El Odioso Hermano De La Novia

Capitulo 13: "Necesito Que Finjas Ser Mí Pareja"

Al parecer, será otra noche desvelada. Mi ansiedad y desesperación hacen que no logre cerrar los ojos. Lo intento todo, desde música relajante hasta meditaciones guiadas, y nada funcionó. Lo mejor será volver al viejo método: una taza de leche caliente me ayudará a conciliar el sueño.

Me levanto de la cama, me pongo mi salto de cama, ya que el pijama que llevo puesto es bastante infantil y cualquiera podría burlarse, y camino hacia la cocina.

Pero parece que esa noche todo está destinado a fracasar para mí. Esa noche, Daniel también sufre de insomnio y está sentado en la isla, tomando una taza de leche.

Aunque sé que debo hablar con él, no es el momento. Aún tengo un día para que Roger aparezca por la casa, un día para que Daniel encuentre otro motivo para reírse de mí y volver a humillarme. Estoy por salir huyendo, intentando pasar desapercibida, pero lamentablemente sería muy mala como espía, porque Daniel me descubre y no me queda otra alternativa que dar la cara:

—Ven aquí, Sarah, no seas tan cobarde... —exclama, no tan divertido.

—No estaba huyendo, yo solo...

—Siéntate, te prepararé una taza, aún está caliente.

Debo mirarlo dos veces; algo muy extraño hay en él. Lo conozco demasiado, a pesar de que no nos hemos visto en años. Solo han cambiado nuestras apariencias, porque en actitudes y personalidades ambos seguimos siendo los mismos.

—Gracias, pero... ¿cómo sabías que...

—Te conozco más de lo que crees, Sarah... recuerda que fuimos novios más de seis meses, sé todo sobre ti, como seguro tú sabes todo sobre mí —esa confesión me deja perpleja y pensativa. Quizás es verdad lo que dice Emily, ambos deberíamos hablar, dejar las cosas bien entre nosotros. Éramos unos adolescentes, muy inmaduros en esa época.

—Aunque, en realidad... creo que no conozco todo sobre ti. Sé que en ese tiempo me ocultabas algo, nunca supe qué era —seguro habla sobre los problemas que tenía en casa con la violencia de mi padre—, pero eso quedó atrás, ¿verdad? Ahora somos adultos responsables que deben dejar de comportarse como dos adolescentes.

Algo raro está ocurriendo en Daniel, y debo averiguar qué es.

—¿Estás bien? —pregunto preocupada, mirándolo a los ojos.

—Lo estaré, no te preocupes… —dice, tomando un sorbo de su leche, cortándome en seco.

—Entiendo que no quieras hablar conmigo, pero... yo sí necesito hablar contigo —añado, armándome de valor, sintiendo un calor que me recorre por todo el cuerpo, seguro son los nervios, o eso creo.

—¿Sucede algo con el tema de la boda? —pregunta sin dejar de mirarme a los ojos, por eso debo decirle la verdad, se daría cuenta de que estoy mintiéndole.

—En realidad... no se trata de la boda —estoy intentando encontrar las palabras para que Daniel no me mire como si estuviera recién salida del manicomio—. Estoy loca, lo sé, y puedes decir que no si quieres —añado nerviosa.

—Bájale a la ansiedad y dime, ¿qué sucede? —debo reconocer que su tono suena a una persona que está preocupada… ¿Daniel está preocupado por mí? No lo sé, y no quiero pensar en eso o voy a terminar por volverme loca del todo.

—Se trata de Roger Morgan... —digo sin más, al fin y al cabo no es la primera vez que hablamos de él.

—No me digas que... —dice, entendiendo la situación.

—Mañana llegará a la ciudad y, una vez que se instale en el hotel, vendrá por mí, y tú recuerdas que… —estoy tan nerviosa que no me salen las palabras, me tiemblan las manos y tengo un revoltijo en el estómago que no me deja probar bocado.

—Sí, Sarah, recuerdo perfectamente que le mentiste, pero no sé qué quieres que haga al respecto… —responde mirándome a los ojos, buscando una respuesta.

—Necesito de tu ayuda, Daniel...

—La verdad es que... no se me ocurre cómo podría ayudarte, más que darle una golpiza y echarlo de esta casa.

—Daniel... yo... necesito que... finjas ser mi pareja —confieso avergonzada, sin medir las consecuencias de lo que esto podría traerle a él.

Alzo la vista, esperando una respuesta inmediata, pero no la hay.

Daniel se queda en silencio. Su rostro se endurece, su mirada se vuelve indescifrable y, por primera vez en toda la noche, no parece tener una respuesta preparada.

El aire se vuelve pesado, difícil de respirar.

Trago saliva, consciente de que acabo de cruzar un límite del que ya no hay regreso, y que, diga lo que diga, nada volverá a ser igual entre nosotros.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.