El Próximo Viernes.

VI

6. Sobre frutillas, decoración de interiores y visitas inesperadas.

Sobre frutillas, decoración de interiores y visitas inesperadas        

—Eres terriblemente sospechoso, ¿lo sabías?

—Bueno... No te conozco casi nada, no es como que hablaré contigo de ello.

—Lo entiendo... Pero bueno, dejemos ese tema. ¿Cuál es tu fruta favorita?

Se dio una palmada en la frente de su cabeza y se dijo lo tonta que era. Podría haberle preguntado su lugar de residencia, o inclusive su edad, pero fue cobarde, como siempre.

—Me gusta mucho la frutilla y el durazno.

— ¿Qué es frutilla?

Pensó y pensó en busca de esa palabra tan rara, ahora entendía que la mejor pregunta que podría haberle hecho era porque seguía hablando con ella, un ser tan torpe en este mundo.

— ¿No sabes que es una frutilla?

—Nunca en mi vida lo había escuchado.

—Vaya, Sandersfields no es tan perfecto como creía.

— ¿A qué te refieres?

—Nada Lezza, nada.

Hubo un silencio incómodo en la línea, era casi igual a la sensación de tener a alguien frente a ti y no saber que decir o hacer. Ambos aún procesaban la información, pero un leve golpeteo en la puerta de Lezza los sacó a ambos de su trance.

—Señorita Lezzandra, su madre pide que baje a la estancia en este instante.

Se sentía agradecida de que Marline tuviera un tono de voz muy bajo ya que si Paul escuchaba su verdadera identidad estaba muerta.

— ¿Soy el único que oyó esos golpes en alguna puerta de tu casa?

—No. Mi madre me llama para cenar. ¿Hablamos luego?

Otro golpe mental para Lezza. Su pregunta se oyó más como una súplica aunque ni ella sabía a ciencia cierta porqué.

—Está bien. Me hablas cuando termines de comer. Por cierto, cenas muy tarde.

—Apenas son las seis, aun está temprano.

—Mi reloj marca las doce Lezza, parece que nos llevamos seis horas.

La chica abrió fuertemente los ojos pero cuando estaba a punto de responderle, la puerta se abrió sonoramente y Samuel entró a su habitación sin permiso.

Samuel Hyper, el hijo consentido de la familia. Tenía 22 años y ya era catalogado según importantes encuestas como un empresario en potencia. Era, según su padre, un joven listo y con "el cerebro en el juego", un dicho popular en el ámbito de los negocios. Era alto y fornido por sus largas sesiones de ejercicios, su cabello era caoba, más oscuro que el de su hermana Lezzandra y sus ojos de un imperturbable azul que dejaba frío incluso a los más experimentados. Calculador y metódico, odiaba salirse de sus reglas. Y para Lezza era el ejemplo de personas que el dinero y el poder cambiaban.

Aun recordaba esas veces en las cuáles jugaban juntos y Samuel la cargaba en sus brazos, cuando se dormía en medio de una película de hadas, las favoritas de Lezza. Todo parecía tan lejano, su hermano comenzó a cambiar luego de que su padre tuviera una seria conversación con él en su despacho, antes de los catorce. Lezza tuvo esa misma conversación en donde trataba de convencerla para comenzar a preocuparse de su futuro y el estatus de la familia Hyper, aunque a diferencia de Samuel, ella no seguiría los pasos de su padre.

Colgó el teléfono con manos temblorosas mientras su hermano analizaba las cosas a su alrededor.

—Deberías crecer y cambiar este ambiente. Papá tiene amigos especialistas en diseños de interiores, creo que le diré.

Lezza apretó la mandíbula y sus puños. Una cosa que ella detestaba es que se metieran con sus cosas.

— ¿Qué tiene de malo mi habitación según usted, señor aburrido Hyper?

Samuel permaneció imperturbable mientras reparaba cada detalle de la habitación de manera impertérrita.

—Todas estas fotografías son un asco. ¿Cuál es tu afición con los amaneceres? Es tan común y da pena. Aparte, el tono rosa de las paredes ya no te queda, ¿Te das cuenta que tu habitación esta con el mismo color desde antes de tu nacimiento?

Se alzó de la cama y se enfrentó a su hermano, posicionándose frente a él como le habían enseñado en sus clases de expresión corporal.

—Uno, son atardeceres no amaneceres genio. Dos, lo que en verdad da pena es tu falta de educación y cortesía y tres, es mi habitación, ¿Entiendes que significa? No te metas conmigo Christopher, solo mete tu nariz en tus libros de cómo derrochar el dinero y cosas por el estilo.

Nunca en su vida se había alzado contra su hermano pero se sentía impotente. Toda la vida había agachado la cabeza y también aprendió a quedarse callada y no hablar de más pero los acontecimientos suscitados en el día, los descargó con la última persona que podía juzgar sobre la decoración de su habitación.

Y Samuel quedó absorto y abrió los ojos de una manera que asustó a Lezza. Posteriormente, nuestra protagonista salió casi corriendo de su habitación y bajó por las escaleras hasta llegar a la estancia en donde su madre repiqueteaba sus tacones rojos y su padre miraba el teléfono constantemente. Cuándo su hija llegó, la señora Hyper abrió desmedidamente los ojos igual que su hermano mientras el señor Hyper únicamente se aclaró la garganta.

— ¡Por todos los cielos Lezzandra! ¡¿Qué clase de trapos te has puesto?!

Lezza tomó un tono carmesí desde las orejas hasta el cuello. Con la acalorada discusión que tuvo con Samuel se le había olvidado vestirse o al menos cambiar las pantuflas de conejitos. Solo pudo avergonzarse y suplicar por perdón mentalmente. Sabía que su madre luego la regañaría en privado y le diría tantas veces consecutivas que cambiara su guardarropa de vagabunda, más al final del día se le olvidaría.




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