El Precio Justo

#8 La Entrada en su Mundo

El "sí" que Davi le había dado a Arianne resonaba en su cabeza como un eco hueco, la melodía fúnebre de su propia conciencia. Cada amanecer era un recordatorio de la promesa hecha, un pacto que sentía que le ensuciaba el alma. La idea de acercarse a Helena con la intención de engañarla le revolvía el estómago, pero la imagen de la tarjeta del lobo de Evandro, la amenaza latente sobre Arianne, lo mantenía prisionero de su decisión. Pasaba las noches en vela, sintiendo el peso de un futuro incierto, atrapado entre la venganza y la supervivencia.

Arianne, ajena al tormento moral de Davi, se movía con una eficiencia calculada. En el Club Élite, había estado observando a Helena con la fría precisión de una estratega. Las sesiones de bádminton de la joven Fontana eran cada vez más irregulares. Su entrenador habitual, Marcos, se mostraba preocupado, y la propia Helena, aunque siempre intentaba poner buena cara, se agotaba con una facilidad alarmante. Sus golpes perdían fuerza, su agilidad, antes impecable, flaqueaba, y la tos insistente era cada vez más difícil de disimular.

Una tarde, después de una sesión particularmente débil de Helena, Arianne se acercó a Marcos, el entrenador principal, con una expresión de preocupación profesional. –Marcos, he notado que Helena no está rindiendo como antes. Parece fatigada. Quizás necesite algo más... un sparring partner que la exija, pero que también la ayude a conservar su energía. Alguien con una fuerza y resistencia que supla la suya, pero que le permita concentrarse en la técnica sin agotarse tanto–

Marcos asintió, su frente arrugada. –Lo he pensado, Arianne. La señorita Fontana es muy terca, no quiere bajar el ritmo. Pero tiene razón, necesita un contrapeso. Alguien fuerte, pero que también sea un buen compañero–

Casualmente– continuó Arianne con un tono perfectamente casual, –conocí a un joven, Davi. Él tiene un talento natural para el bádminton, una fuerza impresionante y una agilidad increíble, aunque un poco tosco, sí. Solía jugar en las canchas públicas de su barrio. Pero es muy rápido para aprender. Y está pasando por un momento difícil, necesita trabajo. Le vendría muy bien una oportunidad así.–

Marcos consideró la propuesta. La mayoría de los sparrings que conseguían eran profesionales pagados que buscaban un extra, no alguien con "talento natural". Pero la idea de una fuerza bruta que complementara la elegancia de Helena tenía su atractivo. –Dile que venga mañana para una prueba. Le haré un par de lanzamientos. Si me convence, hablaremos con la señorita Fontana–

Arianne regresó a casa con una sonrisa apenas perceptible. El primer paso estaba dado.

¿Estás seguro de que puedes hacer esto?– le preguntó Davi esa noche, su voz teñida de escepticismo, mientras Arianne intentaba explicarle los pormenores del bádminton de élite y cómo debía comportarse. Había estado practicando con una raqueta vieja en el patio trasero, pero la elegancia del bádminton de Helena estaba a años luz de su fuerza ruda.

Tienes que ser tú mismo, Davi, pero la mejor versión de ti. La versión honesta, la trabajadora, la que cautivaba a todos. Y por supuesto, la que juega bádminton como un campeón. Helena es una buena persona, Davi. Es ingenua. No será difícil, si te esfuerzas– le dijo Arianne, su voz como miel, aunque sus ojos eran de acero. –Recuerda, esto es por nosotros. Por tu padre–

El día de la prueba, Davi se presentó en el Club Élite sintiéndose un extraño en un mundo ajeno. Vistió la ropa deportiva más decente que tenía, aunque desentonaba con la sofisticación del lugar. Sus manos, acostumbradas a la grasa y el metal, se sentían extrañas sosteniendo una raqueta de carbono de última generación. La cancha de bádminton, con su luz perfecta y su pulcritud impecable, le pareció un altar inmaculado.

Marcos le lanzó unos volantes. Davi, con su fuerza bruta y su agilidad natural, respondió con golpes potentes y smashes devastadores, aunque su técnica carecía de la finura que el entrenador estaba acostumbrado a ver. Marcos lo observó, una pequeña sonrisa formándose en sus labios. El joven tenía un potencial enorme, una fuerza cruda que podría ser muy beneficiosa.

Muy bien, Davi. Te veo mañana. A la misma hora. La señorita Fontana te probará en cancha. Considera que estás contratado de prueba. Si ella te acepta, ya es un puesto fijo–

Al día siguiente, Davi regresó, sintiendo el nudo en el estómago. Helena ya estaba en la cancha, vestida con un conjunto deportivo elegante que realzaba su figura, aunque no podía ocultar la pálidez de su piel. Su cabello rubio caía sobre sus hombros, y sus ojos esmeralda, aunque cansados, mantenían un brillo de determinación.

Davi, ¿verdad?– preguntó Helena, su voz suave, pero con una melodía que resonaba con la gracia que Davi había visto en su juego. –Arianne me habló de ti. Gracias por venir. Marcos dice que eres muy fuerte–

Un placer, señorita Fontana– , respondió Davi, sintiéndose torpe y desubicado. Evitó mirarla directamente a los ojos, temiendo que ella pudiera ver la mentira detrás de su fachada.

El partido comenzó. La elegancia de Helena contra la fuerza bruta de Davi. Helena se movía con una fluidez impresionante, sus golpes eran precisos, estratégicos, colocando el volante con una maestría que Davi apenas podía comprender. Cada movimiento era un ballet, cada devolución una pintura. Pero Davi también notó su debilidad. Después de unos pocos puntos intensos, su respiración se volvía pesada, su rostro palidecía, y la raqueta, a veces, parecía demasiado pesada para ella.

Davi, por su parte, jugaba con una energía desbordante. Sus smashes eran demoledores, su velocidad para alcanzar el volante, asombrosa. No tenía la finura técnica de Helena, pero compensaba con su potencia y una tenacidad animal. Cada punto era un desafío, y él se lanzó a la tarea con una concentración que le hizo olvidar por un momento la pesada carga de su misión. Era la única manera de jugar, de hacer que su actuación fuera creíble.



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En el texto hay: romance, ambicion, deuda

Editado: 14.09.2025

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