El niño perdido del millonario

Capítulo 7: No es él

ELIZABETH

La pregunta de Dayan me tocó el corazón y casi lloré, pues sabía lo difícil que la había tenido todo este tiempo, pero no pude evitar mirar al cuestionado, que enseguida sonrió y negó con la cabeza.

—Para nada. Jamás me llevaré a Lizzy de tu lado, ¿entendido? Ella solo me va a ayudar con mi trabajo.

Apreté los labios al oírlo llamarme así, mas no dije nada, pues la risita de Dayan llenó todo el cuarto de repente. Era impresionante cómo se conservaba fuerte aún en su debilidad.

—¡Entendido! —chilló tan fuerte como pudo—. Tienes que prometérmelo, ¿entendes? —dijo y estiró la diestra, sacando su dedito anular—. ¡Promesa del dedito!

Me pregunté si a Luka le incomodaría todo eso, pero él solo soltó una risita, quizá enternecido por todo, y se acercó más, enlazando el anular de su diestra con el de Dayan, para cantar de la nada mientras subía y bajaba sus dedos:

Yubikiri genman, uso tsuitara, hari senbon nomasu, yubi Kitta.

A Dayan le brillaron más los ojos si era posible, y la emoción lo llenó.

—¡¿Sabes japonés?! ¿Me enseñas? ¡¿Me enseñas?!

Tuve que darle un par de palmaditas.

—Day, Day, calma, recuerda que te están transfundiendo sangre. ¿De dónde sacas la fuerza?

Él soltó una risita.

—¡Soy invencible, Dizzy!

Aquello me hizo reír, y también a Luka, que no temió estirar la mano y palmear su cabecita pelona.

—Y Duka también tiene tatuajes, y son lindos, ¿tienes más? ¡De gande también quiero tener unos!

Luka le picó la nariz y se pusieron a hablar, lo que me dio curiosidad. Mi jefe se alejaba bastante de lo que pensaba de los ricos y poderosos en general.

• • •

Cuando salimos del hospital, un par de horas más tarde, Luka me llevó a comer para reponer energías.

—¿Por qué está en el hospital? Me refiero a Dayan —preguntó, picando un poco de sus ravioles—. Es bastante pequeño.

—Tiene algo más de cuatro años. Lo conocí cuando empecé a trabajar en Young-Dawson, tenía más o menos año y medio, y siempre ha estado enfermo. —Eso lo hizo fruncir el ceño—. Mi jefa dice que lo dejaron en la puerta una noche, tenía como cuatro meses y… bueno, no se sabe bien qué tiene. Sufre de alopecia y anemia crónica, y le cuesta mucho ganar peso, así que no puede caminar demasiado porque no tiene fuerzas para soportarlo.

»La doctora dice que nació con un cuerpo muy débil y es muy propenso a las infecciones, así que lleva más de dos años internado, y suele necesitar una transfusión al mes… aunque esta es la segunda en dos semanas, lo que quiere decir que está empeorando.

Él me miró con el ceño fruncido.

—¿Donaste dos veces en un mes? ¿No tienen sangre para él en el banco?

—Actualmente no… es complicado conseguirla y… sí. Espero que no pase nada más en todo este mes, porque no podré donar para él.

Apreté los labios y luego solté un respingo; sin embargo, al ver los engranajes rodando en sus ojos me di cuenta de algo y pregunté:

—¿Crees que Dayan es el niño que buscas?

Pero negó con la cabeza enseguida.

—No. El niño que busco tiene como máximo tres años, lo más probable es que tenga dos.

Fruncí el ceño, evaluando las posibilidades.

—Es bastante complicado que un niño de esa edad permanezca en el sistema. Los bebés son los primeros a quienes los padres adoptantes buscan, y suelen ser enviados a familias de acogida. En el caso de lo último podría hacer algo, pero si ya está adoptado… es ilegal dar esa información.

—No necesito mucho —comentó él—, solo saber en qué orfanato o casa de acogida estuvo, y por cuánto tiempo. El destino me es indiferente.

Arrugué la cara, todo eso me parecía muy raro.

—¿Estás trabajando para alguien? Hablas como un agente secreto o algo así, y hasta donde sé, los empresarios industriales o de minerales no son agentes secretos.

Él soltó una risita y negó con la cabeza.

—¿Tengo cara de agente secreto? Bueno… sí tengo, tipo protagonista de película. —No pude evitar reír, ganándome su mirar divertido—. Pero no soy nada de eso. Un amigo supo que pasaría un tiempo aquí y me lo pidió de favor —explicó con calma y me centré—. Para él es muy importante saber sobre el niño y, como la verdad no me pesa, acepté ayudarlo.

—¿Hiciste la donación y lo de mi sueldo por un favor? —inquirí y se encogió de hombros—. Vaya… eres un muy buen amigo.

—En mi mundo ayudar a los amigos es muy importante, Lizzy.

Arrugué un poco la cara al oírlo, pero desestimé cualquier duda. La verdad su privacidad no me concernía.

• • •

El sábado, Luka arregló que su asistente me llevara al salón de belleza para arreglarme, y luego nos fuimos al evento, él con un traje que le sentaba de las mil maravillas.

Al bajar del auto me tomó del brazo y, a pesar de la incomodidad de los periodistas y los nervios por estar en un evento así, su sonrisa y mirar suaves me dieron la serenidad que necesitaba.




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