La legitima esposa del Jeque y rey de Hazar, veía como su marido tomaba en brazos a una mujer que no era ella, una más de su harén.
Las lágrimas se arremolinaban en sus ojos y supo que nunca sería importante para él, solo una más -pero con un poco de más importancia que sus amantes- de su cerrado y privilegiado harén. Alguien a quien no amaba ni a amaría nunca. Solo era su esposa legítima, la cara bonita y orgulloso trofeo.
Sentía las náuseas que el hijo en su vientre provocaba y que se juntaba con el asco de ver a su marido irse a la cama con otra. Aun no le había dicho que estaba encita, y jamás lo haría, sería un secreto que se llevaría a la tumba, pues lo dejaría.
Ya tenía todo planeado, solo era de ejecutarlo.
Su gran sirviente y amigo al llevaría al país más lejano posible, uno que no tuviera ningún tipo de contacto con Hazar. Ese que sería su nuevo hogar.
Pronto serían felices. —prometió a su hijo acariciando su vientre.
Pronto…