Son las 9:00 am del domingo y ya estamos en la "Clínica Santa Fe ", esta es un clínica privada de Heredia, la cual es muy conocida por patrocinar a los jugadores del equipo Herediano.
No hay mucha gente, por lo que nos atienden con prontitud, durante la consulta, el doctor examina a Eva María y nos dice que lo que tienes es la gripe conocida como "la quinta huesos", llamada si por los fuertes dolores que provoca en los huesos, pero dice que no hay porqué preocuparse que ya pasará.
Le manda un tratamiento que le ayude a recuperarse y para ello transcurren aproximadamente dos semanas.
Salimos de la clínica a eso de las 11 de la mañana y tardamos unos 30 o 40 minutos en llegar a la casa.
Al llegar, vemos a Cecilia en la sala jugando con Helen y después de pasar, nos dice que el almuerzo está listo.
De modo que nos dirigimos a la mesa del comedor, el cual ya hemos cambiado por uno más grande, este consta de ocho sillas de madera de cenízaro, la mesa es octagonal y de la misma madera.
Mientras Eva María toma asiento, yo sirvo la comida que con mucho cariño nos ha preparado Cecilia.
Al terminar, le damos las gracias a mi suegra y acompaño a mi esposa al cuarto para acostarla y que descanse.
Luego me voy para la sala y Cecilia me dice que se va a quedar hasta la noche para ayudarme a cuidar a Eva.
Así que yo decido encargarme de los niños y los llevo a jugar al patio a los tres, mientras ellos juegan, yo me quedo sentado en una banca para vigilarlos.
— Papi, ven a jugar con nosotros — dice Priscila.
— No mami — le contesto — yo ya no soy un niño para andar jugando.
Y me hace un gesto de decepción mientras se va para seguir jugando con José Ángel y con Helen.
En tanto ellos juegan, yo me quedo pensando en lo acabo de decir “que ya no soy un niño para andar jugando”, cuando la verdad es que ni siquiera en mi infancia tuve la oportunidad de jugar así. De hecho en este momento desearía poder ir y jugar con ellos, disfrutar ahora lo que no disfrute en mi niñez. . .
Hoy ha venido mucha gente a mi casa y no sé porqué. De repente, veo que se parquea a la entrada, un taxi y al abrirse la puerta trasera, sale mi papá, quién a su vez se dirige al otro lado del automotor para abrirle la puerta a mi nueva mamá. Mientras vienen hacia acá, noto que ella ya no tiene la gran panza que tenía antes y además, trae un bebé en sus brazos. Al entrar a la casa, mamá pone al bebé en una cuna que han puesto en la sala y cuando ella se aleja para sentarse en el sillón, yo aprovecho para ir a ver al recién nacido.
— Es tu hermanita — me dice mi papá.
— En serio? — le pregunto emocionado — Y como se llama?
— Ana Rosaura — me contesta él, quien rara vez está aquí. Ahora está presente, pero es debido a la bebé. Por lo general se encuentra trabajando.
Yo extiendo la mano para hacerle una suave caricia a mi hermanita y solo pienso en el tiempo cuando esté grande para jugar. Nadie se percata de que en el momento en el que estoy acariciando a Ana, mamá me hace unos ojos, que si fueran pistolas, ya me habrían fulminado a balazos. Pero no sé porqué lo hace.
Al cabo de una semana, mi papá ya está de vuelta en el trabajo y yo estoy llegando a casa, pues andaba en el kinder. Siempre me lleva la mamá de una compañera que es vecina de nosotros. Al entrar, lo primero que hago es ir a buscar a mi hermanita, la cual está en la cuna con los ojitos abiertos y empiezo a jugar con ella haciéndole muecas. De repente y sin previo aviso, flaz - flaz - flaz, siento en las canillas tres fajazos que vienen de mamá.
— Ya le he dicho varias veces que no se le acerque a la bebé ni le haga muecas — me grita ella en tono fuerte y alterado.
Aunque la faja no me deja la piel marcada, pues es de un material algo blando, si me queda ardiendo y me voy llorando para mi cama. Estando allí acostado, me dejo ir en mis pensamientos en medio de sollozos.
{me a mi hermana? Por qué mamá me trata así? Casi no recuerdo a mi otra mamá, pero creo que ella no era así conmigo. Cuando venga mi papá le voy a decir}. Y me quedo en la cama, decidido a acusar a mamá cuando mi papá llegue. Después de un rato salgo del cuarto para ir a ver tele a la sala, pero antes mi mamá me dice que tengo que comer, pues por irme a llorar a la cama, no almorzé cuando llegué. Y estando ya en la mesa con la comida de frente, hago una fila de frijolitos, tratando de hacer un gusano. Y de un pronto a otro, siento un fuerte jalón de orejas.
— Luis Ángel, deje de jugar con la comida — me regaña mamá — comportese como un niño educado. — Y no me queda más que enterrar mis impulsos infantiles mientras estoy comiendo.
Al terminar de comer, me voy a sacar del cuarto una bolsa de juguetes que me ha ido comprando papá.
— Y usted qué cree qué está haciendo? — me pregunta mamá.
— Es que estoy aburrido y quiero jugar un rato — le contesto.
— No, no, no. No invente — me dice — después es a mi a la que le toca recoger todo.
Editado: 22.02.2024