El taller de arte era un refugio para Helena, un espacio donde la creatividad fluía y la enfermedad se desvanecía en la creación. Allí, rodeada de colores vibrantes y aromas de aceites esenciales, Helena sintió una claridad repentina. Su mente, nublada por la enfermedad, se despejó en un instante de lucidez. La traición de Arianne, la manipulación descarada, la crueldad, habían hecho que su visión volviera a ser nítida. Necesitaba ver a Davi, hablar con él, contarle todo antes de que fuera demasiado tarde. Con manos temblorosas, envió un mensaje corto y urgente a Davi.
*Mensaje de texto: Necesito verte. Taller. Urgente.*
Mientras Helena aguardaba con impaciencia, Davi y Saúl ultimaban los detalles de su encuentro con Evandro. El almacén abandonado en las afueras de la ciudad era perfecto: aislado, oscuro, el escenario ideal para una emboscada. La atmósfera era densa, cargada de una tensión palpable.
–¿Seguro que la información es suficiente para que caiga?– , preguntó Davi, la preocupación grabada en su rostro. La idea de enfrentarse a Evandro, incluso con la ayuda de la policía, le generaba una profunda ansiedad.
–Confía en mí, Davi– , respondió Saúl, con una tranquilidad que contrastaba con la agitación de Davi. –He revisado todo dos veces. Los documentos falsos son convincentes, y el tiempo de la entrega está calculado al milímetro. Los agentes están a punto de entrar en posición. Evandro no sospecha nada. El cebo está puesto–
Evandro, confiado en su dominio, en la información que creía tener gracias a Arianne, llegó al almacén con la arrogancia de un conquistador. Estaba ansioso por reclamar su “mina de oro”, la fortuna de Helena Fontana. Había decidido jugar un arriesgado póker, y su apuesta era lo suficientemente alta como para perderlo todo...