Hacía mucho tiempo que Raquel no se levantaba de la cama con esa sensación de tranquilidad. Volver a sentirse bien consigo misma meses después de la ruptura con Pablo era algo que llevaba tiempo deseando. Era posible recuperarse después de mucho tiempo sufriendo, desde ese momento lo supo. Salió de la habitación y fue directa hacia la cocina para preparar y tomarse el desayuno. Minutos después estaba sentada en la mesa del comedor con el café y un plato con una tostada de aceite y jamón serrano. Cuando terminó, se duchó y lavó los dientes, eligió la ropa que se pondría, y dejó su pelo suelto. Salió de casa con un bolso en el que cabían sus utensilios de dibujo y bajó hasta la zona del patio. En lugar de quedarse en la zona de la entrada, se adentró un poco más para sentarse en una parte tranquila. Colocó el bolso en el suelo, sacó el bloc que contenía el folio con el dibujo de Julián y dejó su estuche de colores frente a ella, también en la superficie. Poco a poco, coloreó el espacio vacío que rodeaba el dibujo con tonalidades azules y quedó realmente maravillada al ver cómo iba quedando. Admiró el resultado final como si hubiera sido su mayor obra en años.
Al terminar, recogió sus cosas y se levantó del suelo con una sonrisa. Estaba siendo una mañana productiva y quería aprovechar para adelantar un poco del trabajo de fin de grado. Avanzó por el camino del patio que iba hacia los ascensores, giró a la izquierda y, al llegar a la puerta del elevador, pulsó el botón. Un sonido de unos segundos avisó que ya estaba en la planta baja antes de que las puertas se abrieran. Pensó en entrar, pero sus ojos encontraron la figura masculina de su vecino y la vergüenza volvió a ella al recordar lo ocurrido días anteriores. Quiso disculparse, pero la voz no le salió cuando Julián le dedicó una sonrisa al salir del ascensor.
—Hola, Raquel —saludó.
Ella sonrió también.
—Hola. —Calló un momento y pensó rápido antes de volver a hablar—: Oye, yo quería... Pedirte disculpas por lo de la otra vez. No sabía que eras fotógrafo...
Él abrió los ojos un poco más ante sus palabras, hasta que recordó aquel momento en el que ella le enseñó sus bocetos.
—No tienes por qué hacerlo —aseguró Julián—, sé que no lo dijiste con malas intenciones. Además, siento mucho respeto por tu arte y a mí me cuesta más plasmar algo en un dibujo que realizar un buen encuadre en una fotografía.
La chica quedó maravillada con las palabras de su vecino. Su madre tenía razón, no se lo había tomado mal, pero aún no lo conocía bien para haber sabido que así sería.
—¿Has hecho algo con los bocetos? Me gustaría poder verlos —se interesó él.
Raquel sintió que sus mejillas ardían. Lo único que había hecho en esos días fue dedicarse a dibujarle a partir de los bocetos, no había hecho nada con los de las plantas.
—La verdad es que no —respondió ella—. Si quieres, te aviso cuando tenga algo...
—Te tomo la palabra —dijo Julián guiñando un ojo—. Tengo que irme que llego tarde, ya nos veremos por el bloque.
Se despidió de él con la mano y volvió a pulsar el botón. Las puertas se habían cerrado.
···
María José y Julián pudieron organizar la exposición para que estuviera lista ese mismo domingo. Ella se encargó de acondicionar la sala y él de tener las fotos listas para ser expuestas. Sus nervios estaban a flor de piel porque nunca había pensado en hacer algo así. Se arriesgaba a que menospreciaran sus fotografías o su profesión y eso le había estado consumiendo desde que la propuesta fue aceptada por la mayoría de los vecinos. Tras dejar todo preparado, subió a su casa para cambiarse y esperar paciente a que la hora llegase.
Horas después, sobre las cinco de la tarde, Julián bajó y encontró a la presidenta de la comunidad esperándole en la puerta de la sala.
—Mucha suerte, esperemos que esta sea la primera de muchas otras —le deseó María José.
—Esperemos... —coincidió él.
Abrieron la puerta usando la llave que solo tenía la presidenta y encontraron todo tal y como lo dejaron hace horas. Las fotos, de diferentes tamaños, estaban enmarcadas y colgadas en la pared. Solo habían dejado una mesa y algunas sillas para que las personas mayores pudieran sentarse si era necesario. En la mesa, Julián depositó algunas tarjetas de visita por si alguien estaba interesado en su trabajo. Poco a poco, los vecinos fueron llegando y entrando para ver las hermosas fotografías que cuidadosamente había elegido para la ocasión. Cuando todos los vecinos estuvieron presentes, él se acercó a todos uno por uno, o en pequeños grupos, para resolver dudas o explicar el significado o contexto de la foto. Algunos se asombraban por lo que Julián les contaba, mientras que otros solo sonreían o directamente no decían nada al respecto.
#1038 en Novela contemporánea
#4973 en Novela romántica
superacion personal, diferencia de edad, relacion sana y amor a fuego lento
Editado: 17.06.2020