Después de terminar de vestirme, bajo las escaleras llevando un pantalón de jeans ceñido a mis caderas, una blusa blanca hasta los hombros, con mi cabello suelto, una bolsa y unos zapatos blancos haciendo juego, quiero impresionar a todos, incluyendo a Daniel... Espera… ¿por qué demonios quiero impresionar a ese idiota? Realmente estoy volviéndome loca, jamás me quedó mejor el apodo que inventó Daniel para mí.
Nadie en su sano juicio podría decir que no soy bonita, sino todo lo contrario, debo reconocer que los hombres me halagan constantemente. Pero no siempre fue así, en la escuela la situación había sido muy diferente, era conocida como la chica nerd, la patito feo, de la que ningún chico se daría vuelta para mirar, pero eso no me importaba, yo solo tenía ojos para una persona, que luego me humilló y ese amor se convirtió en un profundo odio, imposible de disimular hasta el día de hoy.
Se podría decir que ahora estoy en muy buena forma, he cambiado mis hábitos alimenticios, disfruto de mis sesiones de gimnasio y salgo a correr todas las mañanas para liberar tensiones. Eso hace que tenga una figura envidiable. Ahora sí, los hombres se dan vuelta para mirarme y se quedan embelesados, con la boca abierta.
Pero debo entrar en razón, volver al planeta Tierra y olvidarme de Daniel, estoy aquí para organizar la fiesta de mi mejor amiga, no para volver a ser humillada por ese idiota.
Finalmente, camino hacia el comedor. Al llegar, los padres de Emily se acercan a abrazarme y me enseñan el lugar que ocuparé en la mesa, una hermosa mesa servida con la mejor vajilla de la casa, guardados para impresionar, como en estos momentos.
—Sarah, estás hermosa... ¿Cuánto hace que no te vemos? —pregunta la mamá de Emily, Loreley.
—Exactamente unos 11 años, con Emily nos encontrábamos seguido porque íbamos a la misma universidad.
—Sí, lo sabíamos, fue el destino que quiso que estén juntas otra vez, ¿cómo están tus abuelos? —esa pregunta sabía que la harían… y no puedo disimular mi pesar, por lo que Loreley se da cuenta.
—Mis abuelos fallecieron —digo con tristeza en la voz—, mi abuelito en la pandemia por Covid y mi abuelita este año, tenía Alzhéimer.
—Oh, lo siento, Sarah —Loreley se acerca y vuelve a abrazarme—, has sufrido mucho, mi niña. Quiero que sepas que esta siempre será tu familia, nunca lo dudes —siempre tenía en mis recuerdos que los padres de Emily eran excelentes personas y realmente no han cambiado en absoluto, a pesar de los años.
—Espero que te guste lo que preparamos en tu honor, Sarah.
—Muchas gracias, Loreley —exclamo un poco avergonzada, siempre fui bastante tímida, nunca me gustó ser el centro de atención, más bien, si fuera por mí, pasaría desapercibida, pero con este cambio de imagen es imposible.
De repente, un joven alto, moreno, de ojos verdes y dueño de una hermosa sonrisa mostrando sus dientes blancos, se acerca a la mesa y saluda a Loreley, tomando su mano para besarla con delicadeza. Se acerca a mí y tiene el mismo detalle, dejándome realmente sorprendida, hacía mucho tiempo que no conocía a un hombre tan caballeroso:
—Hola... tú debes ser Sarah —saluda con una hermosa sonrisa en los labios, bastante magnética, por cierto—, mi nombre es Lucas Montenegro, soy el prometido de Emily —ahora entiendo por qué mi querida amiga cayó rendida a sus pies, es que cualquier mujer lo haría.
—Mucho gusto en conocerte, Lucas —saludo devolviéndole la sonrisa, debo reconocer que me cae muy bien y eso no pasa a menudo—. Emily, tú y yo debemos tener una charla, quiero que su boda sea la mejor del siglo.
—Y si Emily no ha exagerado en tu talento, estoy seguro de que lo será —pero en ese momento se escucha una sonrisa burlona a nuestras espaldas y ambos miramos en esa dirección… en dirección a Daniel.
—¿De qué te ríes? —pregunto furiosa, fulminándolo con la mirada—. Cuenta el chiste para todos, así nos reímos contigo.
—Ay, querida Sarah, ¿de verdad podrás organizar esta boda sin tu noviecito?
—Espera… ¿Qué necesito, Roger? —digo riéndome a carcajadas, realmente fue un comentario muy divertido y más viniendo de él… si quería hacerme sentir mal, no lo consiguió—. Te aseguro que es al revés.
—No creo que sea tan malo, organizó la boda de la hija del presidente —añade devolviéndome la mirada.
—Organicé, querrás decir... solo que Roger Eventos se quedó con el crédito —confieso, dejándolo sin palabras.
—Estoy segura de que Sarah es igual de talentosa que su madre —comenta Loreley con ternura, para desviar la tensión.
—Lo es, mamá. ¿Por qué piensas que la contraté para que sea mi wedding planner? No solamente porque es mi mejor amiga, sino porque sé que puede organizar la boda de mis sueños.
—La boda que te mereces, por ser la reina de mi vida —exclama Lucas, muy enamorado, tomándola de la mano por debajo de la mesa.
Realmente estoy sorprendida, no puedo dejar de mirarlos, se los ve tan enamorados. Jamás nadie me miró como Lucas mira a Emily, con ese amor que traspasa sus propias almas. Y aunque quisiera que alguien me mirara así algún día, estoy muy feliz por mi amiga, ella se lo merece por ser una persona tan especial.
La cena se desarrolla con total tranquilidad, Daniel no ha vuelto a meterse conmigo, lo que es un gran avance, seguro Emily habló con él.
Pero pasada la medianoche, ya dormida en mi habitación, siento que mi celular comienza a sonar insistentemente y, sin mirar de quién se trata, contesto la llamada:
—Hola, Sarah... hasta que por fin contestas.
—Lo siento, estaba durmiendo, ¿quién... —pero inmediatamente reacciono y me doy cuenta de que es la voz de… Roger