El prometido discapacitado de mi hermana

CAPÍTULO 4 —¿Que consume jefecito?

—¿Está bien? —dijo ella, poniéndose nuevamente de pie después de chocar con Serguéi.

—No te preocupes, solo me estaba probando si mi cabeza podía resistir un golpe de realidad —respondió él.

Nyra lo miró confundida, pensando si se había golpeado la cabeza al chocar con ella.

—¿Qué dice? —preguntó Nyra, sin saber si ayudar al hombre a limpiarse el jugo que tenía encima o llamar a un psicólogo.

—Nada, señorita, que estoy muy bien. Ahora voy a ver a mi jefecito antes de que me regañe por llegar tarde —dijo Serguéi mientras corría por las escaleras hasta la habitación de Uriel. Nyra lo observó y analizó lo extraño que era ese hombre.

—Como si Uriel pudiera darse cuenta de que llego tarde, si ni siquiera puede ver la hora —murmuró Nyra para sí misma, para luego pedirle a una empleada que limpiara el desastre de jugo que había quedado al pie de las escaleras, aunque la mayor parte del jugo había quedado encima de Serguéi.

Cuando Serguéi entró en la habitación de su jefe, este comenzó a reír de nuevo. Ya se había recuperado de lo que había pasado en el comedor, pero al ver a Serguéi empapado y oliendo a naranja, no pudo evitar volver a reír.

—Jajaja, ¿y tú chocaste contra un árbol de naranjas o qué? Jajajá —Uriel se sostenía el estómago, sin poder parar de reír.

—No, señor, entré corriendo y tropecé con la señorita Nyra —la respuesta de Serguéi hizo que Uriel dejara de reír.

—¿Cómo está ella? —indagó Uriel, preocupado por la causante de sus risas de esa mañana.

—Está bien, señor, no fue nada grave, pero ¿para qué me necesitaba? —Serguéi quería saber para qué lo había llamado su jefe para salir corriendo de allí.

—Tengo un plan. Quiero que enamores a Olga, así no tendré que casarme —las palabras de Uriel hicieron que los ojos de Serguéi casi se salieran de su rostro y que lo mirara como si tuviera tres cabezas y estuviera bailando el mambo sobre la cuerda floja. Serguéi no sabía si responderle o pedir una ambulancia para internarlo en un psiquiátrico, porque definitivamente su jefe tenía algún problema mental.

—¿Qué está tomando, jefe? ¿Tomó alcohol tan temprano, o es que está consumiendo alguna sustancia prohibida? Si es así, conozco buenos centros de rehabilitación que lo pueden ayudar —cuando Uriel escuchó hablar a Serguéi, lo fulminó con la mirada y este se volvió a esconder detrás de uno de los muebles de la habitación.

—¡Jefecito, no me asesine! Lo que sea que esté consumiendo no es bueno para usted, le hace hacer cosas que no quiere, le juro que no me quiere matar, son efectos de lo que sea que esté consumiendo —Serguéi se protegía de su jefe detrás del mueble mientras este lo quería asesinar con la mirada.

—Deja de decir estupideces, no estoy consumiendo nada, tampoco he tomado alcohol. Lo que te digo es en serio: si enamoras a Olga, ella no querrá casarse conmigo y mi abuelo me dejará en paz, así que deja la estupidez y ve a investigar todos los lugares que frecuenta mi prometida y conquístala —Uriel hablaba en serio, aunque Serguéi seguía dudando.

—Jefe, no creo que su prometida se vaya a fijar en mí. Soy solo un empleado, no cumplo las expectativas de una niña rica y mimada como su prometida —Serguéi sabía que, si se acercaba a Olga, ella sería la cazadora y él la presa, así que tenía miedo de ser él quien terminara cayendo en las garras de la hermosa Olga Sokolov.

—Te triplicaré tu sueldo —los ojos de Serguéi se abrieron como a quien le dicen que acaba de ganar la lotería, y en su rostro se dibujó una gran sonrisa, más grande que la del Guasón.

—¡Jefecito, si es así, no se preocupe! Haré lo que usted me diga, esta misma noche invitaré a su prometida a salir. ¿Desea que haga algo más por usted? —Serguéi se acercó a su jefe y le acomodó la corbata y el traje.

—Deja de tocarme, ¿qué te pasa? Eres rarito. Ve a cumplir con lo que te dije y espero que seas bueno conquistando mujeres —Uriel se molestó con Serguéi y este prefirió correr por su vida a cuestionar a su jefe.

Mientras Serguéi corría para intentar cumplir lo que su jefe le pedía, Nyra se sentía derrotada. Se había quedado acostada en el sofá de la sala cuando su padre la vio y decidió preguntar.

—Hija, ¿estás de perezosa? —indagó su padre, sentándose en el sofá a su lado.

—No soy perezosa, solo estoy en modo ahorro de energía —respondió la chica, causando una sonrisa en el rostro de su padre con sus ocurrencias.

—Mi pequeña, ¿qué te pasa? —preguntó Mijaíl, a quien le parecía extraño que su hija estuviera tan baja de ánimo.

—Soy la peor Cupido del mundo. Traté de ayudar a mi cuñado a acercarse a Olga, pero creo que al final terminé alejándolos más —Nyra estaba demasiado desanimada.

—Hija, deja que tu hermana y Uriel se acerquen por sí mismos. Mejor concéntrate en ti, ¿cómo está ese corazón tuyo? ¿Hay alguien que te guste? Seguro Cupido te ha enviado muchos pretendientes, eres hermosa —Nyra miró con desdén a su padre antes de responder.

—Mi Cupido debe ser barrendero porque solo me trae basura —expresó la chica, y su padre tuvo que taparse la boca para no reír a carcajadas.

—No te contengas, padre, ríe con confianza, yo lo he hecho. O mi Cupido es barrendero o ciego, porque no sabes la cantidad de sapos que ha traído a mi vida y ninguno se convierte en príncipe —Nyra se levantó del sofá, le dio un beso en la mejilla a su padre y se marchó con paso lento, arrastrándose con pesar a su habitación. Como la misma Tristeza de Intensamente, llegó a su habitación y se lanzó sobre su cama, como si el mundo se acabara por la pésima mañana que tuvo y sus recuerdos de los tropiezos que había tenido en su adolescencia con los chicos.




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