Él no soy yo

Capítulo 5

El sábado de esa semana, Julián cogió la cámara y salió de su casa para hacer un reportaje fotográfico en el parque del Alamillo. Su idea inicial era enfocarse en las diferentes plantas del paisaje, aunque también había quedado en hacerle una sesión a una de sus modelos habituales. Fue caminando por Torneo hasta llegar a la Glorieta Olímpica y cruzar en dirección al puente del Alamillo. Bajó por la zona peatonal y en unos minutos ya estaba dentro del recinto. Se adentró en las profundidades y encontró una zona magnífica donde hacer la sesión con la chica. Por el momento, se encargó de fotografiar algunas de las plantas y árboles que había a su alrededor, así como los paisajes que sus ojos de fotógrafo captaban.

A la hora acordada, la modelo y su representante llegaron al parque. Él los recibió en la puerta y los condujo hacia la zona donde había estado con anterioridad. Había decidido hacer las fotos sin necesidad de los utensilios que tenía en su estudio. Quería aprovechar la luz natural. Había un pequeño puente en aquel camino y Julián le indicó a la chica que se colocara allí.

—Sé natural —indicó Julián.

La representante se quedó a un lado observando cómo su representada apoyaba los brazos la madera. La chica sonrió ladeando un poco la cabeza y mirando hacia el objetivo de la cámara. Julián disparó algunas fotos y ella se movió con cada haz de luz para cambiar su pose. Unos minutos después, el fotógrafo propuso un descanso y las dos chicas empezaron a hablar. Julián echó un vistazo a las fotos que había hecho. Todas eran maravillosas. Cuando la pausa terminó, volvieron al trabajo.

— ¿Os parece bien si nos trasladamos hacia allí? —preguntó él señalando hacia el lugar al que se refería.

Ninguna de las dos tuvo problemas, así que se desplazaron hacia una zona circular rodeada de árboles. La luz del sol aún seguía predominando, por lo que no se arrepintió de la decisión tomada. La representante se colocó al lado de Julián y, de vez en cuando, le hizo señas a la chica para que mejorara alguna pose ante la cámara. Él no dijo nada, la dejó hacer mientras él se encargaba de hacer su trabajo.

A lo lejos, Raquel y su madre se acercaban sin percatarse de la escena. Hablaban sobre el trabajo en la cafetería, que había sido agotador para ambas esa mañana. Marisa se había quedado allí trabajando con el resto de los empleados que tenían turno por la tarde y ellas habían aprovechado para dar un paseo por el parque. Julián reparó en ellas cuando estaban a unos metros y las saludó con la mano, interrumpiendo unos segundos la sesión fotográfica. Vio que la cantidad de fotos tomadas era suficiente y despidió a la chica y su representante.

—Te llamaré cuando tenga las fotos —fue lo último que le dijo a la mujer que había estado a su lado observando su forma de trabajar.

Ella asintió y las dos se marcharon cuando Raquel y su madre llegaron a su altura.

—Hola, chicas —las saludó.

—Hola, Julián —respondió al saludo Cristina—. Raquel y yo hemos venido a despejarnos un poco del trabajo de esta mañana. Marisa se ha quedado en la cafetería, está siendo un día bastante bueno.

—¡Eso es fantástico! —exclamó él, contento—. Yo estaba trabajando con una modelo que suele contratarme para hacer sesiones de fotos. Es maravillosa y fotogénica, un placer sacarle fotos.

Raquel, mientras tanto, no le perdía de vista. Estaba en silencio porque no tenía nada que decir.

— ¿Volvéis ya a casa? —preguntó él.

—Creo que sí, no sé qué pensará mi hija...

—Sí, estoy cansada —afirmó Raquel.

—Entonces os acompaño —dijo Julián mirando directamente a Raquel.

No pasó desapercibido para ella su mirada.

—Está bien —dijo Cristina.

Los tres se dirigieron a la entrada principal del parque para volver por el puente que llevaba su nombre. Caminaron sin prisa ni pausa hablando de varios temas, aunque Raquel participó poco en las distintas conversaciones. Al menos, hasta que él mencionó los dibujos que había hecho de sus plantas. Cristina se detuvo a medio camino entre el puente y el edificio donde vivían para mirar a su hija.

— ¿Por qué no me habías dicho nada de eso? —No estaba enfadada, solo sentía curiosidad.

—Siendo sincera, se me olvidó ese detalle. El día que pasó llegué cansada de la facultad y los siguientes, ya sabes... Tampoco es algo que deba contarte, ¿no? —respondió.




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