El niño dormido en mí

El Entorno

 

   Tic-tac, tic-tac, tic-tac. El reloj sigue incansable su curso, lenta y constantemente. Las dos agujas correspondientes a la hora y los minutos, parecieran estar permanentemente inmóviles. En tanto que el segundero recorre el circular aparato, tic-tac, tic-tac, tic-tac. No veo el momento en que llegue la hora de la salida, apenas son las dos de la tarde y yo sigo aquí encerrado en esta aburrida oficina, soportando a mis aburridos compañeros y atendiendo a la aburrida clientela.

  Pero antes de seguir con mi relato, permítanme presentarme. Mi nombre es Luis Ángel, aunque creanme, de ángel no tengo nada. No soy para nada amistoso o simpático, mucho menos dulce. Tengo 36 años de edad y vivo en Heredia, Costa Rica. Llevo ya quince años casado con una mujer maravillosa, tanto así que a veces pienso que debería estar con alguien mejor que yo. Tenemos tres hijos, un hombrecito de doce años, una niña de nueve y otra de cuatro, tres bellos ángeles a los que amo con todo mi corazón.

  Maldición! No puede ser, apenas ha pasado media hora. Malditas agujas y maldito reloj. Y pensar que salgo hasta las 7:00 pm. Y para peores penas, tengo que estar haciéndole la masa aguada a los clientes, pelándoles el diente al igual que hacen las prostitutas en la esquina de la Clínica Bíblica. Bueno, por lo menos ya falta poco para la hora del café.

  —  Buenas tardes! ¿En qué le puedo servir? —  le digo de manera “simpática” al próximo cliente, el cual ya está sentado frente a mi.

  —  Si mire, es que yo venía para consultar los distintos planes post - pago que hay, y para ver si puedo llevar un celular con el plan.  —  me contesta el joven, que parece ser de unos 24 o 25 años y que tiene una cara de jaibo. . . Qué ni para que le digo. Pero tengo que atenderlo como a todos los demás, con una sonrisa fingida y un desgastado interés por que se vaya satisfecho.

  —  Si claro, con mucho gusto {con mucho gusto le daría una patada en el trasero}. —  Y tomando dos folletos informativos, uno que habla sobre “el plan profesional” y el otro sobre “el plan conectado”, los extiendo y   —  Vea, en estos folletos se presentan la información concerniente a los planes existentes en la modalidad profesional y conectado {seas tonto, tantos folletos que hay dispersos en toda la oficina y tiene que esperar a llegar a la ventanilla para informarse}. Escoja uno y me dice cuál es, para así hacerle saber que celulares hay disponibles para el plan que usted elija. 

  Tic-tac, tic-tac, tic-tac, {otra vez me parece escuchar el sonido de las agujas del reloj, esperando a que este idiota escoja un plan} tic-tac, tic-tac, tic-tac. Y no es si no hasta al cabo de un rato, que este estúpidito finalmente se decide por un plan.

  —  Si, mire. Me Interesa el plan conectado número 3. 

  —  Ok, bueno. Los detalles del plan ya los viste {aunque mejor se los repito para asegurarme de que haya entendido, porque a como se ve de bruto}, tenés 130 minutos de voz en llamadas, 1000 mensajes de texto y 4 GB de transferencia en el uso de internet, ya sea para subir o bajar archivos ¿entendido?  —  le pregunto.

  —  Si claro  —  me contesta. Pero qué va, yo tengo mis dudas.

  —  Ok, ahora solo deme un momentito  —  le digo mientras me levanto para ir buscar un celular y mostrarselo. Al regresar, abro la caja del celular y le explico las características del mismo.

  —  Este es el Samsung Galaxy J3, tiene 1.5 GB de memoria ram y 16 GB de memoria interna. También cuenta con una cámara trasera de 8 megapíxeles y una cámara frontal de 5 {y noto, por la cara que me hace que está algo confundido, parece como si le estuviera hablando en chino}. Y con el plan que ud escogió se lo puede llevar gratis. Qué dice? 

  —  Di si, me lo llevo  —  me contesta un poco emocionado. 

  —  Ok, regaleme la cédula para hacer el papeleo  —  le respondo e inmediatamente saca su identificación {Dios mío santo, este muchacho si es cierto que al momento de nacer ni Dios lo quiso, en persona es feo, pero en la cédula se lleva el premio mundial. Y el nombre, ja. . . }

  —  Disculpe, pero ¿es en serio? ¿ese es su nombre?. . .

    Espiridión Arnulfo Sacamoco Delano 

  —  Así es  — me contesta. Y aunque externamente nunca me río, no puedo evitar soltar en mi interior, una carcajada marca miedo. Es como si por dentro me estuviera ríendo en compensación por todo lo que no me río por fuera.

  De momento espera en silencio, mientras yo preparo las cláusulas del contrato. Al terminarlas, se las paso a él.

  —  Ahora por favor, me firma acá, 

aquí y aquí. . . —  Y le doy tiempo para que firme los papeles.

  —  Listo, “don Espiridión”. Aquí tiene su celular, que lo disfrute y fue un placer atenderle

{sí claro, que placer ni que nada. Estaba deseando que se fuera ese babas-caidas}.  

  Justo entonces ha llegado ya la hora del café, de modo que me dirijo hacia la cocina. En donde, la señora encargada de la limpieza ya tiene lista esa delicia de bebida. Mmm! El aroma que emana del pichel de aluminio es exquisito, es una llamada irresistible a disfrutar de tan magnífico deleite, como lo es tomarse una buena taza de café chorreado por las manos de doña Belén, qué es la miscelánea. Ese café 1820, hecho por ella, huele a gloria, a divino placer digno de reyes, príncipes y monarcas. Con toda mi razón iría a felicitarla, por su capacidad para darle el punto tan excelente a la bebida que, representa desde hace ya varios años nuestra querida tierra, Costa Rica. Pero, tengo una reputación de amargado que cuidar, así que mejor no.




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