El plan de Lilly

Capítulo 19 — La Contaminación del Deseo

La mañana siguiente, Ethan Varen se despertó con una resolución fría. Necesitaba un heredero y, para obtenerlo, necesitaba a la Lilly dócil de antes.

​Bajó a la cocina y encontró a Lilly terminando su café.

​—Buenos días, Lilly —dijo Ethan, su voz inusualmente suave, forzando un tono de arrepentimiento.

—Buenos días.

​—He pensado en lo que dijiste anoche. Tienes razón, hemos estado distantes —continuó Ethan, acercándose. Lilly se apartó del contacto—. Hoy no iré a la oficina. Quiero que cenemos fuera. A solas.

​—¿Salir? ¿A dónde?

​—Quiero que cenemos en Le Rêve —dijo, nombrando el restaurante más exclusivo. Ethan siempre había evitado exhibirla en público por la vergüenza que sentía por la gordura de Lilly, pero ahora la estabilidad del dinero de Edward Cavendish lo obligaba a mostrar un "matrimonio feliz" y funcional.

​Lilly lo miró con cautela.

—¿Y Clara?

—Clara es mi cuñada, Lilly. Tú eres mi esposa. Quiero estar contigo esta noche.

​Lilly no se dejó engañar, pero la idea de desafiar su vergüenza y aparecer donde él la había escondido, la intrigaba.

​—Bien. Iré. Pero no es una reconciliación, Ethan. Es una cena.

​—Claro que no —respondió él, su sonrisa forzada, pero triunfante—. Es una inversión.

​Ethan pasó la tarde en llamadas febriles. Al atardecer, llamó a la puerta de Lilly. Sobre la cama dejó una caja de terciopelo y un vestido.

​—Es un Vionnet diseñado para ti. Y esto... úsalo.

​Lilly abrió la caja. Un collar de esmeraldas y oro blanco, innegablemente caro. No eran los diamantes rosados, el collar que representaba el verdadero deseo que él le había negado.

​—No necesito un collar para lucir como yo misma —dijo Lilly, sintiendo el rencor.

—Solo úsalo —ordenó Ethan, su tono perdiendo la capa de dulzura—. Vamos a proyectar estabilidad.

​Lilly cerró la puerta. Se puso el vestido esmeralda y, finalmente, el collar. Si Ethan quería una esposa trofeo para calmar sus ansiedades, se lo daría.

*****

En la noche, Ethan Varen se puso un traje caro. Por primera vez en meses, llevaba a Lilly a cenar. Ethan sentía la vergüenza de su gordura como un defecto, pero la necesidad de exhibir "estabilidad" para asegurar el capital de los Cavendish era primordial.

​Lilly, con su vestido esmeralda, sabía que era un trofeo.

Le Rêve era un restaurante de terciopelo y cristal. Lilly sintió las miradas de juicio sobre su cuerpo curvy y el brazo de Ethan, que la sostenía con incomodidad.

​Ethan hablaba con fervor sobre la necesidad de capital. Lilly, distraída, escudriñó el salón. Y lo encontró.

​Tristan Corvin estaba sentado en una mesa en el fondo, completamente solo, con una copa de whisky en la mano. Sus ojos grises estaban fijos en Lilly. La posesión y los celos que irradiaban eran una fuerza física que la hacía arder.

​Lilly se excusó para ir al tocador.

Caminó por el pasillo. El olor a humo de tabaco y colonia masculina la alcanzó antes de llegar a la puerta.

​Tristan estaba esperando en el pasillo adyacente a la cocina, un lugar oscuro y privado.

​—Tristan —su aliento se cortó. El solo verlo encendió la rabia que la farsa de Ethan le había provocado.

​Él no sonrió. Se acercó, su mirada llena de una furia celosa y contenida.

¿Por qué, Cariño? —preguntó, su voz grave era un reproche suave—. Te vi fingir la risa en la mesa. ¿Por qué le permites exhibirte como su trofeo? ¿Porque permites que te toque?

​—No... no me toca. Solo estamos cenando para aparentar estabilidad —respondió ella, la voz dura.

​—Mientes. —La mano de Tristan se cerró alrededor de su cintura, acercándola con brutalidad—. Te di mi cuello como un lienzo. Te di la libertad de mi coche. Y estas aquí con él.

​El beso fue un asalto total. Celos y hambre. Tristan la devoró, sus labios exigiendo una respuesta que ella le dio sin dudar. Hundió las manos en su cabello, forzándola a probar su condena.

​Él se separó, apoyando su frente contra la de ella.

—Maldita sea, ¿cómo te atreves a ser tan dócil con él y tan fuego conmigo? —murmuró, la frustración y la posesión ardiendo en su aliento.—Eres mía, Cariño. No de ese hombre. ¿Qué te ha dicho para que vuelvas a sentarte a su lado?

​Lilly se aferró a él, con la rabia ardiendo.

​—Solo es una cena Tristan, creo es más para su beneficio.—susurró, con la voz rota.

​Tristan sintió la tensión de su cuerpo y entendió la bajeza de Ethan al usarla para estabilizar sus negocios.

​—Entonces no vuelvas a fingir. —murmuró él, su voz peligrosamente baja, la orden definitiva—. Tú no eres una cosa para usar. Eres un incendio.

​Tristan la abrazó con firmeza, un abrazo protector y contaminante. La invadió con su olor: humo, cuero y su colonia, asegurándose de que el perfume de su propio peligro se pegara a la seda del vestido de Lilly.




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