Él no soy yo

Capítulo 27

Raquel, en ningún momento de la noche, esperó que él sugiriera tal cosa. Pensando en ello le entró la curiosidad y no se negó a tocarle. Si él estaba dispuesto ella no se negaría a hacerlo. ¡Con las ganas que tenía!

—Claro que quiero —admitió.

Él sonrió y se acercó a la chica.

—Quítame la camisa.

¿Era una propuesta o una orden? No reflexionó mucho sobre ello y se levantó para poder hacerlo con mayor comodidad. Con dedos torpes, fue desabrochando cada uno de los botones, dejando al descubierto aquella piel morena que anhelaba desde esa misma noche. Al terminar con el último, se la quitó y contempló el torso y los brazos musculosos que ya había intuido en algún momento bajo su ropa.

—Estás… —Aunque estuvo a punto de reírse, no lo hizo—. Estás muy bueno. Para comerte entero.

Y entonces sí que soltó una pequeña carcajada. Julián sonrió sin dejar de observarla. Cuando Raquel se tranquilizó, él tomó sus manos y las posó sobre sus pectorales.

—Puedes tocar todo lo que quieras y cuanto quieras —le aseguró.

Durante unos segundos, Raquel no movió sus manos de ahí. Quería sentir los latidos de su corazón y la ardiente piel bajo sus manos. Julián se concentró para pensar en cosas que no le excitaran, pero como la estaba mirando era imposible que eso llegara a alguna parte. Solo mantuvo su rostro serio y pensativo, aunque su imaginación empezara a jugarle malas pasadas. Le resultaba difícil resistirse. Poco a poco ella bajó sus manos, deteniéndose en cada músculo y en cada zona de piel que llamaba su atención. Al llegar a la cintura, le rodeó para acariciar su espalda. Pero un tatuaje la dejó embelesada.

—¿Y esto? —preguntó, acariciando la imagen con la yema de sus dedos.

Era la imagen de una niña sonriendo. Tenía el tamaño justo para que se viera bien sin ocupar mucho espacio.

—Es un recuerdo de cuando ejercí como fotógrafo de guerra… —explicó—. Algún día te hablaré sobre eso.

Raquel no insistió más y continuó con sus caricias. En un impulso, acercó su rostro a la parte central de la espalda y depositó un beso ahí. A ese beso le siguieron algunos más, hasta que Julián se dio la vuelta, cogió su mano y caminó de espaldas hasta la silla. Se sentó en ella e instó a la chica a que se sentara sobre él. Cuando lo hizo, notó lo excitado que estaba.

—Me vuelves loco, Raquel —confesó.

Ella contempló sus ojos marrones maravillada. Tenían un brillo especial, distinto al de otras ocasiones.

—Me gustas mucho —declaró la chica.

En ese momento, fue él quien colocó su mano derecha sobre la mejilla de Raquel y aproximó su rostro al de ella para besarla. Ella le recibió en su boca y sus lenguas batallaron dejándoles sin aliento, pero no desistieron. Las manos de la chica pasearon por el pecho desnudo de él, hasta que desembocaron en la nuca masculina y lo atrajo más hacia ella si era posible. Juntó su cuerpo más hacia el de Julián sin ser del todo consciente del roce de sus partes íntimas. Él gruñó y se separó de ella.

—Creo que por hoy ya han sido demasiadas emociones fuertes… —comentó.

—¿No quieres tocarme tú a mí? —preguntó ella, sorprendida.

—No me tientes demasiado porque no respondo de mí. —Volvió a darle un beso, esa vez de corta duración.

Ella, respondiendo a lo que creyó una provocación, llevó sus manos al primer botón de su blusa para desabrocharlo. Sin embargo, él la detuvo.

—Ven —dijo, haciendo que se levantara de su regazo y haciéndolo él también.

La condujo a través del pasillo, cogiéndola de la mano. Pasaron por la habitación donde se dieron su primer beso y fue en ese instante cuando ella se dio cuenta del lugar al que la llevaba. Cuando llegaron a su dormitorio, entraron sin ninguna pausa hasta que él se detuvo cerca de la mesa.

—Tranquila —dijo él al ver la cara de la chica—, solo quería enseñarte dónde puse tu dibujo.

Raquel se fijó mejor en la pared que tenía al lado y vio su dibujo enmarcado y colgado en la pared. Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero no se permitió llorar. Volvió a mirar a Julián y le abrazó con todas las fuerzas que tenía. Él la rodeó con sus brazos y la besó en la coronilla.




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