La mañana amaneció tibia, pero la atmósfera en la casa Varen era otra cosa: fría, tensa, desconocida.
Ethan apareció en la cocina ajustándose la corbata, esperando ver lo de siempre:
Lilly preparando el desayuno, moviéndose con suavidad para complacerlo.
Pero ella estaba de espaldas, sirviéndose una taza de café.
Sin sartenes calientes.
Sin tostadas.
Sin el ritual que él había llegado a considerar parte de su derecho.
—Te ves… distinta —dijo Ethan con un tono que intentaba sonar casual, pero no lo logró.
Había desconcierto. Incluso una pizca de incomodidad.
Lilly no respondió.
Tomó su taza y caminó hacia la sala para sentarse en el sillón.
Ethan frunció el ceño.
—¿No preparaste el desayuno?
Lilly levantó la vista, su expresión tranquila… demasiado tranquila.
—Me cansé. Siempre preparo desayuno que nunca comes.
El silencio fue un golpe.
Ethan lo sintió.
Era la primera vez en meses que ella le contestaba sin suavizarse.
—¿Qué te pasa, Lilly? —preguntó, cruzándose de brazos—. Estás… diferente.
Ella bebió un sorbo de café.
Miró la pantalla donde las noticias hablaban de la bolsa de valores.
—No me pasa nada. —Sus ojos, cuando lo miraron, no tenían brillo. Solo una calma glacial—. Me cansé. Eso es todo.
Ethan respiró hondo, irritado por no encontrar el botón que siempre usaba para someterla.
—Hoy llegaré tarde —dijo, esperando provocar una reacción—. Hay una cena importante.
Nada.
Ella no giró la cabeza, no preguntó, no mostró interés.
—¿No quieres saber con quién iré? —insistió él, casi incrédulo.
Lilly subió el volumen del televisor apenas un toque.
—No me interesa y si es con Clara… disfruten.
El comentario, dicho con una frialdad perfecta, le incendió el ego.
Antes de que pudiera explotar, su móvil sonó.
Su secretaria.
Ethan contestó, lanzó un portazo y salió sin mirar atrás.
*****
En el apartamento donde Ethan y Clara se veían, cuando ella abrió la puerta con una sonrisa estudiada, pero esta se borró al ver el estado de Ethan.
Había algo… distinto en él también: estaba inquieto.
—¿Qué pasa contigo? —preguntó Clara, sentándose junto a él.
Ethan se quedó callado unos segundos.
—¿No has notado rara a Lilly?
Clara sintió el golpe directo a su ego.
—¿Qué te importa cómo esté ella? —respondió con veneno.
—No dije que me importara —replicó él, pero su tono lo traicionó—. Solo lo dije porque… está distinta. Contesta. Me ignora.
Clara soltó una risa amarga.
—¿Y qué esperas?
¿Que esté eternamente agradecida?
¡Ella no sabe jugar este mundo, Ethan!
—No —dijo él, irritado—. Antes al menos preguntaba dónde iba.
Ahora… le da igual.
Clara se cruzó de brazos.
—Tal vez deberías preocuparte menos por Lilly y más por mí.
—Clara —Ethan suspiró, cansado—. No estoy hablando de sentimientos.
Hablo de… control.
Las palabras colgaron en el aire.
Clara se levantó furiosa.
—¿Control? ¡Ni siquiera controlas tu propia imagen pública sin arruinarla!
—¡Cállate, Clara! —Ethan se levantó también, más molesto por la pérdida de control que por sus palabras.
La discusión escaló.
Rencores ocultos.
Celos que Clara no admitiría ni muerta, jamás reconocería que en ese momento sentía celos de la estúpida de Lilly, alguien que no le llegaba a los talones.
*****
Esa noche.
Lilly dejó la casa sin despedirse.
Necesitaba aire.
Silencio.
Un lugar donde su existencia no fuera juzgada por su peso ni por su apellido.
Condujo hasta un mirador casi vacío, donde la ciudad brillaba como un mar de estrellas artificiales.
Compró cervezas y unos bocadillos.
Se sentó en el capó del auto, sintiendo el viento en el rostro.
Por primera vez en mucho tiempo… respiraba.
Y entonces lo sintió.
Como si su cuerpo lo supiera antes que sus ojos.
La presencia.
Lilly sonrió sin necesitar volverse.
Sabía que Tristan llegaría, sin que ella le escribiera, sin que lo invitará.
Él se acercó despacio, sus pasos sólidos, su olor a madera oscura y deseo envolviendo la noche.
—No deberías estar sola aquí —dijo él, suave, pero con un filo que derretiría acero.
Lilly se bajó del auto.
Sus corazones parecían haber pactado un ritmo silencioso.
Él estaba a pocos centímetros.
Ella podía sentir su respiración.