LUKA
El eco de una voz angustiada resonó en el fondo de mi consciencia.
—¡Ayuda, ayúdame, ayúdame! ¡Por favor, ayúdame!
Se me aceleró el corazón, y su golpeteo fue tan fuerte que podía escucharlo en mis oídos mientras avanzaba a toda velocidad por el camino.
«No, no… esto no puede estarme pasando», rezaba mi mente en medio de un instante de desesperación, en tanto mis ojos se fijaban en la carretera desierta en medio de la noche y apretaba el acelerador.
—¡Ayuda, ayudaaaa!
La voz de una mujer clamaba por mí, lo sabía, y cada uno de sus ruegos se clavaba en mi pecho y mi consciencia con dolor.
Seguí avanzando a todo lo que daba el motor de mi vehículo, y llegué a mi destino en tiempo récord, pero lo que encontré solo lo volvió peor.
Ahí estaba él, ahí estaba ella.
—¿Ves lo que haces? ¡¿Ves lo que haces, maldito?! ¡Ella va a morir por tu culpa! ¡Tú eres el único culpable de su muerte! ¡No puedes protegerla, eres un inútil!
La tenía por el cuello y ella me miraba con tanta angustia que casi se me explota el corazón en el pecho. Rogaba mi ayuda, y estaba dispuesto a dársela; sin embargo, de la nada, el lugar se llenó de tipos enormes que no parecían dispuestos a dejarme hacer mi cometido, y el tipo que la mantenía cautiva apretó su agarre y soltó una burda carcajada.
—¡¿Crees que vas a salir de aquí con vida, que alguno de ustedes lo hará?! ¡No me hagas reír!
En sus ojos brillaba la locura, y unos tipos se me vinieron encima. Empecé a forcejear y pelear con ellos y tumbé a unos cuantos, pero eran demasiados para mí solo y, antes de darme cuenta, varios me atacaron y sometieron contra el suelo con pesados golpes.
Mi cabeza pegó contra el frío cemento y creo que me rompí la nariz, pero solo tenía oídos y atención para sus gritos, para su desesperación.
De la nada, aquel sujeto tomó el arma en sus manos y la apuntó hacia mí con una sonrisa.
—¿Estás listo para morir, desgraciado?
Su voz goteaba desprecio, y yo sabía que me despreciaba a sobremanera, que me detestaba. Me lo había ganado a pulso, ¿no? ¿Era eso?
Tragué entero cuando los tipos enormes me levantaron del suelo y me preparé para morir.
—Si a quien quieres matar es a mí, entonces deja que ella se vaya. Ella no tiene la culpa de nada. Yo soy a quien quieres, ¿no? Pues aquí me tienes.
Lo miré directo a los ojos, aunque no pude ignorar que los de la mujer a la que sostenía se llenaron de lágrimas.
Pero esto era lo que debía pasar, lo supe desde el principio. No podía dejar que la lastimaran más por mi culpa. No podía hacer que sufriera más por mi culpa.
—Sí… tienes razón, es a ti a quien quiero —murmuró el tipo que me apuntaba y su burda sonrisa creció. Me odiaba, pero lo entendía—. No eres más que una mosca, un desperdicio que debe ser eliminado.
Amartilló y apreté los labios. Si mi muerte garantizaba que ella fuera libre, entonces estaba dispuesto a todo.
Pero…
De repente, dejó de apuntarme a mí y pasó a ella, y su grito desconsolado me heló hasta el alma, a la par que la siniestra sonrisa de aquel tipo llenó mi campo visual.
—¡Nooooo! —grité, pero fue demasiado tarde.
Su cuerpo de pronto se quedó laxo y cayó al suelo, y mi desesperación se desató, a la par de la risa de aquel tipo, histérica, frenética, burlona, ácida.
Me removí del agarre de los sujetos y pude soltarme y correr hasta ella. La tomé en mis brazos, su rostro sucio de carmesí, sus párpados cerrados, su pulso inexistente, y no pude reprimir un grito que salió desde lo profundo de mi pecho. La abracé con fuerza, deseando ser yo en su lugar, sintiendo lo último de su calidez, de su ser, ese que ya no estaba porque… me la habían robado.
Apreté los labios, pero fui incapaz de reprimir mis emociones, y mi llanto se sumó a la risa desquiciada de aquel tipo.
—¡Mírate, desgraciado! ¡Tienes justo lo que te mereces! ¡Tienes justo lo que te mereces!
Al segundo siguiente, sentí el cálido cañón contra mi cabeza y me preparé para partir, esperando al menos poder verla en el más allá, pero ese momento nunca llegó.
El cañón se despegó y la risa cesó, sustituida por su fría voz que pronunció:
—No. No te mereces morir. Tu castigo será vivir, vivir sabiendo que ella murió por tu culpa, que destruyes todo lo que tocas… que eres el culpable de todo.
El cuerpo se me enfrió en ese segundo y deseé morir, deseé que lo hiciera. ¿Por qué me negaba lo que más quería en ese momento? ¿Por qué me la había quitado?
Apreté su cuerpo contra mi pecho y la acuné, incapaz de hacer nada más, y me perdí en mis propias emociones.
Era un maldito inservible.
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¡Hola! Bienidos/as a mi nueva novela. Espero que la disfruten, será una linda historia ♥
Como dato extra, aunque es una historia independiente, les recomiendo leer LA FALSA ESPOSA DEL BILLONARIO (completa en mi perfil) por algunas cositas que pueden salir más adelante
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Editado: 30.10.2024