Varios días antes...
Cómo la echaba de menos. ¿Podría recuperarla? Esa pregunta rondaba su cabeza todas las noches desde ese primer día que intentó volver a contactarla. Había sido un completo idiota con ella y era consciente de ello, pero tenía la esperanza de que ella le escucharía si se lo pedía. Con ese pensamiento en mente decidió escribirle por enésima vez. Había perdido la cuenta ya de cuántos mensajes le había enviado, sin éxito, aunque no se rendía.
Pablo Díez:
Hola, Raquel. Sé que fui un gilipollas que no te trató como merecías, que no tuve ninguna excusa válida para serte infiel, pero me gustaría hablar sobre esto y otras cosas en persona contigo. Si eres la misma chica buena que conocí, por favor, permíteme explicarte todo, aunque luego quieras darme la patada y no verme nunca más. Lo entenderé, de verdad, pero dame la oportunidad… Esta misma semana podríamos vernos y zanjarlo. ¿Qué me dices?
Había leído el mensaje varias veces antes de enviarlo. No deseaba que cualquier tontería le impidiera verla de nuevo. Salió de los mensajes y observó con detenimiento su propio perfil dentro de la aplicación. Hacía poco que había borrado las nuevas fotos que había subido, en concreto cuando se dio cuenta de que aquello no le hacía feliz y que Raquel siempre sería la mujer de su vida. Se descubrió nervioso conforme los minutos pasaban y no recibía ninguna respuesta de ella. En su lugar, recibió varios de otras chicas con las que había estado hablando tiempo atrás. Ya no le interesaba ninguna de ellas, se aburrió de todas aquellas con las que había tenido algo en algún momento. Sobre todo desde que su ex le ignoró. Reconoció en silencio que fue egoísta al pensar que la determinación de Raquel se desvanecería en cuanto él quisiera volver con ella. Como si Pablo hubiera sido el que cortó la relación y no ella.
Qué equivocado había estado.
···
Una semana después, Pablo volvió a intentarlo. No se iba a dar por vencido. Al fin y al cabo ella no le dijo en ningún momento que la dejara en paz. Llamó varias veces a su teléfono móvil, pero ninguna de las veces lo cogió. También lo intentó con el fijo, pero nadie respondió. «Tendré que ir a verla…», pensó. Dejó de lado el aparato y se dirigió hacia el armario en busca de un atuendo apropiado. Quería sorprenderla.
···
La cena no había estado tan mal. Su padre no había hecho mención del motivo que le mantuvo alejado de su familia y eso la reconfortó. Volvió con Julián en coche y durante gran parte del tiempo permanecieron callados. Hasta que a mitad de camino, parados en un semáforo, él cogió su mano y le dio un beso.
—Quizá sea un poco precipitado, pero quisiera proponerte algo. —Raquel giró la cabeza hacia él. Solo hizo falta una mirada para que él supiera que podía continuar—. ¿Te apetecería venir a dormir a mi casa? Literalmente dormir, no tiene que pasar nada.
El corazón de la chica latió desbocado y sus mejillas enrojecieron.
—¿Quieres que pase la noche contigo? —consiguió preguntar.
En ese momento volvió a ponerse en verde el semáforo y Julián retomó la conducción.
—Claro, ¿por qué no? De alguna manera estamos juntos y no me importaría tener algo más de convivencia contigo. Aunque sea por las noches.
Raquel sabía que lo decía por razones obvias: su trabajo como fotógrafo y sus propias clases en la universidad.
—Puedes pensártelo.
—No tengo nada que pensar —aseguró ella.
Julián volvió a llevar la mano de Raquel a sus labios para besarla.
Minutos después llegaron al garaje, él aparcó el coche y salieron. Cuando ella se acercó al fotógrafo, este la tomó de la cintura y la besó en la mejilla primero, y en los labios después. Ambos suspiraron tras separarse. Caminaron hacia el ascensor con las manos entrelazadas y al abrirse las puertas, los dos entraron sin deshacerse del contacto. Sus miradas hablaban solas y sus manos habían empezado una batalla de caricias que desembocó en una batalla de lenguas.
—Raquel… —Suspiró y juntó su frente con la de ella—. ¿Por qué no te conocí antes?
La chica sonrió.
—¿No crees que eso te lo debería preguntar yo? —Jadeó, aún con cierta dificultad para hablar tras el intenso beso.
—Tienes razón. Además, yo ya te conocía de vista… No sé si te lo he dicho ya.
Ella se mantuvo en silencio un rato y justo cuando iba a hablar, el ascensor abrió las puertas en su planta.
—Creo que no —confirmó Raquel. Cuando llegaron a la puerta de él y se detuvieron, añadió—: Espera que dejo el móvil en mi casa.
Lo buscó, pero no lo encontró y recordó que no se lo había llevado.
—Pues nada, no hay nada que dejar porque ni me lo he llevado. —Soltó una pequeña carcajada.
Julián la contempló con una pequeña sonrisa, casi embobado por el sonido de su risa. Al darse cuenta de que estaba siendo observada, dejó de reírse.
—Me encanta verte así. Te ves tan radiante… —comentó mientras abría la puerta de su vivienda.
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Editado: 17.06.2020