(Perspectiva de Tristan Corvin)
El tono de su voz lo dijo todo antes que las palabras llegaran.
—Me fui de la casa de Ethan —susurró Lilly, y algo en mi pecho… simplemente explotó.
No pregunté qué ocurrió. No necesitaba detalles.
Ella se había ido.
Ella me había elegido, aunque aún no lo supiera plenamente.
—Perfecto, Cariño —respondí, dejando que la satisfacción coloreara cada sílaba—. Llamaré a mi ama de llaves. Quiero el almuerzo listo cuando llegues. Mientras te instalas en nuestra habitación.
Silencio al otro lado de la línea. La sentí temblar.
Ella estaba procesando el cambio más grande de su vida.
—Pero si no quieres venir a mi casa —añadí, bajando la voz—, y decides ir a un hotel… no tengo problema. Iré por mis cosas personales y me quedaré contigo. No vas a estar sola ni un maldito segundo.
No lo dije como promesa.
Lo dije como ley.
Colgué antes de que pudiera argumentar cualquier cosa.
Tomé las llaves de mi auto.
Lucien entró justo entonces, con tres carpetas gruesas en la mano.
—Señor, traje los informes que solicitó, y también ...
—Te doy el día libre.
Lucien parpadeó como si hubiese escuchado un idioma desconocido.
—¿El día libre? Pero… tenemos tres reuniones, la junta de accionistas, la videollamada con Shanghái y la revisión de...
—El día libre, Lucien —repetí, ya caminando hacia el ascensor—. Cancela todo.
Lucien se quedó rígido, aún intentando comprender.
Yo no cancelaba reuniones.
Yo no otorgaba días libres.
Yo no permitía interrupciones en mis operaciones.
Pero hoy… hoy tenía algo más importante que todo eso.
A ella.
*****
Cuando llegué a mi penthouse, el aire estaba distinto.
No triste.
No vacío.
Ocupado.
Vivo.
Entré a mi habitación y la encontré ahí. Lilly moviéndose con timidez, mirando alrededor como si no creyera que tenía permiso de existir en ese espacio.
Sonreí, por primera vez en días, sin sombra de amenaza.
Me acerqué.
La sujeté por la cintura y la abracé por detrás, hundiendo la nariz en su cabello.
Su olor.
Dulce.
Tibio.
Completamente mío.
—Tengo todos mis sueños frente a mí —susurré contra su cuello—. La mujer que quiero… en mi casa.
Ella se dio la vuelta para mirarme.
Y mi mundo se detuvo.
La mejilla.
Marcada.
Aún rojiza.
Aún caliente por el golpe.
El silencio se volvió humo negro y denso a mi alrededor.
La sangre me hirvió.
Mis nudillos se tensaron, y antes de que pudiera contenerlo, lancé el puño contra la pared.
CRACK.
Dolor.
Sangre.
No importaba.
Lilly saltó, asustada, tomó mi mano con ambas manos.
—¡Tristan! ¿Qué haces? ¡Estás sangrando! No vale la pena…
Levanta la vista.
La miró
No con ternura.
Con una furia tan fría que helaba el aire.
—Ese maldito —escupí— no va a estar bien. Pero tú sí. Eso es lo único que importa.
Ella tragó saliva.
—No voy a detenerte —susurró.
La sonrisa que me cruzó fue lenta, peligrosa.
—Bien —dije, tomando el móvil.
Marqué un número sin mirar.
Mi gente respondió al primer tono.
—La mano derecha de Ethan Varen —ordené, sin emoción—. Fractúrenla. Hoy.
Hubo un silencio respetuoso.
Luego:
—A la orden, señor Corvin.
Colgué.
Lilly abrió los ojos, sorprendida, casi asustada.
Me acerqué y levanté su rostro con dos dedos.
—Eso fue sólo el inicio —murmuré—. Un golpe es superficial. Pero él pagará muy caro por haber tocado lo que es mío.
Tomé el móvil de nuevo.
—Ven a mi penthouse en diez minutos —ordené al abogado, sin saludo, al colgar, la miré —Mi abogado viene en camino.
—¿De qué hablas? —preguntó ella, con los ojos muy abiertos.
—Vas a divorciarte, Lilly —respondí, como si fuera obvio—. Y lo harás con todas las ventajas legales posibles.
Ella negó con la cabeza, desesperada.
—Mi padre jamás lo permitirá. A él le importan las apariencias, mantener el estatus de la familia, todo mundo sabe que Ethan es su yerno, a los ojos de todos, alguien exitoso, buen esposo. No dejará que termine mi matrimonio.
Mi sonrisa fue lenta.
Cruel.
Territorial.
Adictiva.
—Edward Cavendish no puede oponerse a nada que yo decida.
Lilly parpadeó.