El presidente

Capítulo 42: Quiebre

Un mes y medio después.

Tocaron a la puerta con delicadeza, sonrió pensando que debía ser Gabriela.

—Pasa.

Se abrió la puerta poco a poco y pudo verla, ella le dedicó una sonrisa pícara, antes de cerrar, miró alrededor para asegurarse de que nadie la viera. Se acercó a él y le dejó un beso rápido en los labios, él aspiró su olor encontrándolo agradable, le sonrió sin decir nada, ella se sentó en la silla frente a él y con un movimiento exagerado apoyó sus manos sobre sus palmas e hincó los codos en la mesa.

—Eso fue imprudente —dijo él muy serio.

Ella alzó los hombros.

—¿Cómo estás? ¿Me acompañarás este fin de semana al maratón?

Ladeo la cabeza e hizo una mueca de indecisión, ella alzó una ceja, él no estaba dispuesto a dejar de asistir al cumpleaños de su hija, con lo incómodo que eso fuera.

—No puedo.

—Julio César, compré tu camiseta.

—Has debido de preguntarme antes, y dudo de que te haya dado una imagen equivocada, creí haber sido directo, Gabriela, no estoy interesado en salir con nadie, ni retomar lo nuestro, ni en serio ni sin compromisos.

Ella palideció y lo miró fijamente a los ojos.

—¿Por qué?

—No tiene que haber una razón, no es prudente, no estoy interesado, es más, no sé cómo lo estás tú, las cosas entre nosotros no terminaron bien.

—Porque me abandonaste, te fuiste y ni una llamada.

—¿Y a ese tipo insensible quieres recuperar? —inquirió mirándola a los ojos, ella desvió la mirada y por unos segundos la mantuvo así, hasta que alzó la vista nuevamente.

—Sé que la hija de Verónica es tuya —dijo con firmeza, aunque sus labios temblaban.

Sintió un vacío en el estómago y se quedó mirándola intentando no pestañear, él mismo había corrido el rumor de que tenía una hija con una empleada, esperando que la gente llegara sola a esa conclusión, no pensó en Gabriela.

—¿Qué dices?

—Lo sé desde hace años, la vi en una foto con tus hermanos, uno de ellos tiene las redes sociales libres, y un día le insistí a Verónica que me mostrara una foto, lo pedí por ser cortés con ella y para mi sorpresa, era la misma niña a la que uno de tus hermanos llamaba sobrina. Tu hermano, el mayor, así que dudo que tuviera una hija con alguno de tus hermanos adolescentes.

Nunca antes había pensado en eso, había dejado de pensar en eso cuando dejó de molestarle la idea de que la gente supiera que tenía una hija con ella, hacía tanto de eso ya. Se sintió ridículo, la gente siempre observa, no podía ocultarlo realmente.

—Gabriela. Es cierto, su hija es mi hija, soy el padre de la hija de Verónica. ¿Y qué con eso? —preguntó con los puños apretados, más molesto por su intromisión que preocupado.

—Mantuvieron una relación mientras eras el vicepresidente…

—No fue una relación, y la tuve contigo, después.

—Estabas en una posición de poder, ella… pudo ser un abuso.

—¿Qué? ¿Qué locuras estás diciendo, Gabriela? ¿Te estás oyendo? Vienes a mi oficina a amenazarme creyendo que eso me hará acompañarte a tu maratón, estás equivocada, las cosas no fueron así.

—No importa cómo fueron, importa como las interpretemos.

—¿Qué?, Gabriela, deja eso, no hagas eso. Verónica nunca secundaria una acusación como esa, sin fundamentos.

—Esto está mal, no deberías tener hijos con empleados, Julio César.

—Me fui luego de eso.

—Y volviste, y ella estaba aquí, la promoviste…

—Renunció, se fue. No sé de qué quieras acusarme, pero no hay nada allí, Gabriela, no te hagas eso.

Gabriela mostró su rostro congestionado, sus ojos llorosos y vidriosos, se pasó una mano por el cabello y se limpió con la otra mano las lágrimas.

—¿Por qué ella?

—Fue cosa de una noche. No teníamos una relación.

—Pero ahora me rechazas por ella, lo entiendo, es una mujer… yo sé me doy cuenta, es bonita, agradable, buena, inteligente, humilde, buena gente, pero yo también, ¿por qué la quieres a ella y no a mí?

—No hagas eso, Gabriela. No compares, y es verdad, la razón por la que no quiero nada contigo, con nadie, es porque estoy enamorado de ella.

Gabriela lloró cubriéndose el rostro.

Él se vio tentado a levantarse de la silla y consolarla, pero estaba paralizado, no sabría qué decir, por dónde empezar, deshizo su pose tensa y se relajó en su silla, cerró los ojos y aspiró aire, abrió los ojos y la miró con gesto tierno, su sufrimiento era culpa de él, lo entendía, no sabía cómo hacerse cargo.

—Gabriela, créeme que yo pensaba que uno elegía a quien querer y con quien estar, pero me di cuenta de que las cosas no son así, no me di cuenta antes por qué estuve mucho tiempo en una relación así, ella era perfecta para la foto: hermosa, inteligente, emprendedora, pero no me quería, ni yo la quería, solo éramos perfectos el uno para el otro ante los ojos de los demás, ella fue más valiente que yo y me dejó antes de casarnos, y yo agradezco cada día que haya hecho eso, porque ella habría sido infeliz a mi lado.



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En el texto hay: hijos, oficina, custodia

Editado: 16.12.2025

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