El prometido discapacitado de mi hermana

CAPÍTULO 8 —Espanto

Serguéi se armó de valor para ir a la mansión Sokolov, decidido a enfrentar a su jefe y negarse a seducir a su prometida. En su cabeza, las palabras sonaban épicas: "¡Soy tu asistente, no tu títere!". Él estaba listo para morir como un héroe, solo esperaba que la muerte fuera rápida y sin mucho papeleo burocrático.

​Llegó temprano y, al subir las escaleras, se topó con una visión que lo hizo dudar si había entrado en la mansión o en una película de terror. Olga, la mapache humana, salía de la habitación de Nyra con los pelos de punta, un ojo morado y la ropa más desastrosa que había visto en su vida.

Serguéi sintió que su alma abandonaba el cuerpo con la misma velocidad que un Wi-Fi lento.

​—¡Señora llorona, por favor, no me mate! Soy muy joven, ni siquiera he pagado mi deuda del banco. Le juro que no volveré a decir una mentira... ni a hacer nada malo. ¡Si quiere, la ayudo a buscar a sus hijos-perros-mapaches, pero no me mate! —Serguéi se arrodilló, rogando a esa "cosa" que creía que era un espíritu vengativo.

​Olga, furiosa por su aspecto y la confusión del tipo, decidió que él sería su válvula de escape. Al verlo de rodillas, tomó un jarrón cercano, y Serguéi sintió que su vejiga se hacía más pequeña.

​—¡No, por favor! Me portaré bien, seré el asistente más obediente del mundo. ¡No me mate! —se acurrucó en el suelo, llorando como si le acabaran de quitar su último trozo de pizza.

​En ese momento, apareció Uriel en el pasillo. Olga, rompiendo el jarrón en el suelo, se marchó como una diva del drama, dejando a Serguéi temblando como un chihuahua en invierno.

​—Había un espanto aquí —balbuceó Serguéi, levantándose del suelo. Pero Uriel no le prestó atención. Su mirada se fijó en el pantalón mojado del asistente.

​—¿Te orinaste encima? ¡Qué asco! ¡Largo de mi vista y de esta mansión! —Uriel no podía creer que su asistente fuera tan patético.

​—¡Tengo vejiga sensible, jefe! ¡Me asusté tanto que lloré! —Serguéi se sintió la persona más avergonzada del universo. De repente, su valentía para enfrentar a su jefe se evaporó. Se dio la vuelta y se fue, corriendo de vuelta a su departamento, más asustado que un ratón en una jaula llena de gatos.

​ .

—¿Pasa algo? —Nyra salió al pasillo, curiosa por el ruido

​—Nada, solo un ruido. No sé qué sería —respondió Uriel, manteniendo su papel de ciego, porque la verdad era mucho menos dramática que su mentira.

​—¡Vaya! Parece que el mapache Olga rompió algo. Vamos al comedor, te ayudo —Nyra intentó guiarlo.

​—¿Tienes un mapache de mascota? —preguntó Uriel, un poco confundido.

​—No es una mascota, es solo un mapache salvaje que anda molesto por la mansión, pero no te preocupes, se calmará. No tenemos por qué preocuparnos por ese mapache —dijo Nyra. Uriel no entendió nada, pero decidió que preguntar más solo lo haría parecer un tonto.

Los dos llamaron al comedor y tomaron sus lugares al igual que mijail, a mitad del desayuno hizo su aparición el mapache al que se refería Nyra.

​Mijaíl casi se ahoga de la risa al ver a Olga con la cara magullada. Uriel, por su parte, se comió su desayuno a toda prisa, rogando a los dioses de la comedia que no lo hicieran soltar una carcajada y arruinar su plan. Nyra también se tapó la boca para contener la risa.

​—¡Deja de reírte, esto es tu culpa! —hablo Olga por lo bajo a su hermana para que Uriel no escuchara, lanzándole un plato lleno de huevos revueltos a su hermana.

​Nyra se agachó con la agilidad de un ninja profesional, haciendo que el plato terminara directo en el traje de Uriel.

​—Vaya, me gustan los huevos revueltos, pero no sobre mí —comentó Uriel, con un tono extrañamente calmado.

​—¿Cómo sabes que son huevos? —preguntó Olga, sospechosa.

​—Reconozco el olor. Especialmente si me caen encima —respondió Uriel sin perder la compostura.

​—Perdón, cuñado. La culpa fue de la empleada. ¡Ella llevará tu traje a la tintorería! —Nyra le lanzó una mirada asesina a su hermana.

​—No se molesten, mi asistente lo hará cuando llegue —dijo Uriel, esperando que Serguéi no hubiera comprado un boleto sin regreso a la Patagonia.

​—No es molestia, es nuestra responsabilidad —insistió Nyra.

​—Bueno, si insisten... Ahora, ¿alguien me guía a las escaleras? Necesito cambiarme antes de que esto se convierta en una tortilla andante —dijo Uriel, desesperado.

​—Sí, claro, Olga te ayudará —Nyra le dio una patada a su hermana por debajo de la mesa.

​—¡Auch! —gritó Olga. Uriel hizo una respiración profunda para no explotar de risa.

​—¿Todo bien? —preguntó Uriel, luchando por el autocontrol.

​—Sí, solo que mi hermana se levantó deprisa para ayudarte y se golpeó con la mesa —mintió Nyra con una sonrisa inocente.

​Olga, adolorida, lo llevó hasta la escalera. Estuvo a punto de lanzarle otro jarrón a su prometido, pero Nyra apareció y se lo quitó, salvando a Uriel de un traumatismo craneal y a su hermana de una condena por homicidio.

Uriel no le prestó atención a lo que pasaba detrás de él ya que al llegar al final de la escalera corrió a su habitación y luego se encerró en el baño a reír a carcajadas mientras abría la ducha para que nadie lo escuchara. Definitivamente Uriel se está divirtiendo muchísimo en esa mansión.




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