Él no soy yo

Capítulo 39 (Parte 2)

Tumbada sobre su cama, echó un vistazo a todas las imágenes que encontró sobre cortes de pelo femeninos. Hacía tiempo que no cambiaba de look y estaba deseando hacerlo. Su corazón latía desbocado, más por lo que sucedería después que por el hecho de ir a la peluquería. Esa noche quería dar una sorpresa a sus padres, a Marisa y a Julián durante la cena, por eso concertó la cita lo más tarde posible. No obstante, le contó a la pareja de su madre lo que iba a hacer, aunque la sorpresa se mantendría también para ella.

En ese momento entró Marisa en su habitación tras llamar. Cerró la puerta y se sentó en la cama cerca de Raquel. De fondo se escuchaba La flaca, de Jarabe de Palo.

—Me encanta Jarabe de Palo —comentó la rubia con una sonrisa—, aunque hace tiempo que no escucho sus canciones.

Raquel se incorporó y se sentó con las piernas cruzadas. Dejó el móvil sobre la cama con la pantalla bloqueada.

—Ha dado la casualidad de que ha salido en el modo aleatorio —aclaró la chica. Luego añadió—: ¿Qué tipo de corte crees que me sentaría bien?

Alargó un poco el brazo y cogió el móvil de nuevo. Lo desbloqueó y le enseñó la primera de las fotos que había seleccionado. El largo era hasta los hombros, quizá un poco más. Marisa observó la foto durante un rato, como si quisiera imaginarla con ese mismo corte.

—¿Has pensado en cortártelo por encima de los hombros? —sugirió, cogiendo un mechón de Raquel y señalando cómo sería el resultado final—. Creo que te quedaría de escándalo.

Ella observó el mechón como pudo y después volvió a mirar a la que consideraba como una segunda madre.

—De hecho también he visto algunos cortes de ese tipo. —Buscó la imagen en su teléfono y al encontrarla, se la mostró—. ¿Algo así tal vez?

—¡Sí! Exactamente así —confirmó Marisa.

La canción cambió por Agua, del mismo grupo, y ambas permanecieron calladas mientras escuchaban los primeros acordes. Cerraron los ojos a la vez disfrutando de la combinación de la música y la voz del cantante, y recordando vivencias pasadas.

—Es una lista que tengo en Play Your Music con canciones del grupo —puntualizó Raquel una vez que volvió a abrir los ojos.

—Es una buena lista de reproducción. ¿Me la pasarías por Showface? Sería un placer tener tu selección de canciones favoritas.

—Por supuesto, puedo hacerlo ahora y así no se me olvida. —Con la mirada fija en el móvil, salió de la galería y se metió en la aplicación para copiar el enlace de la lista. Una vez hecho, entró en Showface y se lo pasó por privado—. Ya está.

—Gracias, cariño. —Esbozó una sonrisa—. ¿Quieres que te acompañe hasta la peluquería?

—¿Y mi madre?

—Está ocupada con la tortilla para esta noche. No paró hasta que Julián aceptó que aportara algo…

—Vale, pero no le diremos a dónde vamos. Por el camino ya pensaremos en una mentirijilla para que nadie sospeche.

—Exacto —coincidió Marisa con una risita y un guiño.

—Voy a vestirme y nos vamos ¿vale? —anunció la chica.

—Claro, te espero en el salón. De paso iré a ver si tu madre necesita ayuda con algo.

 

···

 

—Ya hemos terminado —indicó la peluquera—. ¿Cómo te ves?

Fue en busca de un espejo para dárselo de forma que pudiera verse el peinado por detrás. Raquel se levantó del asiento, se giró hacia la mujer y cogió el espejo. Tras colocarse de espaldas al espejo frente al que había estado sentada, subió el pequeño y lo puso de forma que pudiera apreciar bien el cambio de su cabello. Al ver tanto los reflejos como los pequeños caracoles que adornaban su pelo, sonrió. Marisa tuvo razón al decirle que probara a cortárselo por los hombros; se veía estupenda.

—Mejor de lo que ya esperaba —respondió.

—Me alegro. —La chica también sonrió.

—¿Cuánto es?

—Ven conmigo y te digo.

Raquel la siguió hasta el mostrador y pagó en cuanto la peluquera le dijo lo que costaba todo lo que se había hecho. En cuanto salió del lugar, miró la hora en su móvil y se dio cuenta de que era más tarde de lo que esperaba. Sin embargo, no corrió, solo caminó un poco más rápido. Su teléfono empezó a vibrar y lo cogió al ver que era Marisa.

—¿Cuánto te queda? —La oyó decir en voz baja.

—Ya he terminado, voy de camino.

—No tardes mucho que tu madre me está haciendo muchas preguntas.

—Dile que nos veremos en casa de Julián.

—Está bien. Intentaré que estemos ya allí para que nos llevemos todos la sorpresa, aunque no sé si Ricardo ya estará allí o no…

—Da igual, vosotras intentad estar allí antes de que yo llegue.

—Vale. Te dejo que tu madre me va a pillar y entonces sí que va a sospechar.

—Hasta luego.

Y en cuanto Marisa se despidió también, colgó y se guardó el móvil en el bolsillo. Avanzó a mayor velocidad por la calle y giró al llegar a la avenida donde vivía. Mantuvo el ritmo, sin esforzarse demasiado, hasta que llegó al portal y sacó la llave. Justo al entrar, alguien llegó detrás de ella y le agradeció por sujetar la puerta.




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