El palacio de la no princesa

Notas de amor

Cuando vi me celular tenía tanta llamada perdida, eran de Jack y Mey. No sé si debería llamarlo ahora, justo cuando acabe de pensar eso Jack me llamaba una vez más. Vi el celular sonar y no quería contestar, pero sé que si no lo hacía eran capaz de venir por mí.

— Hola Jack.

— Hola tú, te hemos llamado por mucho, ¿te está volviendo una chica de ciudad?

— He estado ocupada pero aun soy una chica del campo.

— ¿Qué te pasa?

Ese chico sí que es un caso serio me conoce hasta los tonos.

—Nada.

— ¿debo preguntar otra vez?

— En serio estoy bien.

— Lay. Puedes decirme lo que sea lo sabes.

Su palabra son el detonante, comenzó a sollozar, mi garganta era un nudo, no podía parar comenzó a llorar estaba muy mal.

— ¿Qué te hicieron? Iré por ti ahora.

— Estoy viendo en serio.

—Desde que llegaste a esa casa lloras mucho, te están robando la sonrisa.

— Aquí la tengo, soy fuerte nadie, me va a ahuyentar. Le conté todo lo que paso en la universidad, no le mencione nada relacionado con Axel y ese evento. Conociendo a Jack vendría aquí y lo golpearía.

— Demuéstrales que nadie ahuyenta a mi chica, pero eres fuerte, pero no tienes que ser fuerte conmigo. Tiene que contarme todo.

— Si lo hare.

— ¿Sabes que puedes contar conmigo?

— Si lo sé y gracias.

— ¿Estarás bien?

— Sí, no te preocupes.

— Lay eres un espécimen muy extraño, las personas logran quererte con facilidad, eras amada por los nerds y los populares, no muchas personas pueden decir eso, eres grandiosa puedes hacerlo.

— Lo hare. Descansare un rato te llamare mañana sin falta.

— Chao, no olvides que estoy aquí y que te quiero.

— También te quiero, adiós.

— Adiós.

Le colgué el teléfono. Cerré los ojos y me dije a mi misma en voz alta. No saldrá corriendo como si hiciste algo malo, el maldito de Axel va saber que no soy ninguna cosa. Idiota hijo de …

— Señorita Lay ¿está usted más calmada?

— Si, Señor Deric.

— Qué bueno saberlo.

—Gracias.

—¿Se ira?

— ¿Lo envió el señor Alfred?

— Una pregunta con otra, muy ágil o cobarde.

— Aceptare los de ágil.

— El segundo apelativo creo encaja perfectamente.

— ¿Está usted diciendo que soy cobarde?

— Si.

La verdad no esperaba una respuesta tan contúndete, Deric sí que no se anda por las ramas.

— Aun no contesta.

— No me iré nadie me hará retroceder no tengo miedo.

— No esperaba meno de usted.

— Siempre pareces tan sereno lo envidio.

—No, no debe parecerse a nadie, nadie es como usted, su forma de ser puede que sea más una ventaja.

—¿A qué se refiere?

—Desde que llego los días aquí han comenzado a

—Mejorar

—No diría eso más bien a cambiar.

— ¿Ósea que los empeoro?

— Claro que no, su escándalo despertara a más de uno aquí.

— Si usted lo dice.

— ¿quieres comer algo?

— Estoy bien.

— Pues la dejare, cualquier cosa solo llame. Haa y señorita Gracias.

— ¿Por qué?

— Aun no necesita saberlo.

Muchas cosas llegaron a mi cabeza, no sabia ni que pensar. Llegada la noche Celia sube a mi habitación a decirme que la cena estaba lista así que. Baje pensé que cenaría sola luego de tanto incidentes, pero el señor Alfred esta allí con su laptop sobre la mesa. Me hizo una señal para que me sentara y fui a sentarme. No su cara era seria y estaba hablando Frances.

— Laissons les choses ici, à demain à Paris. Ma secrétaire vous contactera.

— Celia.

— Si, señor ¿podrá llevar la laptop a mi habitación?

— Claro señor.

— ¿Estás bien?

— Si, estoy bien. Sus ojos eran compasivos y cuidadoso.

—¿Has tomado una decisión?

— No, sabía que hablara también francés, si lo aprendí hace muchos años, mi esposa lo amaba. Axel lo habla, con suma elocuencia y fluidez.

—Genial, me gustaría aprender algún día,

— Ven domingo a Francia conociéndote lo tendrás dominado en algunos días.

—No, me quedare aquí aprenderé lo que vine a aprender en la universidad.

—Axel estará aquí.

—No debe preocuparse por el ese… hijo suyo. No le tengo miedo.

—Lo sé, solo te voy a pedir que tengas paciencia, él ha tenido una vida dura.

— Bien, pero no le prometo no golpearlo si lo necesita.

—Puedes hacerlo siempre y cuando sea para defenderte.

— Gracias y como decía la abuela, que cada uno se defienda con lo que domina, la pluma, la espada, los puños cada uno es libre de defenderse con lo que domina.

—Si que lo decía, soy un hombre de la pluma y la palabra.

— Pero de la gran palabra.

—¿De dónde sacas eso?

— Lo escuche como le hablaba a Axel.

— Siento eso.

— No, no me ha escuchado peleo como camionero algunas veces.

— En serio, si y también como como uno.

— Eres hilarante, me voy mañana debo volver al negocio, pero te daré esto y esto.

— ¿Dos tarjetas?

— Si, una es una tarjeta de Crédito, úsala para lo que necesites y la otra es la tarjeta de contacto llámame a cualquier hora por lo que sea que necesites cuenta conmigo ¿de acuerdo?

— No necesito una tarjeta, estaba pensando en trabajar medio tiempo, así cubriría mis gastos.

— ¿Trabajaras?

— ¿Está prohibido?

— No, me encanta la idea solo que no sea nada muy pesado y que no te quite el tiempo de estudio.

— Bien.

— Bien, pero aun así conservaras la tarjeta solo por hay alguna emergencia.

— No, no creo necesitarla.

— Vamos debes escuchar a este pobre viejito.

— Chantaje

— Si, a mi edad es valido

— Bien la aceptare.

—Merci mademoiselle.

— Pour rien mon seigneur.

— Axel, ven cena con nosotros.




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