Lejos de aquella ciudad iluminada y con una mancha de tristeza en una clínica se encontraba una chica pequeña, con lentes y mejillas rojas, sin deseos de enamorarse, con hambre de libros, no era tan alta, era delgada y de piel morena con un toque rosado en su rostro que le hacía lucir fenomenal, esta chica acababa de despertar, en su cama se encontraba un libro pequeño a punto de caer por el filo de las sábanas, en un movimiento algo torpe esta chica se lanzó sobre la obra literaria y la logró agarrar, apoyándola en su pecho con aires de alivio cerró los ojos y pensó en lo desastroso que fuese una página doblada o un poco de tierra en aquel libro que tanto amaba, pues se trataba de un libro de magia que lo llevaba desde pequeña consigo misma, este libro le motivaba a seguir adelante.
Sus brazos eran tapados por unas mangas de color gris y le encantaba usar blusas moradas con una falda azul, sus rodilas eran marcadas con unas cicatrices que se había hecho por una caída cuando intentaba bajar a su gato de un arbol, lo cual resultó demasiado gracioso, el minino saltó y araño su cara, entonces la chica cayó de trasero y al levantarse se cayó de rodillas y se rasmilló.
-No sé qué hacer si te pierdo-le dijo al libro mientras abria a este desde la última página y leía la nota que en ella se encontraba.
¨Hola, la verdad no tengo ni la menor idea de quien eres, pero necesito contarle algo a alguien y bueno, tú eres la persona condenada a escuchar mi historia, si es que la carta te llegó puedo afirmar que eres una de las mejores personas que alguna vez he de tener la dicha de conocer, tienes un don y tú eres la encargada de encontrarlo, aunque bueno, ese don ha de ser evidente para cualquiera que te rodee, no te conozco, quiero recalcar el hecho que no nos conocemos, pero gracias por no boar la carta y por leerla completa¨
-¿De quién cuernos es esta letra y esta carta?-esa era la pregunta que recorría la mente de la muchacha que siempre se sonrojaba al momento de leerla.
La chica curiosamente había recibido la carta de nuestro protagonista, estos estaban muy lejos, no se conocían, no sabías de su mutua existencia, no se podían ver ni nada por el estilo, sus vidas eran diferentes y sus condiciones también, uno por un lado era un chico que desde pequeño había vivido con su madre y con su padre lejos, ellos no se odiaban ni se habían divorciado, su padre era excelente, les daba todo y los amaba, por eso debía trabajar lejos para ganar dinero, por otro lado la chica vivió sin un padre que la amase, se refugiaba en los libros y en los hábitos solitarios que había adoptado, salir a caminar, ver a la ventana cuando llovía, ella hacía todo eso, adoraba ver la luna cuando esta estaba blanca en su totalidad, en la madrugada pedía deseos al sol, era una niña pero aún así era más madura que todo adulto aburrido.
Ambos sujetos en esta historia se encontraban a lo lejos uno del otro sin capacidad de comunicarse y mucho menos de verse, la carta que le había llegado a la chica era una mera casualidad y un error por part del chico, pero esa es otra historia. Volviendo a la escena de posición fetal en que se encontraba nuestro protagonista vemos que Jullisa intentando ayudarlo le abrazó con fuerza, los llantos cesaban de poco a poco pero el dolor en el pecho del muchacho seguía sin pasar y este aunque calmado seguía turbado y en shock por la noticia de la chica que lloraba en sus hombros humedeciendo la vata del chico desdichado.
Ambos recogieron la ropa de Antonio en la caja de la clínica y se dirigieron al parque donde se habían encontrado, en esta tarde los cielos no lucían tan relucientes como los de ayer y el olor que llegaba a la naríz del protagonista era el de monte y agua que humeecía la superficie nasal del muchacho que tristemente miraba su mano con cierta pena por si mismo y cierta paz puesto que n tenía familia y no quedaba nadie que le extrañase.
Si queremos saber la razón de la actitud del chico cabe recalcar que a la corta edad de siete años murieron sus dos padres en un accidente de motocicleta, ambos iban a una reunión de su hijo de la que se acordaron a último momento y en medio de la tarde lloviosa y resbalosa la moto en que se transportaban empezó a patinar y se dirigieron contra un carro blanco que desapareció sin dejar rastro alguno, el chico esperó por varios momentos en la oficina del director de su escuela y le informaron sobre la muerte de sus padres, curiosamente no gritó ni lloró, estaba calmado y le preguntó al director si podía participar para una beca estudiantil completa.
El muchcacho empezó a trabajar a los diez años y no podía pensar en tener a alguien que le acompañase durante su vida. Pero el último rezo por encontrar a alguien finalizó el día que conocío a la miesteriosa chica con mameluco en aquel parque, ellos eran completos extraños y ya se amaban, se escaparon del cuarto de hospital del chico y vieron las estrellas juntos, pero la chica le dio la información de su apresurada muerte.
-No me quiero ir aún- dijo el chico que con el corazón en el pecho rogaba no parar de respirar.
La chica no dijo nada, solamente callaba mientras con su boca intentaba no lanzar llantos.
-Lo siento...es mi culpa que pienses eso en este momento.
-¿Pensar en qué?-dijo el muchacho de forma intrigada.