El plan de Lilly

Capítulo 21— Cuando se Rompe el Miedo

La luz de la mañana se colaba por las cortinas cuando Ethan bajó las escaleras con pasos tensos y un veneno silencioso que llenaba toda la casa.
Lilly estaba sirviéndose un vaso de agua, intentando mantener la compostura, aún con el pulso acelerado por la noche anterior. Había vuelto diez minutos antes que él, había cerrado la puerta de su habitación… y había dormido por primera vez en meses sin miedo.

Pero esa tranquilidad no duraría.

Ethan cruzó la cocina y cerró la puerta con un golpe seco.
Su rostro estaba completamente transformado por la furia.

—Ayer me dejaste solo en Le Rêve —escupió—. Me humillaste. Y después cerraste tu puerta como si fueras una adolescente insolente. ¿Qué demonios te pasa?

Lilly sostuvo el vaso con ambas manos.

—Ya te lo dije: hablaremos hoy.

—No —Ethan dio un paso hacia ella—. Hablar no es suficiente. ¿Qué clase de esposa abandona a su marido en pleno restaurante? ¿Qué clase de mujer se encierra, pone llave y me deja solo cuando te necesito?

Lilly tragó saliva.

—No soy un objeto, Ethan.

—Necesito un hijo —repitió él, con un tono que sonaba más a estrategia que a deseo—. Y contigo actuando así, nunca lo tendré.

Ethan la tomó por la cintura y la empujó contra la encimera, intentando besarla. Lilly sintió sus labios, fríos, calculados, vacíos.

Y lo supo.
Con una claridad dolorosa.
Ya no sentía nada.
Nada.

Lo apartó, suavemente primero… luego con más fuerza.

—No —dijo Lilly.

Ethan retrocedió apenas, frunciendo el ceño como si su cerebro no procesara la palabra.

—¿Qué… dijiste?

—Que no —repitió ella, con firmeza—. Y creo que es mejor que nos demos un tiempo, Ethan.

Él soltó una risa amarga.

—¿Un tiempo? ¿Tú? —La recorrió con la mirada, insultante, evaluándola como mercancía defectuosa—. Lilly, no eres espectacular. No eres deslumbrante. Deberías estar agradecida de que yo —se señaló el pecho— un hombre que cualquiera querría, me haya casado contigo.

Ella lo miró a los ojos, y por primera vez, no bajó la mirada.

—Sí, eres guapo. La ciudad entera lo dice.
Pero también eres un hombre que se vendió al mejor postor. Y yo soy la factura que llevas en el bolsillo.

El rostro de Ethan cambió.
Se quebró algo.
La máscara, el control, el orgullo.

La mano le voló antes de que Lilly siquiera pudiera pensar.

PAAF.

El golpe la lanzó hacia un costado. El vaso cayó y se hizo añicos en el suelo. Lilly se llevó la mano a la mejilla, los ojos abiertos, congelada.

Ethan respiraba agitado, con la mano aún levantada.

—Ya que lo tienes tan claro —dijo con desprecio venenoso—. Te daré un hijo. Hoy, mañana… cuando sea. Aseguraré el dinero de tu padre como debe ser.

Y se dio la vuelta.
Tomó las llaves.
Abrió la puerta con un empujón.

—Cuando vuelva quiero que estés en tu habitación. Preparada.

Cerró de un portazo.
La casa tembló.
Pero Lilly no.

Ella, no.

*****

Subió las escaleras lentamente, sosteniendo la baranda mientras la mejilla ardía.
Cuando llegó a su habitación, abrió el closet y tomó una maleta grande.

Bajó al suelo la foto de la boda.
El marco cayó al suelo.
El vidrio estalló.

Tomó la foto de su madre, la guardó con cuidado dentro de la maleta.
Metió un par de mudas de ropa, papeles importantes, su perfume favorito, el que nunca usaba porque Ethan lo odiaba.

Cuando terminó, respiró.
Profundo.
Decidida.

Sin temblor.

Abrió la puerta principal.
El aire fresco golpeó su rostro.
Caminó hacia su auto sin mirar atrás.
Sabía que si lo hacía, el miedo ganaría otra vez.

Subió.
Encendió el motor.
Las manos le temblaron por un segundo.

Solo uno.

Tomó el teléfono.
El corazón latía.
Pero no de miedo.

Marcó un número que ya conocía de memoria.
El único número que se había convertido en refugio.

Llevó el móvil al oído.

Sonó una vez.

Dos.

Tres.

La voz de Tristan respondió como una sentencia divina:

—Dime dónde estás, Cariño. Voy por ti.

Y por primera vez en mucho tiempo…

Lilly sonrió.




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