El palacio de la no princesa

¿Que mierda pasa, donde me perdí?

 

— Cruzaste de un continente a otro solo porque la niña se perdió, padre pero que buen padre te has vuelto.

 — Axel, no comencemos, Por favor.

— Bien Layla, vamos a casa.

— Sí, señor Alfred.

— Que buena niña, hace un momento discutías sobre ir a la clase y ahora está toda dócil frente a tu señor Alfred.

— ¿Qué te pasa Axel? ¿la falta de sueño te está haciendo daño?

— Yo iré a clases.

— Axel, Axel ven aquí ahora.

Salió como loco, la verdad no entendí el arranque de su ira.

— Deric.

— Bienvenido señor.

—Quiero detalles, ¿Qué paso y si ya hay Culpables?

— Claro, señor haremos todo en nuestras manos.

— Por ahora, Ve y prepara todo para la pequeña.

— Sí, señor ya voy. Que este bien señorita nos vemos en casa

— Gracias Deric.

 

La verdad no sé qué fue todo eso, pero el señor Alfred parecía acostumbrado. Continúo hablando conmigo, espero que tomara un baño me cambiara, fue muy paciente la verdad es que el seguía recordadme a la abuela. El solo estar hay conmigo me daba algo de paz. Converso conmigo y con Celia de manera muy amena de camino a casa.

— Sube a tu habitación y descansa un poco. dijo el señor Alfred su voz era como la de un padre caiñoso.

—Si, Señor Alfred.

—Iré un momento al estudio, tengo una reunión, luego tomare un baño y almorzaremos juntos. ¿bien?

— Claro. Me sentía como si tuviera un padre.

— Celia acompáñala arriba, y luego tráeme un café ¿ya sabes cómo?

— Si, Señor.

— Celia ¿Qué pasas entre esos dos?

— Señorita descanse hablamos luego.

 — ¿Es una promesa?

— Si.

Me dejo en mi habitación y salió disparada a preparar el café. Al momento de Celia Salir olvido cerrar la puerta de mi habitación. Cuando me paraba a cerrarla. El olor del perfume del tarado llego hasta mí. Axel salía de su habitación.

— Hola. Dije con una voz de no a la guerra.

— Hola.

— ¿vas a clases?

— Si

— ¿Qué fue todo eso?

— Nada primita, lo siento, descansa. Como niña buena haz lo que se te pide.

— No soy tu primita.

— Bien, eres buena contradiciéndome, pero Papa habla y tu vienes corriendo y le das la patita.

— Axel ¿de qué hablas?

— De nada primita, ve a dormir un poco o el señor Alfred te dará palmaditas en la

— Axel, no te atrevas a faltarme el respeto.

— ¿No lo he hecho o sí?

— Idiota.

— Pasa buen día Primita.

— Que no soy tu prima.

No lo sé, pero el parecía distinto a lo que usualmente. Tengo que reconocer que me quede en casa porque no quería discutir con él, pero creo que él pensó que fue por el Señor Alfred. La verdad es que ellos tienen un conflicto fuerte y muero por saber cuál es la

Entre a mi habitación y fui a descansar un rato la verdad me sentía algo cansada pero no era nada físico creo que era más agobio mental.

Estado en mi cama agende mentalmente que debía llamar a Mey a Jack. Además, debía descubrir ¿porquien fui encerrada y por qué?.

No les tengo, miedo la vida no ha sido buena conmigo se defenderme  y muy bien usare mis puños de ser necesario. Pensando tantas cosas me fui quedando dormida.

¿Qué pasa? Déjeme, Ayuda, alguien. ¿Dónde me llevan? Abuela, abuela ayúdame. Ayúdame. Por favor no me encierren por favor no puedo respirar abuela ayúdame ayúdame.

 

— Laila, Laila ¿Qué te pasa? Despierta

Cuando abrí los ojos el señor se Alfred está allí junto a Celia se veía estresado y preocupado. Estaba asustada mis ojos estaban llenos de lágrimas.

 

— Señor Alfred

— Estarás bien linda, estamos aquí contigo, calma estarás bien.

Sus palabras parecían bálsamo en mí, volví a soñar eso otra vez la abuela siempre me consolaba casi con las mismas palabras. Estaba tan angustiada no podía para de temblar y llorar, pero las manos calidad del Señor Alfred en mi cabeza. Me acordaban a la Abuela era reconfórmate. Luego de un rato logro calmarme, su trato era amigable y compresivo.

— ¿Estás bien? Paso todo ya estamos aquí.

— Gracias, señor Alfred, estoy bien.

— Parece un sueño muy real y perturbador ¿quieres hablar de eso?

No dije nada, solo bajé la cabeza, no podía creer lo parecido a la abuela que es. El señor Alfred tiene esa capacidad para leerle el miedo a uno, aunque no le dije mi gesto dejo claro que no queria hablar ello y el no insistio.

—Calma, podemos hablar cuando desees, ahora vamos a almorzar juntos y hablemos de la escuela y las cosas nuevas que te han pasado.

— Si señor Alfred, ya bajo.

— ¿Te veo en el comedor entonces?

—Si.

Apenas salió, interrogue al Celia.

— Celia ¿porque el señor Alfred estaba en mi habitación?

— Yo subí para decirle que los almuerzo ya estaba casi listo . El señor iba por el pasillo hablando por el teléfono, cuando me escucho tratando de despertarla. entro deprisa al verla tan angustiada trato de despertarle, esta tan preocupado que olvido por completo el teléfono, lo ve allí está en su cama. ¿Debió ser un súper mal sueño?

— Lo fue, si… lo fue

— Vamos señorita levántese

— No me digas señorita. Creo que se percató de que mi mente se estaba cayendo otra vez en esa área oscura con la que sueño a veces.

— Bien, Laila, levántate.

— Si.

Me puse un pijama presentable y bajé a comer. El señor Alfred ya estaba en el teléfono me hizo una seña para que me sentara. Entre en el comedor y me senté.

Un momento después ya había colgado el teléfono. Comenzamos a comer y hablar hablamos de la abuela de sus ocurrencias. El señor Alfred tenia muchísimas anécdotas sobre él la Abuela. No parábamos de reír.

— Si una vez, me comí una tarta que había preparado para sus amigas en su tarde de bingo, la puso a enfriar en la ventana, me escurrí como pude y la tome me la comí, Creo que fue demasiado dulce para mi luego de comerla me quede dormido en el Jardín con la prueba justo alado de mí. Cuando abrí los ojos estaba allí parada frente a mí con los brazos en jarra. En aquel momento vi toda mi corta vida pasar frente a mis ojos, pensé que me castigaría. Pero único que dijo fue si quieres algo no debes robarlo, trabaja por ello y en su defecto pídelo no estoy criando a un ladrón, aunque aún glotón si, pinte la cerca todo el verano jjjjj fue el pastel más caro de la vida.




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