Él no soy yo

Especial de Raquel y Julián: Miradas reveladoras

Al día siguiente de la sesión de fotos con su madre y Marisa, Raquel fue a la facultad de Bellas Artes para hablar con su tutora sobre un posible cambio en su trabajo de fin de grado. Tras hacerle una nueva propuesta, ella accedió al cambio. La chica salió del despacho más feliz de lo que había entrado, pues podría enfocarse en un nuevo tema que le apasionaba bastante dentro del arte. Al salir del edificio volvió a mirar hacia el cielo, que estaba despejado, y sonrió. Hubo un tiempo en el que lo hacía bastante y estaba intentando volver a ello porque no era algo que le desagradara hacer.

Mientras caminaba en dirección a la calle Torneo para coger el autobús, recordó el día que Julián le ofreció llevarla a casa. Si eso volviera a suceder no sabría cómo reaccionar. Poco a poco se había dado cuenta de que cada vez tenía más ganas de verle y hablar con él, no solo por la paz mental que le otorgaba, sino porque le gustaba su compañía. Disfrutaba conociendo más de él y ansiaba seguir haciéndolo. Volvió a la realidad cuando escuchó el sonido de un claxon, justo como la vez anterior. Pero ¿sería él?

—¿Te llevo, Raquel?

Definitivamente era su voz.

Raquel fijó su mirada en la persona que se había dirigido hacia ella para asegurarse de que era él y no un espejismo. Julián la miraba con una sonrisa, esperando una respuesta. Ella sonrió también, feliz de verle. Se acercó al coche tras asegurarse de que no venía nadie detrás y le preguntó:

—¿Qué haces aquí?

—Solo pasaba por aquí, he ido a comprar unas cuantas cosas que necesitaba y ya iba de vuelta al estudio. Venga, sube que te acerco a casa, aunque si quieres acompañarme al estudio, por mí encantado. —Volvió a sonreír.

Mientras se dirigía hacia la puerta del copiloto, pensó bien en lo que quería hacer. Su madre le había dicho que estaría en casa con su padre hablando, por lo que no iría sin saber si ya habían terminado. Cuando estaba ya sentada, y mientras se ponía el cinturón, le dijo a Julián que aceptaba ir con él al estudio.

Él se puso en marcha y se detuvo un poco más adelante debido a un semáforo en rojo. Giró un poco su cabeza para mirar a Raquel, que mantenía su mirada fija en la ventanilla del coche.

—Si quieres puedes contarme lo que quieras, aunque creo que eso ya lo sabes ¿verdad?

Raquel dirigió sus ojos hacia él girando la cabeza un poco.

—Lo sé, sí. Es solo que estoy algo nerviosa por el tema de mi padre… Me da miedo saber lo que le pasó.

—No pienses mucho en ello, no tienes que torturarte por algo que aún no sabes. Sea lo que sea te va a pillar por sorpresa igual, salvo que tu madre te adelante algo, cosa que tampoco sabemos si sucederá…

El semáforo se puso en verde y Julián volvió a mantener su mirada fija en la carretera.

—No sé cómo lo haces, pero siempre consigues animarme. Gracias por eso —Raquel volvió a sonreír el tiempo suficiente para que él la viera por el rabillo del ojo.

—Solo digo la verdad, ni más ni menos. No sé qué fue lo que le pasó a tu padre, pero fuera lo que fuese ya está de vuelta sano y salvo. ¿No es lo que importa? Ya solo por eso tendrías que estar contenta —comentó Julián.

Raquel le observó durante un buen rato mientras reflexionaba sobre lo que le había dicho. Tenía razón, lo importante era que había vuelto y estaba vivo, lo que ya era bastante teniendo en cuenta que creía que estaba muerto.

En unos minutos llegaron al edificio donde vivían, ya que él iba a aparcar el coche en el garaje. Después de eso, subieron a la planta baja y salieron para ir al estudio fotográfico. Mientras tanto, Raquel se puso nerviosa y Julián se dio cuenta.

—Oye, no tienes de qué preocuparte, hoy solo quiero enseñarte unas cosas y pasar un rato agradable contigo. No estaba pensando en hacerte las fotos, para eso ya quedamos este fin de semana, ¿no?

Pero ella no podía remediarlo porque estar con él le provocaba un temblor en las piernas que a veces le impedía caminar.

—Lo sé, pero no puedo evitar pensar en ello. Es algo superior a mí —comentó ella como si nada.

Y cuando se percató de que había dicho más de la cuenta, se mantuvo callada esperando que él no comentara nada al respecto. Para su suerte, no lo hizo.

Una vez estuvieron dentro del local, él encendió el ordenador y puso su lista de reproducción creada exclusivamente para el trabajo. Raquel se quedó callada y quieta cerca del mostrador, observando todos sus movimientos. Le gustaban muchas cosas de él, pero pocas veces había pensado en lo atractivo que era. Quedó tan embelesada que no se percató de que él la estaba mirando también y había empezado a caminar en su dirección. Solo cuando estuvo a escasa distancia de ella, reaccionó. Hasta se le olvidó que había música puesta cuando los ojos de Julián conectaron con los suyos. Quiso hablar, pero al abrir la boca las palabras no quisieron salir, así que volvió a cerrarla y tragó saliva.




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