El plan de Lilly

Capítulo 18— El Cerco del Cazador

Tristan estaba en su oficina, mirando el sol recortar los picos de los edificios. La mañana iluminaba el inmenso despacho.

​Lucien entró con la tablet en mano, su expresión impasible, aunque los números que contenían eran cataclísmicos.

​—Señor, el informe de la mañana ha entrado. La negociación con el consorcio de Singapur de Edward Cavendish ha colapsado.

​Tristan tomó un sorbo lento de su café.

—Detalles.

​—La financiación de última hora que esperaban en Hong Kong no se materializó. Las acciones de la constructora Cavendish han caído un ocho por ciento. El coste total de la operación fallida, incluyendo penalizaciones y la devaluación bursátil, asciende a ciento veinte millones de dólares —recitó Lucien. El silencio en la sala era solemne.

​Tristan apoyó la taza en el escritorio. Una sonrisa fría, de absoluta satisfacción, se dibujó en su rostro.

​—Un precio bajo, ¿no te parece, Lucien? Edward tiene dinero de sobra. Pero no tiempo para recuperar esos 120 millones. Que sepa que el mundo puede volverse contra él por capricho.

​El secretario asintió, comprendiendo la oscura lógica.

—Esa cantidad es... significativa. La causa de la retirada de la financiación en Hong Kong es anónima. Nadie se atrevió a contradecir su orden, señor.

​Tristan no se inmutó. La pérdida de Edward Cavendish era el único mensaje que importaba.

​—Dile a nuestro equipo que el rastro se elimine por completo. Esos ciento veinte millones perdidos son el costo por haber hecho llorar a Lilly. Que Edward lo pague sin saber por qué.

​Se reclinó en su silla, la mirada fija en el cielo sobre la ciudad. Nadie más sabría la verdad de su venganza.

​—Y en cuanto a su empresa, sigue en pie solo porque ella aún tiene una absurda lealtad, Lucien. Si no fuera por su ruego, la empresa de los Cavendish estaría totalmente quebrada en cuestión de un día.

​Lucian asintió. La venganza de Tristan era un secreto destructivo que ahora compartían.

​*****

​Mientras tanto, en la mansión Varen, la atmósfera era cortante. Lilly estaba en la sala, leyendo un libro, pero la tensión que emanaba de Ethan era palpable.

​Ethan no había ido a trabajar. Estaba bebiendo whisky, con la tablet en la mano. La noticia de la crisis de liquidez de Edward Cavendish lo había sumido en un pánico frío. Sin la estabilidad de Cavendish, su propia empresa estaba en peligro.

​Pero la verdadera rabia de Ethan era Lilly.

​—¿Dime Lilly que diablos te está pasando? Ahora no.paras en casa ¿saliste anoche?—preguntó, su voz áspera, sin el disimulo habitual. La furia se debía a que ella se había negado a la intimidad dos veces en los últimos días, algo impensable, porque ella estuvo insistiendo en dormir con él.

​Lilly levantó la vista de su libro. Su calma era su nueva armadura.

—Me fui a cenar y a tomar aire. Te dije que no me sentía cómoda.

​—¡Me has rechazado! ¡A mí! —Ethan golpeó el reposabrazos del sillón. La frustración era el miedo a perder su control. Antes, ella rogaba por su presencia.

​Lilly sonrió sin alegría.

—Tienes razón. Me cansé de mendigar tu atención. Me aburri de estar revoloteando alrededor tuyo, esperando una invitación para cenar, para salir, pero me he dado cuenta, que puedo invitarme a cenar a mi misma.

​El argumento, que antes era una súplica, ahora era un hecho ineludible. La atención de Lilly hacia él ya no existía, y eso lo volvía loco.

​Se quedó en silencio, observándola. La figura curvy de Lilly, que antes despreciaba, ahora era la clave. Un hijo aseguraría la lealtad eterna de Edward y la sumisión de Lilly.

​Ethan guardó la ira. Una idea fría y calculadora se instaló en su mente.

​—Lilly —dijo con una calma ensayada que sonó más peligrosa que su furia—. Sé que hemos estado distantes. Me he enfocado en el trabajo, sabes bien como han estado las cosas —suspira —Pero... deberíamos tener un hijo. Un heredero.

​Lilly lo miró, su expresión de asombro se congeló.

—¿Un hijo? ¿De qué hablas?

​—Hablo de estabilidad. Es nuestro deber, Lilly. Si tenemos un hijo, la familia se unirá. Tu padre asegurará el futuro de Varen Enterprises, y tú volverás a ser la mujer que eras antes y nuestro matrimonio se habrá salvado.

​Lilly entendió el subtexto venenoso: la quiere embarazada para atarla con el dinero de Edward y el "deber" de la maternidad. La quiere de vuelta, dócil y dependiente.

*****

​Lilly se levantó, sin soltar su libro. La burla en sus ojos era evidente.

—¿Y por qué te importa ahora la estabilidad, Ethan? ¿Por qué te importa ahora mi deber?

​—Porque es lo correcto —mintió él.

​—No. Te importa porque tu empresa necesita desesperadamente el dinero de mi padre, y un nieto lo ata. No, Ethan. No voy a servir de incubadora para tu seguridad financiera.




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