Él no soy yo

Capítulo 17

«¿Cómo?»

—¿Papá? ¿No estaba muerto?

Cristina permaneció en silencio durante unos segundos. Entendía su reacción bastante bien.

—Eso pensaba, pero es él. Es su voz… —Sonrió, feliz—. No te preocupes, cariño, él quiere hablar con nosotras sobre qué le sucedió, aunque antes quiere verme a mí… No sé por qué… —aclaró Cristina.

Oír a su madre decir aquello la puso nerviosa. No eran los mismos nervios que sentía cuando estaba con Julián, pero sí que se acercaban al miedo de saber la verdad de lo que le sucedió a su padre. Habían pasado tantos años que ya ni recordaba su voz, por eso no había podido identificarle cuando respondió al teléfono.

—Espero que podamos hablar pronto, aunque no sé cómo sentirme… —comentó Raquel.

—Feliz, porque tu padre al fin ha conseguido volver y quiere recuperar el tiempo perdido contigo. Recuerda que no desapareció del mapa porque no quisiera volver a verte, sino por algo que aún no sabemos, así que dale la oportunidad, ¿vale? No es como si te hubiera abandonado por su propia voluntad.

Su madre tenía razón, al fin y al cabo ellas habían pensado durante todo ese tiempo que Ricardo había muerto, aunque no encontraran su cadáver en ningún sitio.

—¿Se lo vas a decir a Marisa? —preguntó su hija.

—¿El qué?

—Que papá ha vuelto…

—¡Claro! A ella le he contado todo de él, estuvo ahí cuando sufrí por su desaparición y si ahora no le diera esta alegría no sería justo. ¡Estoy deseando que llegue para poder contárselo!

Raquel se acercó a su madre y la abrazó, ya que la veía tan emocionada que no podía quedarse solo mirando. Cristina la apretó fuerte contra su cuerpo y enterró la cabeza en su cuello. Luchó porque las lágrimas no cubrieran su rostro, pero hacía tanto tiempo que no lloraba, ni siquiera a escondidas, que no tuvo la fuerza suficiente para detenerlas. Cuando se separaron del abrazo, Raquel vio las lágrimas de su madre, pero no preguntó el motivo porque de alguna manera lo sabía.

—¿Puedo dejarte sola un momento, mamá?

—¿A dónde vas? —preguntó Cristina, sorprendida.

—Luego te cuento. —Raquel le dedicó un guiño.

La chica abrió la puerta de su casa, salió, la cerró y fue corriendo hacia la de Julián. No estaba segura de que estuviera en casa, pero por intentarlo no perdía nada. Posó el puño sobre la superficie de la puerta y suspiró antes de golpear varias veces de forma suave. No obtuvo respuesta y, tras esperar el tiempo suficiente, volvió a su casa con la convicción de que tal vez no estuviera en casa. No obstante, oyó un ruido a su espalda y se giró para ver que Julián se asomaba. Ella volvió corriendo hacia allí.

—¿Te pillo ocupado?

—No mucho… —respondió él—. Dime, ¿ha pasado algo?

—Sí, ¿puedo entrar en tu casa un momento? No quiero contártelo aquí…

Él accedió y ambos entraron. Los dos se sentaron de nuevo en el mismo sofá de siempre antes de que Raquel comenzara a hablar.

—En realidad es una larga historia, ¿sabes? —Empezó a decir ella—. No te he hablado antes de mi padre… —Julián lo corroboró con un movimiento de cabeza— Hace un tiempo, mi padre desapareció y, como la Embajada no encontró su cuerpo, lo dieron por muerto. Si nunca he hablado de él es porque me entristecía mucho pensar que pudiera estar muerto de verdad, pero hoy… Ha aparecido como si nada y sigo en shock.

—Pero ¿qué ha pasado?

Raquel suspiró antes de responder.

—Mi padre ha llamado hace un rato y no he sido capaz de reconocer su voz. Le ha dicho a mi madre que quiere hablar con ella y explicarnos lo que le ha pasado. Tengo ganas de verle y escuchar todo lo que tiene que decir, pero por otro lado me da miedo… No sabría decirte por qué, la verdad.

Ambos quedaron en silencio durante un rato.

—No sabía que…

—¿Qué yo tenía padre? —le interrumpió Raquel—. Claro. Mi madre conoció a Marisa muchos años después de que yo naciera. Antes de eso, mi madre estuvo casada con mi padre durante años, pero se dio cuenta de que le gustaban más las mujeres cuando la conoció y, tras hablarlo con mi padre, llegaron a un acuerdo amistoso. Después hablaron conmigo y, aunque no lo entendí muy bien al principio, les apoyé. Al fin y al cabo harían lo que tuvieran que hacer, ¿qué menos que apoyar su decisión? Además, cuando conocí a Marisa supe que mi madre tomó la mejor decisión de su vida. Pensabas que había sido adoptada o que mi madre me había engendrado por fecundación in vitro ¿verdad?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.