El niño perdido del millonario

Capítulo 15: Ilusión infantil

ELIZABETH

La voz cansada y asustada de Dayan revotó en mi interior y me hizo espabilar. Tenía que ser fuerte por él. No necesitaba a una chica asustadiza. No… tenía que ser un apoyo para el pequeñito.

Me quité las lágrimas enseguida y puse buena cara, me acerqué a la cama con una sonrisa y le dije:

—Day, qué bueno que despiertas. ¿Cómo te sientes?

—Cansado… —murmuró bajito—. Tengo sueño. ¿Puedo dormir otro poquito?

La inocencia de su tono casi me hizo volver a llorar, pero sonreí y me acerqué para besarle la frente.

—Quizá en un ratito, porque primero tiene que verte el médico, ¿de acuerdo?

—Taaben —musitó y se acomodó en la cama, mirando alrededor todo con floja curiosidad—. Duka… —Me miró a mí y luego al pelinegro, pero no dijo nada más.

—Iré a llamar al médico —comenté y me dispuse a salir, dejando a Dayan a pleno bostezo y con los ojos pesados.

Fui con la enfermera, que me dijo que el doctor iría en unos minutos, y al volver al cuarto me quedé parada ante la puerta, pues oí la voz de Dayan desde dentro.

—¿Eres el novio de Dizzy?

Aunque él perfectamente podía pronunciar la L, se había acostumbrado a llamarme así.

—Soy un amigo —respondió el hombre en el cuarto, Luka, que seguía a un lado de su cama.

—¿Ella te gusta? —Su voz era baja, pero en medio del silencio podía entender lo que decía—. Es muy linda y muy buena, me cuida mucho y me ama mucho. —Sus ojos brillaron con devoción mientras describía lo que pensaba de mí, y se me apretó el corazón en el pecho con sentimientos encontrados—. Así que tienes que ser bonito con ella.

Luka soltó una risita.

—¿Crees que me gusta?

—Sí. —Dayan lo miró con rara convicción—. La miras con cariño, así que debe gustarte.

El otro frunció un poco el ceño, igual que yo, y llevó una mano a acariciarle la cabeza.

—Niño tonto…

—No tengo pelo, así que solo masajeas una bolita de cristal —soltó Dayan de pronto, lo que hizo reír a un Luka que no dejó de acariciarlo, y sentí como si algo se rompiera entre los dos.

—Eres un niño muy maduro y parlanchín para tener cuatro años, eso no es muy común…

—¡Tengo cuatro años, siete meses y veintidós días, soy un niño grande! —espetó el otro con orgullo a todo lo que le dieron sus fuerzas, y Luka volvió a palmearle la cabeza.

—Claro, claro. Eres un niño grande. Y también eres muy fuerte, ¿sabes? Te están pasando mi sangre y mira, estás como si nada.

—Dayan se miró el brazo, por donde aún pasaba la sangre, y luego a Luka, la duda pintada en sus facciones.

—¿Esta es tu sangre? —Luka asintió—. ¿Entonces voy a empezar a hablar rarito como tú?

Luka soltó una risita y yo tuve que contener la mía porque, sí… Su inglés estadounidense era perfecto, pero tenía ciertos matices que delataban su origen húngaro, que era lo que Day calificaba como «rarito».

—¡No hablo raro! —espetó el mayor.

—¡Sí lo haces! —chilló el nene con humor.

Justo entonces la doctora apareció detrás de mí y me instó a entrar, cortando la charla de los dos caballeros.

Ella lo revisó y esperó hasta que terminara de pasar la sangre para quitarle el catéter, ante lo que Dayan siseó y moqueó un poco. Nos dio unas indicaciones y se marchó, alegando que el próximo doctor en guardia pasaría en una hora para ver cómo seguía.

—¿Por qué tienes esos tatuajes? ¿Te gustan mucho?

Tras comer una gelatina y tomar un poco de agua, Dayan estaba más animado, y apenas ver los tatuajes en los antebrazos de Luka, que se había arremangado, su curiosidad innata se manifestó.

El pelinegro tenía en el brazo una manga entera de la que solo se veía el hermoso búho de su antebrazo izquierdo, además de algo parecido a un paisaje, y en su antebrazo derecho, bastante arriba, había algo a estilo tribal.

—Me gusta pensar que soy un búho, pero la verdad es que por entonces no le di muchas vueltas, aunque ahora tienen mucho significado.

—¿Y los vas a tener para siempre? —Dayan miraba fascinado el búho, e incluso le tocó la piel cuando Luka se acercó.

—No lo creo. Probablemente me los quite cuando empiecen a ponerse feos.

—Oh… no quieres estar pintado y arrugado, ¿verdad? —Alzó la cara y sonrió, sus claros ojos brillando con curiosidad infantil.

Ellos siguieron hablando de tatuajes, y yo me maravillé por eso. Dayan no es que fuera callado, pero por lo general no socializaba con todo el mundo. Incluso aquí en el hospital tenía a enfermeras que le encantaban y otras a las que no quería ver ni en pintura, por lo que el hecho de que él y Luka congeniaran al punto de tener una «charla de chicos» me llegó al corazón.

—¿Tienes un auto?

Le había comentado antes al pelinegro sobre el interés del nene por los motores, quizá por eso decidió seguir con el tema.




Reportar suscripción




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.