El niño perdido del millonario

Capítulo 13: Un tipo extraño

ELIZABETH

—Lizzy, vamos… todo estará bien, solo confía en mí.

Él acarició mis hombros y respiré hondo. Apreté los labios y asentí con la cabeza.

Si quería seguir acompañando y ayudando a Dayan lo primero era continuar con vida, ¿verdad?

—Está bien, está bien, ya me calmo.

Su sonrisa me reconfortó y se acercó al borde para mirar hacia abajo.

—En el piso inferior hay humo, pero aún no revientan las ventanas laterales —murmuró y volteó a verme—. Voy abajo primero y te recibiré, ¿sí?

Abrí los ojos de par en par.

—¡¿Qué?! ¡¿Me vas a dejar sola aquí arriba?!

—Este piso tiene una altura mayor a los demás, si bajas primero podrías fracturarte un tobillo si caes mal. Al bajar primero puedo atraparte, ¿entiendes?

Se oyó un nuevo estruendo y el suelo tembló, y la mirada clara de Luka me apremió a decidir rápido.

—De acuerdo, maldición, está bien —mascullé y él suspiró aliviado.

Entonces se alejó, se quitó la chaqueta, la tiró abajo y escaló la baranda como si nada, como si lo hiciera todos los días, lo que me sorprendió. Lo vi pasar al otro lado y me acerqué para ver cómo caía. Entonces saltó y cayó en el balcón de abajo, que era un poco más ancho, y miró hacia arriba.

—¡Ahora te toca a ti! —exclamó, abriendo los brazos para recibirme.

Tragué entero y miré atrás, el fuego estaba a punto de salir por las ventanas, y el crujido de la madera anunciaba un inminente colapso.

Fruncí los labios y respiré hondo. Pensé que no podría escalar con tacones, así que me los quité y los tiré abajo, me subí a la baranda y pasé una pierna primero y luego la otra.

—¡Eso es! ¡Vamos, ahora baja el cuerpo todo lo que puedas y luego suelta las piernas, yo te sostendré!

Miré a bajo y me espanté. El vacío en mi estómago me dijo que tenía miedo y me sudaron las manos, dificultando el agarre. Las plantas de los pies fueron casi clavadas por el enrejado, y una sensación incómoda me recorrió el cuerpo bajo la amenaza de soltarme.

Fui bajando poco a poco, sintiendo el calor del fuego que ya se apoderaba de la ventana, y cuando llegué a la parte en la que debía soltar los pies me detuve.

—¡Vamos, Lizzy, rápido!

Con Luka instándome, bajé un pie y busqué a tientas sus manos, mirando abajo para intentar encontrarla, y cuando una de sus manos apretó mi pie, fue como si una ola de relajación me invadiera. Podía hacerlo, él estaría ahí para mí, no estaba sola, no moriría. Al menos no todavía.

Afirmó mi pierna derecha, así que dejé ir la izquierda y, mientras percibía su abrazo a mis extremidades inferiores, también escuché la algarabía de la gente que se daba cuenta de lo que estábamos haciendo.

Finalmente me solté, y fui llevada por Luka a la firmeza del balcón de la tercera planta.

—¡Lo hiciste! —celebró él, yo con el corazón acelerado, y señaló hacia abajo—. Faltan dos. Vamos, puedes hacerlo.

Acto seguido, bajó como antes y me estiró los brazos una vez en destino, invitándome a repetir.

Este segundo balcón fue más sencillo, pues la distancia entre uno y otro era menor, pero justo cuando él bajaba al de la segunda planta, una nueva explosión resonó desde la parte trasera, alertando a todos.

Los bomberos parecían estar más cerca, y Luka tuvo que brincar antes por las vibraciones, pero por suerte estaba bien.

—¡Vamos, ven!

Ya segura de mí misma, bajé a la segunda planta con presteza, y llegó el final.

En eso vi llegar a Abner DeSantis, Malcolm y Ryan Daft para ayudar, y la estrategia fue diferente. Esta vez yo bajaba primero y Luka me sostendría desde arriba, pues la distancia era distinta, y la cornisa de la entrada del edificio lo dificultaba todo.

Trepé a la barda y la sonrisa de Luka me acompañó en todo momento, muestra firme de su confianza en mí y en sí mismo.

—Ya casi, Lizzy. Un poco más.

Él me dejó ir, justo cuando dos pares de brazos me tomaron, y me fui hacia atrás, pero otros brazos me ayudaron a estabilizarme, y al pisar tierra agradecí al cielo por estar viva. Desde ahí podía ver el fuego salir por las ventanas de la parte superior, y cómo Luka trepaba la barda como si nada y brincaba desde más de dos metros de altura, cayendo como todo un practicante de parkour. ¿Mis zapatos? ¿Su saco? Quién sabe.

Lo único que supe fue que, al verlo pisar tierra, corrí hacia él y lo abracé con todas mis fuerzas, presa en el terror del momento y sin pensarlo demasiado. Aferrada a su camisa no dije nada, solo empecé a temblar, y él me condujo lejos del edificio, pues los bomberos acababan de llegar.

—Tranquila, tranquila. Vamos… ven. Calma… —Palmeó mi cabeza mientras me consolaba, y rompí en llanto sin querer evitarlo.

Nadie sabía bien qué pasaba, pero alguien me consiguió unos zapatos mientras los bomberos se hacían cargo del incendio, y la policía no tardó en aparecer. ¿Esto era un ataque terrorista, o algo ligado a Madame, a Yuanfen?




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