El Precio Justo

#5 La ficha del Destino

La muerte de Tadeu había sumido a Davi en un abismo de dolor y una sed silenciosa de venganza, transformando cada rincón de su vida en un recordatorio constante de su pérdida. El taller, antes un santuario de trabajo honesto, se había convertido en un monumento a la ausencia de su padre. Davi apenas comía, y las horas que no pasaba sumido en la oscuridad de su duelo, las dedicaba a fantasear con formas de acercarse a Evandro, de hacerle pagar. Arianne, a su lado, lo veía consumirse, y aunque intentaba consolarlo, su pragmatismo y su ambición innata chocaban con la inmensidad de la pena de Davi.

Una tarde, mientras Davi repasaba viejas fotos de su padre, Arianne se sentó a su lado, con una expresión de decisión en el rostro. —Davi, no podemos seguir así— dijo con una voz suave, pero firme. —Necesitamos dinero. Las deudas no se pagan solas, y... no podemos vivir solo de recuerdos—. Había conseguido mantener la pequeña casa a flote con sus ahorros y algo de ayuda de vecinos compasivos, pero sabía que no era sostenible.

Davi apenas la miró, sus ojos fijos en la imagen sonriente de Tadeu. —No importa el dinero, Arianne. Lo único que importa es hacer que Evandro pague—

Arianne suspiró, la frustración creciendo en su pecho. —Y lo haremos, lo juro. Pero para eso, necesitamos movernos. Necesitamos un plan. Y los planes necesitan recursos—. Había pasado los últimos días rastreando oportunidades, impulsada por la urgencia y su propia necesidad de un futuro más próspero. Fue entonces cuando encontró la oferta en un periódico de alto nivel: el prestigioso Club Deportivo Élite, en Jardines del Sol, buscaba un nuevo entrenador de bádminton. Era el lugar donde Helena Fontana, la joven millonaria, entrenaba. Arianne, que siempre había tenido un talento natural para el deporte y una presencia magnética, sintió un vuelco.

Conseguí un trabajo—. anunció Arianne a Davi unos días después, la emoción apenas contenida en su voz. —En el Club Élite. Como entrenadora de bádminton. Me han contratado—

Davi la miró, una chispa de interés brillando por primera vez en días. —¿En ese club de ricos? ¿Tú?—

Sí, yo— respondió Arianne, con orgullo. —No solo tienen dinero, Davi, tienen los contactos. Es una oportunidad. Además, las clases particulares pagan muy bien—. Había superado las entrevistas con su carisma y su innata habilidad para el bádminton, pulida en las canchas de cemento de Santa Clara, una habilidad que ahora se exhibía en un entorno de lujo.

Arianne se adaptó al nuevo ambiente con una facilidad sorprendente. Su belleza, su carisma y su energía la hicieron notar rápidamente entre la clientela exclusiva del club. No solo era una entrenadora competente, sino una figura que irradiaba confianza y ambición.

Mientras Arianne se abría camino en el mundo de los ricos, en las mansiones de Jardines del Sol, una tragedia silenciosa se cernía sobre la familia Fontana. Helena, el torbellino de gracia y determinación, comenzó a mostrar signos sutiles de fatiga. Pequeños desvanecimientos, una palidez que antes no tenía, y una tos persistente que Erluce, su madre, intentaba disimular con una sonrisa forzada.

Después de una serie de exámenes médicos exhaustivos y visitas clandestinas a los mejores especialistas del país, la noticia golpeó a la familia Fontana con la fuerza de un rayo. Erluce, con su semblante siempre impasible, se derrumbó en la intimidad de su oficina, las lágrimas corriendo libremente. Saúl, el ambicioso y calculador, se quedó mudo, su mundo de números y planes se desvaneció ante la cruda realidad.

Helena tenía cáncer. Un cáncer terminal. Y su tiempo era limitado.

La noticia se mantuvo en estricto secreto familiar. La reputación de "Belleza Esmeralda", la imagen de fortaleza de Erluce, el futuro de Saúl, todo dependía de que esta verdad no saliera a la luz. Se inventaron excusas: "Helena está exhausta por los viajes", "Necesita un descanso de sus compromisos sociales". Pero el brillo en los ojos de Helena se atenuaba un poco más cada día, y su energía, antes inagotable, se consumía lentamente.

Arianne, con su aguda mente y su ojo para los detalles, comenzó a intuir que algo grave ocurría con Helena. Era la alumna más prominente del club, la hija de la poderosa Erluce Fontana, y sus sesiones de entrenamiento, que antes eran vigorosas y llenas de risas, se habían vuelto intermitentes y visiblemente más difíciles para ella.

¿Qué le pasa a Helena?"— preguntó Arianne a una de las recepcionistas del club, con un tono casual, un día en que Helena canceló su clase de última hora.

La recepcionista, entrenada para la discreción, solo encogió los hombros. —Problemas familiares, supongo. La señorita Fontana no se siente muy bien últimamente— Su mirada evasiva fue suficiente para Arianne.

Arianne notó la palidez en el rostro de Helena cuando lograban entrenar, la forma en que su respiración se volvía superficial, la fatiga que se apoderaba de ella después de unos pocos puntos. Escuchó fragmentos de conversaciones entre el personal sobre la frecuencia con la que un médico visitaba la mansión Fontana. No había dicho una palabra, pero sus observaciones se acumularon. No era una simple fatiga. Algo mucho más oscuro y devastador estaba sucediendo en el mundo de la joven millonaria.

Una tarde, mientras Helena se retiraba de la cancha después de una sesión particularmente difícil, Arianne la detuvo. —Señorita Fontana, ¿está usted bien? La veo muy agotada—

Helena forzó una sonrisa, su rostro, aunque maquillado, no podía ocultar la delgadez. —Solo es el estrés, Arianne. La empresa de mamá es muy demandante—

Pero Arianne notó el temblor en sus manos, la forma en que sus ojos parecían cansados, llenos de una tristeza profunda que no concordaba con la superficialidad de sus palabras. —Entiendo. Pero si necesita algo, o solo hablar, estoy aquí. Me preocupo por mis alumnas— Su tono era genuino, o al menos, lo suficientemente convincente. Helena asintió débilmente y se marchó, sumida en su propio sufrimiento.



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En el texto hay: romance, ambicion, deuda

Editado: 14.09.2025

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