El Que No Pude Tener

Prologo

Tras lo que parecía un día indeciso en la vida de Beverly Sherwood, se transformaría en realidad en cuestión de horas. Con manos temblorosas por el cúmulo de emociones vividas desde que abandonaran De Dharma Veda. Bev volvió a leer por segunda vez, las pocas líneas escritas a su hermana la noche anterior, en la habitación del hotel cerca de los muelles de Bombay.

Querida Eleonor, no tengo tiempo para demorarme en una conversación trivial, y sabe Dios, cuanto te necesito, pero quiero que sepas que estamos… Que, estoy bien y rumbo a casa, Inglaterra. Tengo tanto que contarte… Pero el tiempo no apremia. Quiero esperar a que estemos juntas… Todos juntos. Quizás en ese pequeño café, donde salíamos ir juntas. No quiero preocuparte, pero como quizás hayas escuchado en los periódicos, la situación aquí en Bombay es difícil, he incluso ha habido ataques hacia civiles… India quiere su independencia, y no los culpo. Conquistamos como amigos y arrasamos como enemigos, puedo entender que el pueblo pelee por independizarse de nosotros, los ingleses. Yo estoy bien, no te preocupes, aunque debo de admitir que la seguridad aquí, es algo incierta. Mañana será un día crucial para mí. Cuídate mucho mi querida hermana y un abrazo para Richard y otro para mi sobrina Agatha. Cuento los días por conocerla y acunarla en mis brazos.                                                                                                                                      

                                                                                                                       Con cariño, Bev.

 

Beverly dejó el telegrama sobre el degastado mostrador de la oficina de correos.                               

—¿Estas bien, mera jeevan? —le preguntó Devdas al ver como ella intentaba ocultar las lágrimas.

—Si, querido. Solo es añoranza, eso es todo—respondió ella, apoyando la cabeza en su pecho.         

—Pronto estaremos lejos de este caos y junto a los tuyos. —dijo apretándola más contra él, y preguntándose si esta sería la última vez que vería su tierra. Y lo más probable, nunca volvería a ver su familia. Solo deseaba que todos los se quedaban atrás, tuvieron la misma suerte que él. —Volvamos al hotel, mere sona, es casi la hora de almorzar, y no hay nada más, que puedas hacer hoy.                      

Bev, asintió, ahora solo quedaba esperar…y eso era la peor tortura para ella. No podría irse sin él. No se iría sin Devdas.

 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.