Él no soy yo

Capítulo 33

Con la advertencia de Raquel, Pablo se relajó y abrió las manos. Julián, sin embargo, no dejó de apretar sobre la zona para que el chico no hiciera cosas extrañas. Ya no sabía qué pensar de él y por cómo habían ido las cosas, sabía que sería peligroso dejarlo a sus anchas.

—No fue mi culpa, ¿vale? —terminó diciendo—. Aquella chica se lanzó, ¿qué querías que hiciera?

—Ajá, sí, claro. Ahora la culpa es de ella, ¿no? —Bajó los brazos—. Lo vi todo con mis propios ojos, ¿crees que soy tan tonta como para creer que lo hiciste sin querer? En su momento tal vez te habría creído… Habría querido creerte, pero lo siento. Si realmente me querías y es cierto que ella se lanzó, eres tú quien debió negarse a que eso pasara. O al menos debiste informarme si querías tener una relación abierta.

—Yo no quería una relación abierta, te quería a ti…

—Ya es tarde…

Julián vio que Raquel intentaba no desmoronarse. Aunque era consciente de lo mucho que había avanzado, y que había superado a ese capullo, como lo llamó él en su mente, un enfrentamiento de ese tipo podría destrozarla. La observó y ella le dedicó una mirada con la que entendió lo que quería decirle sin palabras. Asintió y luego se dirigió a Pablo.

—Ya has escuchado a la señorita, debiste pensarlo antes de cometer semejante estupidez. Ahora creo que deberías marcharte por donde has venido… —sugirió.

—Tú… —Cuando Julián apretó más sobre aquella zona de su hombro, se retractó antes de añadir nada más que resultara ofensivo. Por el contrario, dijo—: Está bien, me voy, pero volveré…

—Más te vale que no sea así. —Las palabras de Julián fueron duras, pero no sonó como una amenaza.

El cuerpo de Pablo tembló y el fotógrafo le soltó, sabiendo que el miedo podría más que cualquier intento de iniciar una pelea. El chico levantó los brazos y cuando Julián se apartó, salió corriendo hacia el ascensor.

Raquel vio cómo se marchaba y, al cruzar por última vez su mirada con la de Pablo desde la distancia, supo que seguía siendo el mismo cobarde de siempre. Un achantado que solo era capaz de pegar a alguien si se sentía superior en fuerza a la otra persona.

El pasillo quedó en silencio cuando el ascensor cerró sus puertas y los dos quedaron solos. Tras unos segundos en los que permanecieron callados y mirándose, Julián se aventuró a entrar en casa de su vecina. Ella cerró la puerta, suspiró, se giró hacia él y se lanzó a sus brazos. Todo el llanto que había reprimido delante de su ex salió en cuanto Julián la recibió.

—Desahógate, suelta todo lo que tengas que soltar.

Acarició su espalda con una mano y con la otra enredó sus dedos en el cabello de la chica. Julián cerró los ojos disfrutando del contacto y del dulce aroma que desprendía.

—Lo siento, Juli. —Raquel se apretó contra el cuerpo de él—. Siento no haberte contado nada…

Abrió los ojos e intentó separarla para ver sus ojos. Ella no dejó que lo hiciera así que tuvo que conformarse con preguntarle al oído:

—¿A qué te refieres?

La chica permaneció callada durante unos segundos y luego se separó poco a poco del cuerpo de Julián. No obstante, no despegó su mirada del pecho del hombre. Él tomó su barbilla y poco a poco consiguió que sus ojos entraran en contacto con los suyos.

—Hace unos días me llamó, después de inundarme a mensajes durante varios días. Pensé que podría solucionar sola las cosas, pero ya he podido comprobar que no. A saber qué hubiera sido capaz de hacer si no hubieras llegado a tiempo…

Julián colocó su dedo índice sobre los labios de Raquel para que no siguiera hablando.

—Ni lo pienses porque no me lo habría perdonado en la vida.

La chica, que había dejado de sollozar sin darse apenas cuenta, le observó con la certeza de que podría escuchar los latidos acelerados de su corazón. No hacía falta mucho para que él lograra ese efecto en ella. Colocó sus manos sobre el pecho de Julián y fue subiéndolas poco a poco hasta que llegó a su nuca. Empujó un poco y él bajó la cabeza entendiendo lo que Raquel quería. Juntaron sus labios en un beso tierno, pero profundo. El fotógrafo bajó sus manos hacia la cintura de la chica y ella mordió el labio inferior masculino en cuanto las sintió en esa zona de su cuerpo. Después introdujo su lengua en la boca de Julián y las dos jugaron como si estuvieran en medio de una batalla imaginaria.

Al separarse, ambos necesitaron recuperar el aliento para volver a hablar.

—Te quiero —dijo ella.

Durante unos instantes se había olvidado de lo sucedido con Pablo y solo importaba su presente con Julián. Él sonrió al escucharla y volvió a abrazarla.

—Yo también te quiero, Raquel —le aseguró.

No ocultó la felicidad que sintió al oír aquellas palabras de su boca.




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