Ella abrió sus ojos, ya sin eso grandes y miró a Makar confundida.
— N...no, ¿qué dices?, claro que no.
Se cubrió los ojos con la mano. De sus hombros cayó aquella misma Gran Muralla China, que Kravchenko le recordó hoy.
«Ya. Vete, Makar. Supiste lo que querías, ahora vete".
Pero no fue a ninguna parte. Levantó la cabeza y miró a la chica acurrucada en la esquina de la cama. Por dentro, todo gemía y aullaba: ¡vete, idiota! Sin embargo, otra cosa también allí en su interior, solo que más profundo, lo detenía.
Miró sus rodillas apretadas, su labio mordido, sus dedos apretados convulsivamente y sintió que la sangre comenzaba a bullir en sus venas.
"Mak, no seas tonto, vete antes de que sea demasiado tarde..."
— Entonces dime, Eva, — comenzó suavemente, acercándose, — dime por qué no te resististe. No recuerdo bien lo que pasó por la noche, pero a ti te recordé y recordé que tuvimos sexo. Pero no recuerdo que te resistieras, no, no hubo tal cosa. No me hubiera lanzado sobre ti sin ningún motivo, había un estimulante en el champán que bebí. Ruslan te lo mezcló para que te me entregaras. Pero tú no tuviste tiempo de beberte el champán, así que, ¿por qué te entregaste, Eva?
— ¿Qué estimulante, Makar? — ella parecía asustada de nuevo, y él se excitaba más y más.
— ¿Necesitas el nombre del estimulante? Puedes preguntarle a Ruslan, pero yo quiero saber por qué no me golpeaste la cara con una botella o la entrepierna con la rodilla. Te juro que hubiera sido suficiente para desconectarme. Yo estaba borracho como una cuba, ¿te era indiferente cómo sería tu primera vez?
Se sentía enojado y al mismo tiempo no entendía por qué. Como si no fuera él quien la hubiera privado de su virginidad, sino ella a él, pero lo que ella le permitió hacer consigo lo ponía al rojo vivo.
— ¿La primera vez? — En sus grandes ojos brilló una mirada de desconcierto. — Tú... tú no eres mi primer hombre, Makar, ¿por qué piensas así?
Ella se levantó, caminó tranquilamente hacia la ventana y se paró de espaldas hacia él con las manos cruzadas sobre el pecho. Miraba esa espalda derecha y no sabía por qué de repente le había venido a la mente la comparación con una cuerda estirada que estaba a punto de estallar por una tensión extraordinaria. Y luego se dió cuenta, ya con tardanza y se le oscureció la vista.
¿Cómo es que no es el primero? La siguió y giró a Eva hacia sí. Ella abrió los brazos, pero de inmediato cruzó las piernas, como si se estuviera cerrando. La barbilla alzada, sus ojos lo miraban con desafío, puede poner en dudas a cualquiera.
— Eva, no me enojes, — advirtió de manera tranquila, cerniéndose sobre ella y apoyándose con una mano en el alféizar de la ventana y poniéndo la otra en la jamba, — ¿y la sangre, entonces de dónde salió? Tuve que tirar la sábana.
— Pero yo te lo dije, probablemente no lo recuerdes. Tuve mi período, pero casi se había terminado y pensé…
No la dejó terminar y le agarró los brazos, casi dislocándoselos en las articulaciones.
— Entonces, ¿lo hicimos de mutuo acuerdo? ¿Y qué, te gustó?
— Sí, todo estuvo muy bien. ¡Eres genial!
— ¡Genial! ¿Y por eso te escapaste en un taxi en medio de la noche? ¿Por qué no te quedaste hasta la mañana? Pudieramos haber continuado, ya que yo soy tan genial.
— Recordé que tenía un pedido urgente para el lunes, tuve que irme. Pero me sentí mucho que tuve que dejarte, — respondió sin pestañear, y Makar apenas pudo contenerse para no estrangularla, incluso se balanceó hacia adelante.
¿Y por qué esto lo molesta tanto? ¿Tal vez debieron haberme inyectado un par de cubos más de suero? ¿De otra manera cómo explicar que la sangre corra como loca por sus venas, que el corazón lata tan fuerte que está a punto de perforar el pecho, que la respiración jadee? Todo lo demás está listo para el combate, y si Eva continúa apretando sus rodillas y mirando a Makar con el ceño fruncido, entonces…
"Mak, no seas tonto, vete de aquí rápido, de lo contrario..."
Una vez más, ignoró los gritos internos y se inclinó aún más hacia Eva.
— ¿Y por qué no lo comprobamos?, — entrecerró los ojos y casi see ahogó con el sutil aroma a mujer que lo golpeó directamente en el cerebro.
— Compruébalo, — ni siquiera se movió, sólo levantó aún más la barbilla.
Y él, sintiendo que sus frenos internos volaban al infierno, la levantó y la sentó en el alféizar de la ventana. Se adhirió a ella y se vió parecido a un tigre mordiendo el tierno cuello de un antílope capturado.
Metió sus manos en el pelo liso y espeso y lo estiró en la nuca, luego se separó de ella e hizo que lo mirara a los ojos, escrutando él mismo sus pupilas dilatadas.
Aunque sea algo debe leerse en ellos. Ver asco y aprensión si ella lo engañó. O satisfacción y triunfo, si Alena le dijo la verdad, y Eva se enamoró de él.
Nada. Allí no había nada. Sólo dos abismos llenos de niebla matutina.
— Bésame, — no le pidió, sino le exigió, apretando aún más el pelo.