El Próximo Viernes.

IV

4. La continuación de la llamada que modifico un paradigma de Lezza. 

—Deja de compararlo con el reno        

—Deja de compararlo con el reno.

Ahora, Lezza podía decir que conocía algo del misterioso chico con el que estaba hablando, además de su nombre, Paul tenía un cariño muy especial por sus gatos, más que todo por Rudolph, que al parecer de nuestra protagonista, le recordaba a la serie navideña que se transmitía en esa época en donde los anuncios de Hyper Dreams abundaban. Claro que eso no se lo dijo, solo comparó a su gato con un reno de nariz roja.

— ¿Tu gato tiene la nariz roja?

—Dios Lezza, eres malísima para contar chistes.

Sonrió. En definitiva lo era, pero molestarlo le causaba mucha gracia.

— ¿Y a ti te gustan los gatos?

—Nunca he tenido una mascota.

Lezzandra jamás tuvo una mascota, ni por asomo. Su madre era alérgica a los pelos de gato y su padre odiaba a los perros porque uno lo mordió cuando salía del estacionamiento reservado en la compañía, dejándole una marca en el tobillo que era mínima, pero a su parecer, era abominable. Pidió entonces tener un hámster pero su hermano arruinó sus deseos diciendo que odiaba a las ratas, aunque los hámster no eran eso precisamente. En fin, la pulcra casa de los Hyper nunca tuvo un inquilino que anduviera en cuatro patas y eso a Lezza le parecía monótono.

Eso...es muy triste.

— ¿Qué tan bonito es tener una mascota?

—Muy bonito. Cuando hace frío, Rudolph se instala en mi cama y es el contacto más cercano que he tenido con algo que proporcione calor.

Lezza río con ganas. No fingidamente, cómo estaba acostumbrada, sino que soltó una carcajada magistral que bien pudiera ser utilizada en las películas donde suenan risas luego de un chiste patético. Pensó que se sentía bien hacerlo y que esa sensación que percibía en su estómago le proporcionaba la certeza de que estaba viva.

— ¿Te ríes de mi soledad? Al menos un gato me hace compañía.

—Per...Perdona. Es que me pareció de lo más gracioso que tu gato sea el contacto más cercano con el calor corporal. ¿Acaso nunca has tenido novia?

Lezza siguió riendo a pesar de que la línea estaba en silencio. Al percatarse de este detalle paró de reír y se repitió más de mil veces que había ganado el premio a la más estúpida chica con la que Paul hubiere conversado.

—Disculpa eso... No debí...

—Descuida...Y sinceramente no, nunca he tenido novia... Por ello me mofaba de mi situación en cuanto a sentimientos.

Se mordió la lengua antes de decir algo tonto. En su mente se formaban cientos y miles de preguntas buscando salir por su boca con la intención de que tuvieran respuesta, pero respiro hondo y se contuvo que fueran demasiado personales, pero no pudo detener una.

— ¿Por qué no tienes novia?

Después de que la pregunta se escapara de sus labios, se golpeó el rostro con su palma y maldijo. Una de las cosas que Lezzandra Hyper nunca, pero nunca hacía era maldecir, ya que sus clases de estética, lenguaje y cultura eran rígidas en cuanto al uso de terminología indebida. Pero esa vez no pudo controlarlo, no supo cómo ni en qué momento lo aprendió, pero se sorprendió a si misma de haber roto una de tantas reglas que le habían impuesto.

Pero, al otro lado de la línea, Paul río. Lezza creyó que se reía de su ingenuidad, de lo estúpida que era. Se había acostumbrado a esas palabras con las que convivía cada día en la escuela cuando el chofer la dejaba en la entrada y todos criticaban su andar, la manera en que apretaba su carpeta de color rojo bermellón, en donde almacenaba cada evaluación, examen o circular que se le entregara. También, se acostumbró a los papeles de colores en donde había números de teléfono que muchas chicas pegaban para conseguir un papel en cualquiera de los comerciales de Hyper Dreams. Pero dejo sus cavilaciones de lado y estaba a punto de colgar la llamada cuando el chico al otro lado de la línea dijo con voz grave y ronca:

—Porque simplemente no he encontrado a la indicada.

Boquiabierta. Así quedó nuestra protagonista al escuchar esas palabras. Por años tuvo un paradigma: los chicos se quedaban con la primera que les hacía caso y les permitía ir más allá de lo debido. Tantos chicos que vio en su colegio y ninguno era diferente al otro, solo hombres en busca de un momento que vivir. Pero ahora... Su mente se encontraba en un dilema con sus ideales, su corazón luchaba contra sus sentimientos y una revolución que se desarrollaba en su interior para conseguir al vencedor dentro del conflicto entre su paradigma y el cambio de este. Pero tras unos segundos vio la luz pues el problema se había resuelto.

Porque en ese mismo momento cambió un paradigma y se sentía extraña ante eso. La resolución había determinado que: No todos los hombres piensan por el momento, pues hay algunos que contemplan el sentimiento.

— ¿Lezza?

—Eres asombroso.

Tarde. Muy tarde reparó que pensó en voz alta. 

BUENAS!!!        




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