El niño dormido en mí

El Despertar

   La semana ha transcurrido muy rápido, de nuevo, los rayos del sol atraviesan las traslúcidas cortinas que cuelgan por dentro de la ventana. Es domingo y hoy se va a reunir toda la familia, no es que sea una fecha especial, simplemente queremos compartir un día juntos. Pero apenas son la 6 de la mañana, así que podemos quedarnos un rato más en la cama. Eva María sigue dormida y uno de la rayos solares llega suavemente hasta su angelical  rostro de niña cuarentona. Se ve sublimemente hermosa y la suave tez de su piel, irradia un espectacular resplandor. Cuando por fin abre los ojos, me sonríe y. . .

  —  Hola amor! Buenos días!  —  me dice, estando todavía un poco somnolienta.

  —  Buenos días!  —  le contesto  —  Como amaneces?

  —  Bien, pero tengo hambre.

  —  Yo también. Me voy a levantar para ir a hacer el desayuno.

  —  Ok. Yo voy contigo.

  —  De acuerdo. Yo voy a hacer el gallo pinto, tú encárgate del café y algo más por acompañar el pinto.

  —  Bueno.

  Y así, ambos nos dirigimos hacia la cocina. Empiezo por poner un sartén en uno de los discos, mientras Eva pone a hervir agua y pone otro sartén. Yo tomo la tabla de picar y el cuchillo, saco una cebolla de la refrigeradora y la pico en trozos medianos, después de lo cual, los echo al sartén ya caliente y los dejo que se cristalicen sin permitir que se quemen, a la vez qué pico también un chile dulce. Mi amada esposa está friendo unas tajadas de queso y plátanos maduros. Cuando la cebolla ya se ha cristalizado, le revuelvo el chile dulce y permito que se cocine un poco, en tanto pico también un rollito de culantro. Después tomo un puñado de arroz blanco y lo mezclo con el chile y la cebolla, revolviendo todo constantemente. Eva ya tiene listos el queso frito, los maduros y está chorreando el café. El pinto ya casi está y apagando el disco, le echo el culantro, mezclándolo de forma uniforme.

  Cuando ya todo está listo, le pido a Eva que se siente, esta vez yo le voy a servir la comida. Y en el momento en el que nos disponemos a disfrutar de ese exquisito platillo. . .

  —  Mmm! Qué rico, ya está el desayuno!  —  exclama Helen, qué se viene levantando de la cama.

  —  Así es mi chiquita  —  le contesto y me levanto de la mesa para servirle a ella también.

  Unas dos horas después de haber desayunado, a eso de las 9 y media, llegan José Ángel, su esposa y mi nieta. Es una niña preciosa, me parece estar viendo una versión infantil de Eva María, solo que ella no sacó los colochos rubios de su abuela. La primera en acercarse a mi, es Jennifer.

  —  Hola abuelo!  —  me dice tendiendome los brazos y dándome un beso en la mejilla.

  —  Hola princesa!  —  le contesto, a la vez que le devuelvo el beso y el abrazo que me da.

  Después de saludar a los demás, nos sentamos todos en la sala para conversar y esperar que llegue el resto. Finalmente, luego de un rato de entretenida conversación con mi hijo y con Marcela, llegan Helen y Eduardo, alrededor de las 11 de la mañana y traen consigo, obviamente, a Jael, quién después darme un cálido abrazo, se va a jugar con Jenny. No sé si será por ser el más pequeño, por haber heredado el cabello de Eva o quién sabe qué, pero Jael es mi nieto consentido.

  La tres mujeres presentes, Eva María, Priscila y Helen, se ponen de acuerdo y se ofrecen a preparar el almuerzo. José Ángel ha traído varias películas para verlas en el Blue Ray,  “The Avengers 3”, “La Liga De La Justicia”, “Resident Evil, Capítulo Final” y para los niños trajo “La Princesa Y El Sapo” y “Frozen”. Mientras las chicas están ocupadas con el almuerzo, nosotros traemos a los niños para ver la película “La Princesa Y El Sapo”, mientras Eduardo pone la cinta, yo tomo a Jael y lo siento en mi regazo, Jenny se va a sentar a las piernas de su padre José. Y comienza la película. Todos nos entretenemos viendo esa preciosa fábula, hasta los mayores, incluso yo. Ya no siento temor o negatividad a expresar cuando algo me gusta o me hace gracia. Inclusive, suelo sonreír más seguido y soltar una que otra carcajada de vez en cuando. Finalmente la película ha terminado, ha estado demasiado buena e inmediatamente, Jael se baja de mis piernas y empieza a dar saltos por toda la sala, como imitando al sapo de la fábula, luego de varias zancadas, brinca de nuevo a mi regazo, dándome un beso, el cual va acompañado de toda la dulzura, el amor y la ternura que puede encerrar el beso de un niño de cuatro años.

  —  Te amo mucho abuelo! 

  Y siento en ese preciso momento, cómo se paraliza todo mi cuerpo y se congela el tiempo, a la vez que brota en mis ojos, una lágrima proveniente de un recuerdo olvidado, un recuerdo perdido que yacía en lo más profundo de mi ser y que se hallaba enterrado en la sepultura de mi conciencia. Y así en una fracción de segundos, vuelvo a revivir lo que había estado descansando durante todos estos años en ese pedacito de mi memoria.

  Otro día más que amanece lloviendo y me va a tocar quedarme encerrada en casa, mientras mi esposo se va a trabajar. Dichosamente, tengo la compañía de mi más preciado tesoro, mi hijo. Es un niño de cuatro años, muy, pero muy inteligente y terrible también, es muy extrovertido y le encanta jugar y andar haciendo muecas. Aunque todavía está dormido, así que voy a aprovechar para hacer los quehaceres de la casa y de esta manera, cuando se levante, podré jugar con él.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.