Ambos callaron durante unos segundos mientras contemplaban la foto. La expresión desgarradora de la protagonista provocó que Raquel se sintiera identificada con la foto. En el pasado, por desgracia demasiado cercano, se había sentido así y entendía a la perfección su significado, incluso antes de que él lo explicase. Su expresión varió a una más sombría al recordar esos malos momentos. Julián, lejos de ignorarlo, se percató del cambio.
— ¿Ocurre algo? —indagó. Ella sacudió la cabeza sin decir nada. Al ver que no lo haría, él añadió—: Si te apetece, puedo hacerte un pequeño tour para las fotos, así te explico un poco lo que quise reflejar con cada una. ¿Te parece bien?
Raquel le observó y asintió. Durante varios minutos, acompañó a Julián por la sala mientras él comentaba, a veces solo para ella y otras para que el resto también le escuchara, su interpretación de las fotos. Al ver la imagen de una chica mirando fijamente a la cámara con una sonrisa, se imaginó a ella misma posando para él. No le gustaba hacerse fotos, pero la escena que se dibujó en su mente no le resultó desagradable.
—Y esta es la última foto —anunció Julián con expectación al llegar a la última—. Quise mostrar el amor fraternal entre una madre y su hijo. Sus miradas lo dicen todo ¿no te parece?
Raquel observó la foto bien enmarcada y la imagen de una mujer de unos treinta años con un niño que rondaría los cinco. Ambos estaban de perfil y se miraban con una devoción que provocaba ternura. La misma devoción que ella sentía hacia su madre desde que tenía uso de razón.
—Estoy completamente de acuerdo —respondió ella—. De hecho, me recuerda mucho a la relación que siempre he tenido con mi madre. —Giró su rostro para mirarle y le descubrió haciendo lo mismo—. Eres increíble… Un fotógrafo increíble.
Él sonrió sin dejar de observarla, hasta que sus ojos volvieron a la foto. Raquel, por su parte, contempló el perfil de su acompañante y pensó en diversos bocetos que podría hacer sobre él. De hecho, estaba tan inspirada que deseaba regresar a su casa para ponerse a ello. No obstante, esa vez intentaría no hacer uso de los anteriores bocetos que tenía, aunque sería difícil no recurrir a ellos. Cuando volvió a la realidad, Julián estaba a un lado de una mesa y se acercó para ver qué había. Varias tarjetas de visita estaban desperdigadas por el mueble. Raquel acercó la mano hacia una que tenía cerca y la cogió para guardarla, no sin antes observar con atención lo que ponía. En ella rezaba su nombre y primer apellido, Julián Santos, y su profesión. Al darle la vuelta, vio también las redes sociales, un correo electrónico y un número de teléfono. No pudo asegurar si tendría uno aparte para su trabajo o si usaba el personal también para que sus potenciales clientes contactaran con él. A su lado apareció Cristina, quien también cogió una de las tarjetas de visita. Cuando la guardó, sonrió a Julián y él le devolvió la sonrisa dándole las gracias de manera silenciosa.
El tiempo pasaba y la exposición llegaba a su fin. Poco a poco, la sala se fue despejando hasta que solo quedaron Cristina, Marisa, Raquel, Julián y María José. Las dos primeras seguían contemplando las fotos, maravilladas, mientras que María José permanecía en la puerta y Raquel y Julián se miraban de vez en cuando.
—Julián es un artista de los pies a la cabeza —comentó Cristina mientras admiraba una de las fotos, la de la chica sonriente que miraba a cámara—. Sabe captar bien el momento.
Marisa solo asintió y su pareja dirigió sus ojos hacia ella. Sin embargo, otra escena llamó su atención: su hija mirando de vez en cuando al vecino. Una idea cruzó su mente, aunque no podía asegurar que su suposición fuera cierta.
···
Esa noche, Raquel se quedó hasta tarde dibujando. No podía dejar escapar a sus musas, aunque al día siguiente tuviera clase. Lo bueno, además, era que no tenía que levantarse pronto. Recordó sus facciones varoniles y sus ojos cada vez que la miraba. ¿Conseguiría reflejar bien lo que había visto aquella tarde en ellos? En un descanso, se levantó para ir al cuarto de baño y a por un vaso de agua. Cristina, al oír que la puerta de la habitación de Raquel se abrió, aprovechó para indagar un poco más. Deseaba saber si su hija tenía algún tipo de interés por Julián y, para ello, tenía que hacer algo que siempre había detestado: invadir un poco la privacidad de Raquel. Entró en la habitación y se acercó a la mesa. En ella encontró los diferentes bocetos que su hija había hecho del vecino, el nuevo dibujo que había empezado y la tarjeta de visita que había conseguido en la exposición. Cristina sonrió. Al fin y al cabo, no estaba todo perdido para Raquel. Salió de la habitación y se acostó en la cama al lado de Marisa antes de que la chica volviera con el vaso de agua.
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Editado: 17.06.2020