El presidente

Capítulo 19: Adrenalina

Alejandro llegó con el resto de su equipo, Verónica corrió a ayudarlo a instalar su computadora, pues tendrían una presentación.

—Déjalo, yo me ocupo —le dijo él sacando el resto de los cables.

—No, ya, no me cuesta nada.

Él se quedó mirándola y le sonrió.

—No te voy a echar, Verónica, a veces me da la impresión de que crees que te echaré o algo así.

—No, es que… quiero ser útil. Yo sé que, de no ser porque estoy embarazada, no me habría quedado.

—No digas boberías. Claro que no. Yo agradezco mucho que estés por aquí. ¿Cómo va la barriga? —preguntó divertido.

—Bien, pronto iré a hacerme un eco. Estoy entusiasmada.

—¡Gente! —gritó Jurgen al entrar a la sala.

Se saludaron y más personas del equipo de ventas entraron al lugar, se acomodaron en sus puestos, Jurgen se acercó a Alejandro con tono misterioso.

—Dicen las malas lenguas que, el emperador se va.

Su cuerpo se tensó, hablaban de él, de Julio César, el padre de su bebé. Disimuló y recogió los papeles desordenados sobre la mesa.

—Sí, es un loco, un día que sí, otro que no, nunca pude averiguar porque era que supuestamente se iba a quedar, ahora que sí se va. Creo que solo quería hacer drama.

—Entonces será el presidente cuando regrese.

Alejandro alzó los hombros y desvió la mirada.

—Será un desastre. No quiero hablar de él, mejor comencemos —dijo firme.

Verónica sirvió café y salió de la sala, se sentó en su escritorio y revisó su estado de cuenta, él había hecho el depósito de dinero, le había pagado un seguro adicional al del trabajo y le mandó las fotos y papeles de un apartamento en el centro. Él se iría a Estados Unidos y no sabría nada más de él.

No sabía cuánto tiempo exactamente iba a pasar fuera del país. Lo único que sabía era que no estaría para el nacimiento. Sonrió pensando que ya ansiaba saber el sexo del bebé, y quería comenzar a organizar todo, buscarle un nombre y llamarle por él.

Tocó su vientre y sonrió alegre, estaba feliz, sabía que la vida le iba a cambiar y sabía que quizás no estaba preparada, pero deseaba ver el rostro de esa personita. Consultó con su familia lo de tomar el apartamento del centro, mientras la mitad estuvo de acuerdo, la otra mitad pensó que no era buena idea y así fue como se quedó como al principio.

Sonó el teléfono de su escritorio, lo levantó enseguida.

—Verónica, por favor, ve a personal, Anselmo te entregará unos documentos, unos expedientes —pidió Alejandro.

—Voy enseguida.

Caminó hacia los ascensores y cuando este se abrió cruzó miradas con Julio César que bajaba junto a Gabriela, él se quedó mirándola a los ojos por espacio de segundos, ella debió romper el contacto visual, pasó saliva y saludó.

—Buenos días, Verónica, pronto se verá tu barriguita.

Ella se puso de espaladas a ellos.

—Sí, pronto.

—¿Aún no sabes si será niño o niña?

—No, no sé aún.

—¿A qué piso vas? —preguntó Julio César interrumpiendo a Gabriela.

—A personal.

Julio César presionó el botón del piso por ella, suspiró lentamente y quiso desaparecer, sus días serían más tranquilos cuando él ya hubiese partido.

—Yo debería ser la que está molesta —dijo Gabriela en tono bajo a Julio césar.

—No es el momento.

—Te reías con ella, ¿te gusta? La viste, la miraste, yo me di cuenta, con cualquier excusa te busca…

—Basta.

Verónica se puso tensa y espero ansiosa a que el ascensor se abriera en el piso de personal. Había oído los rumores, Gabriela era celosa, lo celaba y le hacía escenas, a medida que pasaba el tiempo se preocupaba menos por disimular.

Cuando el ascensor se abrió en el piso del personal, saltó fuera y respiró aliviada. Tocó a la puerta de la oficina y abrió Anselmo, la esperaba ya con el expediente en la mano.

—Hola, Verónica, me dijo Alejandro que vendrías por esto.

—Gracias, sí. Ya se lo llevo.

—¿Cómo vas con tu embarazo?

—Bien, gracias por preguntar.

El hombre la detuvo sosteniéndole el brazo.

—Disculpa ¿Has visto a Julio César? —inquirió achicando los ojos en su dirección.

Ella tragó grueso y negó, sonrió nerviosa y se movió rápido lejos de él.

—No, sí… es decir, venía en el ascensor con la licenciada Gabriela.

Él parecía evaluarla, le sonrió y alzó el mentón.

—Sí, últimamente no se separan ¿Sabes que él se va a Estados Unidos?

Verónica afirmó y desvió la mirada.

—Eso oí, debo irme —se apresuró a responder y salió de prisa hacia el ascensor.

Ese hombre era familia de Julio César, ahora lo sabía y evitaba encontrárselo. No era mala persona, pero no quería contar a nadie lo que había pasado con Julio César, lo había prometido y sentía que si la presionaban terminaría confesando.



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En el texto hay: hijos, oficina, custodia

Editado: 16.12.2025

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