El Próximo Viernes.

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10. Sobre Marline Jumlims y los lazos que la unían a Lezzandra.

—Necesita reposo, he colocado algunos medicamentos contra el dolor en la mesa de noche        

—Necesita reposo, he colocado algunos medicamentos contra el dolor en la mesa de noche. Sí llegara a necesitarlos no le administre más de dos pastillas cada seis horas. Estará bien, fue un golpe fuerte pero estará bien.

Marline hablaba con el doctor Faredholl quien había acudido ante la llamada que la señora Hyper realizó al enterarse de lo ocurrido en el entreno de su hija. Aunque lo que verdaderamente le preocupó, fue que el rostro de Lezzandra sufriera algún cambio que la hiciera lucir peor.

— ¿Y tiene alguna dieta estricta? ¿Necesita estudios?

—Marline, la chica está bien, solo necesita descansar por el golpe y un poco de hielo en el abultamiento que presenta producto de ello. No debe preocuparse por esas cosas, en dado caso, si Lezzandra llegara a presentar mareos o algún tipo de malestar, proceda a colocar la inyección que deje también en la mesa. No se preocupe más.

Con una reverencia que reflejaba cortesía, el doctor Faredholl salió de la residencia de la familia Hyper con varias cosas en la cabeza, la primera que era la más importante, solo reflejaba el aprecio que sentía hacia esa familia tan difusa como importante a la vez.

Mientras que en la habitación de Lezza reinaba la tranquilidad y paz. Su balcón estaba abierto por indicación del doctor quien recetó unas cuantas caminatas al aire libre luego del prolongado desmayo que la hija de los Hyper había sufrido. El sol comenzaba a declinar y la temperatura iba volviendo a su estado normal luego de un caluroso día en todo Jiferhill.

Lezzandra se removió por segunda vez en el día entre sus sábanas. Tan suaves y ligeras que daban la impresión de estar hechas con algodón de azúcar. Dormía a su antojo. Pero un molesto sonido despertó a su adormilado cuerpo quién se encontraba en reposo y con todas sus funciones ralentizadas, haciendo que nuestra protagonista cayera, como acostumbraba, en la cómoda alfombra que se extendía por toda la habitación. De no ser porque el sonido era persistente, Lezza bien pudo quedarse durmiendo en el suelo. Era cómodo y no requería de más, sin embargo, se levantó y dirigió su mano hasta la mesa de noche de dónde provenía el sonido y lo golpeó contra la alfombra con tal de callarlo.

Cuando reparó que el objeto se sentía caliente y seguía sonando cerca de ella, abrió un poco los ojos y visualizó su teléfono con el característico fondo dorado con el que se coloreaba cuando recibía alguna llamada de Friendline. Torció la boca en un gesto de descontento y contestó sin dignarse a mirar el teléfono.

—¡Lezza! ¡Al fin contestas!

—Lo sento numero equivucado.

Su voz era adormilada y no pronunciaba correctamente las palabras. Tomó el teléfono y lo arrojó hacia su cama en donde alcanzó a escuchar un golpe sordo. Tal vez luego debía pedir un nuevo celular.

A eso de las seis de la tarde, Marline se animó a tocar la puerta de la habitación de Lezza esperando que abriera y le dijera que bajaba en cinco minutos pero nada de esto ocurrió        

A eso de las seis de la tarde, Marline se animó a tocar la puerta de la habitación de Lezza esperando que abriera y le dijera que bajaba en cinco minutos pero nada de esto ocurrió. Respiró hondo y abrió la puerta entrando al dormitorio de la chica a la que más quería de esa familia.

Marline Jumlims era una mujer bastante particular. No tenía esposo ni hijos. Dedicó toda su vida a servir a la familia Hyper desde los veinte. Primero, pasó más de diez años en lavandería hasta que fue ascendida por el verdadero señor Hyper, abuelo de Lezza. Este mismo le encomendó la misión de cuidar de Samuel, el recién nacido de la familia. Poisteriormente llegaría Lezzandra la chica que enterneció su corazón desde el primer instante.

El vínculo que tenía con ambos chicos era innegable.

Pasado el tiempo llegaron mejores cosas para Marline, quién rápidamente se ganó la confianza de la nueva familia Hyper y fue ascendida para ser la ama de llaves. No podía quejarse del dinero que había en su cuenta bancaria, pues el señor Hyper le pagaba excelente, más su vida era tan vacía como los habitantes de esa residencia.

Todos los días de todas las semanas de más de los quince años que llevaba en su puesto, era la misma rutina: Levantarse, limpiar, coordinar el desayuno, facilitarle a Lezzandra la vestimenta para ocasiones especiales y ayudarla en todo sentido, aunque en este caso, Marline se sentía inútil pues Lezza casi nunca la buscaba a excepciones de cuando necesitaba algún nuevo peinado o maquillaje para alguna fiesta. Pero esas eran más las ordenes de su madre.

En el plano personal, la relación que existía entre ellas era de complicidad, como madre e hija. Compartían tanto tiempo juntas que llenaba ese pequeño hueco en su corazón que todavía no aceptaba su realidad.

Removió su cabeza e ingresó sigilosamente observando el imponente arte que reinaba en cada pared y rincón. Nunca negó que la hija menor de esa familia poseía un peculiar talento del que nunca había visto en todos los treinta y ocho años que llevaba trabajando en esa casa.




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