El Precio Justo

#4 Un Mundo de Contrastes

Mientras la casa de Davi en Santa Clara se sumía en un luto desgarrador y el olor a metal y sangre metafórica impregnaba el aire, a kilómetros de distancia, en la opulenta zona de Jardines del Sol, el aroma era a cloro y bambú. La luz del sol de la tarde se filtraba a través de una impresionante cúpula de cristal, inundando la cancha de bádminton privada de la mansión Fontana. El suelo, de madera pulida, brillaba bajo los focos de diseño, y las raquetas de carbono de última generación esperaban en estuches de cuero.

Helena, con su cabello color miel recogido en una coleta alta que danzaba con cada movimiento, se movía por la cancha como una bailarina. Sus veintidós años rebosaban de una energía y una gracia innatas. Cada golpe al volante era una demostración de fuerza y precisión, ejecutado con una fluidez casi poética. No había sudor que desluciera su rostro, solo un brillo de concentración y pura alegría. El bádminton era su pasión, su refugio, un escape del mundo de reuniones ejecutivas y galas benéficas que su apellido implicaba.

—¡Helena, ese revés fue perfecto!— exclamó su entrenador, un hombre curtido pero amable, que apenas podía seguirle el ritmo.

Helena sonrió, recogiendo el volante con la raqueta. —Gracias, Marcos. Es lo que más me gusta de la semana. Aquí, en la cancha, nadie se preocupa por las acciones de la compañía ni por el próximo desfile de moda—. Sus ojos color esmeralda, que solían reflejar una nobleza innata, brillaban con un entusiasmo genuino.

Su vida era un torbellino de lujo y oportunidades, una existencia que pocos en el país podían siquiera imaginar. Era hija de Erluce Fontana, la magnate detrás de "Belleza Esmeralda", la compañía de cosméticos más grande y prestigiosa del país. Residían en una mansión de ensueño, con personal a su disposición, coches con chófer y una agenda social que la llevaba de eventos benéficos a desfiles de alta costura. Sin embargo, a pesar de la opulencia, Helena poseía un alma sorprendentemente noble y una determinación férrea, especialmente cuando se trataba de las cosas que le importaban.

Desde una galería acristalada que daba a la cancha, su hermano mayor, Saúl, observaba. Vestía un traje de lino impecable y sorbía un café de especialidad. Saúl, cinco años mayor que Helena, era un joven ambicioso y astuto, con una mente tan aguda como la de su madre para los negocios. Observaba el brillo de su hermana con una mezcla de genuina admiración por su talento, y una calculada distancia. Él entendía el mundo de los negocios, los números, el poder. Ella, en su opinión, vivía en una burbuja de pasiones más "puras" que, si bien admiraba, no terminaba de comprender del todo.

Después de una hora más de juego, Helena se despidió de su entrenador y se dirigió a la galería. —Saúl, ¿me estabas espiando otra vez?— bromeó, tomándose una botella de agua fría.

Saúl esbozó una media sonrisa. —Observando. Tu juego mejora con cada sesión. Deberías considerar hacer algo más serio con eso. Con tu potencial, podrías ser la imagen de alguna marca deportiva, además de la nuestra— Su tono era siempre práctico, sus ideas siempre vinculadas a la expansión y el negocio.

Helena negó con la cabeza, riendo suavemente. —El bádminton es mi escape, no otro negocio, Saúl. Ya tenemos suficiente con 'Belleza Esmeralda'. ¿Cómo van las cosas en la oficina? Mamá ha estado muy ocupada"—

Saúl se acercó a la barandilla de cristal, mirando hacia el jardín inmaculado. —Mamá está tejiendo los hilos para una nueva adquisición. Un nuevo laboratorio de investigación en el extranjero. Y yo... bueno, estoy buscando mi propio espacio en todo esto. Las operaciones del día a día son importantes, sí, pero creo que la compañía necesita una visión más audaz, una expansión más agresiva en el mercado internacional—. Su ambición era un fuego silencioso que ardía constantemente en sus ojos.

Ya la tienes, Saúl. Mamá confía en ti plenamente— dijo Helena, notando la sutil tensión en el semblante de su hermano.

Él siempre había sentido la necesidad de probarse a sí mismo, de superar las expectativas, incluso las de su madre.

Confía, sí. Pero la visión de 'Belleza Esmeralda' siempre ha sido la de mamá. Yo quiero dejar mi propia huella. Algo que no sea solo una extensión de su legado, sino el mío propio— respondió Saúl, su voz bajando un poco.

A veces siento que no importa lo que haga, siempre seré 'el hijo de Erluce'. Y tú, 'la hija apasionada por sus hobbies'—. Había un ligero matiz de resentimiento, aunque no dirigido a ella.

Helena lo comprendió. —No te preocupes, Saúl. Encontrarás tu camino. Y no eres 'solo el hijo de Erluce'. Eres un Fontana, con tu propia inteligencia y determinación— Le puso una mano reconfortante en el hombro.

La conversación cambió a temas más ligeros, los preparativos para la cena de esa noche con importantes socios comerciales. La vida de Helena era un universo de comodidades, de problemas que se resolvían con una llamada, de decisiones que se tomaban en salones elegantes. La idea de la escasez, de la violencia, de la desesperación que había consumido la vida de Tadeu, era tan ajena a su realidad como un cuento lejano. En su mundo, los lobos eran solo animales majestuosos en la televisión, no emblemas de un terror tangible.

Mientras Davi, a kilómetros de distancia, comenzaba a trazar un sendero de venganza y justicia a la sombra de la muerte de su padre…



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En el texto hay: romance, ambicion, deuda

Editado: 14.09.2025

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