El palacio de la no princesa

Para comer aquí o para llevar?

 

— ¿podrías tocarla para mí?

—No, creo hace tanto que no toco un piano, debo estar mas que oxidado.

— amos, la abuela decía: Cuando aprendes algo que llega a tu corazón, jemas podrás olvidarlo.

—Podría escribir un libro solo con sus ideales.

— ¿Lo convencí? Digas si, vamos, solo un ratito.

— Lo hare, pero con una condición.

— Mmm, Bien le escucho. Dije suspicaz.

— Cuida de Axel, no es un mal chico y sé que debería ser opuesto el asunto de quien cuida a quien, pero en serio no es un mal chico. A veces es absolutamente obstinado, No es más que alguien con tanto talento, pero sin ni una pizca de humildad. Pero confió que aprenda de ti, lo que nunca poder enseñarle.

— Bueno, lo que me pide es mucho estamos hablando tarado mayor, no prometo cuidarlo, pero al menos no lo matare.

— Me parece un trato justo.

— Pues pague usted.

— Por supuesto señorita mía.

Cuando empezó a tocar me senté en el sofá y aquella melodía me lleno el corazón, era una canción: Alegre y triste, Sonaba como la alegría de una boda y la tristeza de un viudo. Cada nota fue envolviéndome y envolviéndome. Recordé yo vestida para ir a la iglesia con la abuela, la noche en la que lloré en su cama después de su muerte, Mi primera clase de secundaria y la fiesta de despedida de mis amigos. Esos sentimientos me fueron llevando y mientras escuchaba esa melodía, Caí dormida. Pero antes de dejarme arrebatar por el sueño profundo recuerdo una conversación. ¿tal vez solo soñaba?

— Hola

— Hola

— El piano ha vuelto a sonar.

— Si, toque para ella, es una gran negociante. La última vez que tocaste fue.

— Si, lo sé, no hay necesidad de hablar de eso.

— Qué raro tu sin tiempo para hablar.

— Vamos no comiences una discusión. No estoy de ánimo para eso. Además, hay que llevarla a su habitación.

— Bien, no te preocupes, yo la llevare.

— Por favor, cuídala bien.

— No lo prometo porque la verdad no se quien cuida a quien con ese carácter que tiene.

— Si, lo sé, es igual al carácter de ella.

— No recuerdo mucho. Creo que solo bloquee la mayor parte incluso las buenas para olvidar las malas.

— Buenas noches.

—Claro, evadir, al parecer hiciste lo mismo. Buenas noches.

El sol entraba radiante e imponente por mi ventaja. No tengo claro cómo, pero estaba en mi cama. Lo último que recuerdo fue al señor Alfred tocar el piano para mí. Lo que más me preocupaba y generaba curiosidad no era Cómo llegue allí sino como termine con un pijama. Muchas ideas llegaron a mi cabeza, pero las rechaces todas, me removí en la cama por esas ideas algo alocadas además quería eliminar algo de la pereza que sentía, tenía el habito de levantarme temprano no porque me gustara más bien porque era casi un sacrilegio para la abuela permitirme dormir hasta tarde.

Tomé mi celular y vi la hora, era temprano tenía tiempo suficiente para preparar algo de desayuno alistarme y salir a sin prisa a las clases.

Salí de la cama, recogí la maraña de pelo en un moño lo más decente que pude y me dispuse a salir en modo sigilo ninja, haciendo la menor cantidad de movimiento no entendía el porqué de mis actos, aunque para ser sincera no tenía ganas de ver o hablar con el mono neurona.

Cuando llegue a la cocina no había nadie, Cual era muy raro el señor Deric se levanta muy temprano. Haciendo uso de aquella dicha de tener cocina sola, puse la cafetera con el café. Mientras el café se alistaba, me hice con la mantequilla de maní y la mermelada de fresa, iba a prepárame unos emparedados de ricos como solo yo sabía prepara para la consentida de yo. Busqué el pan como loca en tola a la alacena hasta que al fin lo encontré estaba en la parte más alta de la misma. Ya veo el señor Deric hacia uso de su tamaño, pensé para mi viejo egoísta ¿Cómo se hacia la pobre de Celia entonces? Pero nada me quitara mi emparedado así que busqué la silla del desayunador, procedí a subir sobre ella y cuando la tuve, la caja de cereal se venía abajo, en un intento torpe por atraparla, pero el todo el equilibrio.

Apreté los ojos cerrados con toda la fuerza que una persona puede tener y solo los abrí para escuchar decir.

— Se puede ser torpe, pero es en serio abusas de ese privilegio.

Cuando mire su brazo se encontraba entre yo y el desayunador. Caí de pies junto a él, pero me hubiese dado un tremendo golpe a nivel de la espalda si su brazo es tuviera allí.

— te vas a quitar?

— Lo siento, dije casi sin aliento, trataba de alcanzar el pan.

— Si, si, si ya levántate.

— Lo siento, puse toda la sinceridad de mi cuerpo.

— No pasas nada, pero ya que me heriste casi de muerte es tu deber alimentarme.

— ¿Mi vida solo vale un emparedado para ti? Lo mire casi sin creerlo.

— No, pero debes comenzar pagando algo.

—Bien.

—Bien

Serví el café y preparé emparedado de mantequilla de maní con mermelada de fresa. Debieron ver aquello parecía un espectáculo, no soy una gran chef, pero preparo los mejore emparedado o eso decían Mey y Jack.

 




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