguía cuidándome.
Busqué a mi madre y la abracé con fuerza, luego a Miriam, ambas habían sufrido tanto como yo en este tiempo y mi actitud no ayudó mucho en su dolor.
—Lo siento mucho—pedí la disculpa a todos los presente, ninguno necesito decir nada, parecía que todos con sus ojos me decían que entendían.
Coralia se abrazó a mi costado, mi pequeña bajista, mi hermana de otra madre me transmitía su amor en un pequeño gesto.
—Tenemos que darte algo, pero debes primero asearte, te daremos tu espacio, cuando esté listo bajas—Fabián se había convertido no solo en mi representante, era mi guía, mi consejero, mi amigo, simplemente asentí, cada uno se retiró de la habitación, Sam puso su mano en mi hombro y luego se fue.
Me bañé y vestí, necesité una media hora con la afeitadora para quitar la barba, tenía marcadas ojeras y unas grandes bolsas para los ojos, había perdido peso, no recuerdo cuantas veces comí.
Cerré los ojos viendo la cama ante mí, el recuerdo de todas las noches que compartí con ella en aquel lugar me pegó con fuerza, nada ha sido movido de la habitación, después de todo nadie ha podido ingresar a ella, tome una bocanada de aire y pase saliva buscando fuerza en las últimas fibras que mantenían de pie.
—Muy bien Lilly, seguiré por ti, por favor no te alejes de mi—susurré despacio antes de salir de la habitación.
Cuando bajé las escaleras encontré a mi familia riendo y tomando el té, casi arrancó un trozo de madera de la escalera cuando miré la pequeña caja de colores en el centro de la mesa, "los tesoros de Lilly" tuve la intención de subir, pero había algo que me lo impedía, terminé de bajar todos sonrieron cuando me vieron.
—Mi hija me dejó esta caja unos días antes de fallecer—Miriam tomó la palabra—ella sabía lo mucho que sufrirías y sobre todo que ibas a necesitar de cada uno de nosotros para recuperarte, ella me indicó que el día que eso sucediera, te diera esto, ese día es hoy Alejandro—Miriam empujó la caja hasta donde yo estaba sentado, sentí como mi corazón se aceleró y mis manos empezaron a temblar.