3. La noche del viernes en donde Lezza descubre que dos son mejor que uno.
Lezza había colgado la llamada no sin antes acordar con Paul que hablarían en unas horas más ya que Lezza debía bajar a comer aunque sea unas pocas cosas que la cocinera hubiera preparado. Pero ella sabía que a lo mucho, podía encontrar un poco de carne magra y lechuga, acompañado de un vaso con agua. Era lo mucho a lo que aspiraba y se sabía de memoria las calorías por cada cien gramos de lo que regularmente consumía.
No era un secreto para su familia que era riesgoso que Lezza, con sus tan solo 16 años, siguiera al pie de la letra las dietas creadas por su madre. Tampoco era irrefutable su inteligencia tanto lógica como artística, actitudes que en muy pocas personas se presentaban de manera sincronizada. Era una chica que podía ser más, pero para ello, debía iniciar conociéndose a sí misma, porque aunque sonara increíble, Lezza desconocía muchas de las magnificencias que podía crear si tan solo supiera que podía hacerlo.
Y como había imaginado, una charola metálica yacía en un espacio de la solitaria mesa adornada con cestos de frutas y velas que se cambiaban cada día. Era carne magra acompañada de vegetales crudos, y una botella de agua mineral junto a los cubiertos.
Lezza suspiró, su vida era miserable.
Al terminar de comer, subió hacia su habitación en donde cogió una toalla y fue directo al baño a por una ducha con agua tibia. Sentía lo fresca que quedaba su piel al salir de la ducha mientras se aplicaba el bloqueador solar, el hidratante, la crema tanto facial como corporal y una leve capa de tónico para su rostro. Su madre le había infundido los hábitos de belleza que ella misma tenía y la mayor parte de los gastos de Lezza eran en cremas e hidratantes. Salió del baño con el cabello goteando en su toalla celeste bordada con sus iniciales, tomo unos shorts cortos y una remera celeste y se vistió informalmente. Si la señora Hyper la hubiera visto, seguro le da un ataque porque ella no admitía la vestimenta informal o "de vagabundos" como lo denominaba ella.
Pero a Lezzandra por primera vez en su vida no le importó colocarse ropa más cómoda que jeans o vestidos, es más, le encantó cambiar sus tradicionales zapatos rojos altos por unas pantuflas de conejitos.
Terminada su metamorfosis, decidió no secar su cabello y tomó su cámara fotográfica al mismo tiempo que abría el balcón que daba con una de sus vistas favoritas: las montañas de Jiferhill a las afueras de la ciudad en donde cada tarde el sol se escondía y Lezza tomaba muchas fotos sobre ese momento porque una de sus grandes aficiones no sólo era tomar fotos sobre el atardecer, sino, que también coleccionarlas y crear su propia exposición fotográfica.
Ese viernes, el sol se veía cubierto por un manto de nubes bastante denso, imposibilitando a Lezza para que disfrutara su espectáculo favorito por lo que resolvió a guardar su cámara de nuevo y cerrar el balcón. Encendió la luz porque la oscuridad había llegado hace unos minutos y caminó hacia su cama en donde se acomodó entre sus sábanas y sintió que estaba en un buen lugar.
Un fuerte sonido de llamada inundó a todo el recinto de la habitación ocasionando que Lezza abriera muy molesta los ojos, se sentó en su cama y tomó su celular que ya titilaba con esa pequeña lucecita verde.
—Hola.
—Hola Lezza, ¿Por qué tan malhumorada?
—Me despertaste. Eso es un pecado.
—Perdóname por pecar de esa manera pero quería preguntarte algo.
—Dime.
—Supongo que has escuchado esa canción que se llama "Two is better tan one"
Los sentidos de Lezza se pusieron alertas al escuchar el nombre de su canción favorita de BorderTwins. Era, para ella, la mejor de todas y su significado le hacía creer a la chica que Jaston la había imaginado al momento de escribir la canción. Aunque eso era descabellado.
—Es mi canción favorita. ¿Qué pasa con ella?
—Pues ahora la escuché por mi hermana, y mi instinto curioso despertó.
— ¿Qué quieres saber?
—Para ti Lezza ¿Dos son mejor que uno?
Frunció su frente. En su vida se había puesto a pensar en eso pero ahora parecía que la idea no era nada descabellada porque ¿Acaso dos son mejor que uno?
—No sabría responderte a esa pregunta...
—Oh, vamos. Creo que la canción decía: <<Viví muchas cosas que deseo repetir y cometí errores que nunca podré redimir, pero por una vez en mi vida se algo, y es que dos son mejor que uno...>>
Lezza sonrió. El tono que Paul empleaba para cantar era el justo y el correcto, ni muy agudo ni demasiado grave. Sus oídos prestaban atención a cada palabra y en otras notaba un acento extraño, diferente al que estaba acostumbrada a escuchar en Jiferhill pero que la hizo sentir más segura de que ese chico no estaba cerca de ella. Cuando hubo un silencio prolongado y Paul había callado, se dejó ir por segunda vez, porque la primera vez había sido al responder a aquel chico que ahora estaba cantando con ella su canción favorita.