El Que No Pude Tener

Capitulo Trece: Y allí estaba otra vez

 

 

ARUDHITA YOGANANDA ME lució como una mascota de gran pedigrí entre sus invitados. Me presentó a familias bien acomodadas de la comarca vecina y se explayó de lo lindo con los oficiales británicos y sus esposas.

—Venga, señorita. Sherwood. —Volvió a llamar Arudhita, había perdido la cuenta entre tantos saludos, apretones de manos y besos. Y deslizándome entre los demás invitados me planté delante de una pareja de unos cincuenta años más o menos.

—Capitán Campbell, le presento la Señorita Sherwood, la Tutora de mis gemelas.

—Sus hijas son muy privilegiadas, es poco inusual ver a tutoras o institutrices como lo llamamos en Inglaterra, a este lado del atlántico. —dijo el capitán a forma de saludo.

—Señorita Sherwood, —volvió a decir Arudhita captando mi atención, por décimo quinta vez. —Tengo el honor de presentarle a su adorable y presidenta de nuestra beneficencia para los menos afortunados. Lady Melinda Campbell.

—Es un verdadero placer conocerla, señora —dije, dándole un leve beso que no llegó a rozar su mejilla derecha.

—Y a usted, —respondió ella, sonriendo. Su marido no se molestó en ser algo discreto, mientras me inspeccionaba fijamente. Capitán Campbell era más alto y delgado, de piel cetrina y mejillas sorprendentemente cóncavas.

En comparación con su esposa; baja y redonda, todo en ella parecía redondo; sus ojos redondos pequeños y vivaraches, su cara pequeña y redonda con dos mejillas redondas de huesos altos, y sus labios en forma de corazón. Y lo más peculiar de ambos era el mismo color de pelo, castaño ondulado.

Me parecieron una pareja agradable, pero para nada me veía compartiendo té y pastelitos y mucho menos participar en sus beneficencias de según ella, solían hacer mensualmente. Solo pensarlo me aburria, me recordó irónicamente tía Gertrudis y sus eventos para los más necesitados.

El ultimo invitado en conocer. Gracias a Dios, pensé, Desde que la fiesta comenzase había tenido escasos momentos para poder disfrutar de todo lo que me rodeada sin tener que contestar a preguntas y repetir como un loro, lo mismo una y otra vez.

El teniente Thomas Bradford era alto, aun se veía un hombre joven de unos treinta años, intrigante en lugar de guapo, y sus ojos eran marrones. Llevaba un traje muy tradicional británico de noche en color chocolate oscuro, muy acorde con el color de sus ojos. Estaba recién afeitado, y olía a jabón de limón. Cuando retiró su mano de la mía, la metió inmediatamente en su chaqueta.

—Es un placer conocerle teniente Bradford.

—Llámame Tom, por favor, todo el mundo lo hace.

—Como guste, Tom. —respondió con su mirada fija en la mía, parecía estudiarme o complacido de lo que tenía delante de él.

—Perdone por mi desparpajo, pero sus ojos... lucen como dos zafiros. Tiene los ojos azules más inusuales que he visto nunca, diré que absolutamente carismáticos…—dijo, mirándome fijamente. —Tiene el mismo color ...que tenía de mi difunta... mi esposa, Lucy—me explicó. —Es bastante sutil. Bastante perceptible para mí.

—Creo entonces, que debo tomarlo como un cumplido.

—Así lo creo. Mi esposa era una mujer hermosa, señorita Sherwood.

—Buenas noches, teniente Bradford. Espero que no le importe que me lleve a la señorita Sherwood. Creo que es casi la hora de la cena, prácticamente todo el mundo está ocupando su sitio. —La voz a mi espalda, me sonó bastante familiar, y al mismo tiempo, sentí cierto alivio al dejar al teniente Thomas Bradford con sus pensamientos de su encantadora esposa Lucy, por el momento.

—¿Elegimos mesa? —dijo Sashi ofreciéndome su brazo.

Lo acepté y sonreí. Esperaba que no fuera demasiado insincera, dejando a uno de los invitados con la palabra en el aire.

                                                                          ***

No nos sentamos en la misma mesa que el resto de los comensales, Sashi me llevó a la mesa alejada de la más grande que acogía al grupo de oficiales. En nuestra mesa, nos sentamos con tres parejas del vecindario local, una silla vacía junto a la mía; es donde se sentó él. Por un momento tuve el impulso de levantarme y alejarme de su lado. No podría decir si mi expresión lo decía todo, ya que Sashi, me miró con el ceño fruncido, y después miró sobre mi hombro en dirección hacia la mesa de los oficiales donde Thomas Bradford estaba sentado.

—Juraría que hace solo unos minutos, estaba salvándote de lo incomodo que puede parecer el teniente Bradford y su aburrida historia sobre su adorable Lucy Blue Marie. Pero quizás me equivoque. ¿Acaso estabas disfrutando de su compañía? No pareces el tipo de mujer que disfruta de esa clase de hombres.

—¿Qué clase de mujer cree que soy y con quien debo hablar y no aburrirme en el intento? Según tú, Sashi. —Esta vez me tomé la libertad de llamarlo por su nombre. Sin protocolo. Su madre no estaba presente. He incluso su mirada resultaba incomoda.

Sashi hizo una mueca y sonrió, como si le divirtiera verme molesta o quizás solo intentaba sonsacar a flote la mujer que se escondía bajo la pulcra apariencia de Tutora. Era bastante obvio que Sashi Yogananda pareciera ser un hombre conocedor de como seducir a las féminas...halagandolas.

Para mi deleite y para su inconveniente, los sirvientes se acercaban a las mesas para llenar las copas vacías y medio llenas; apareció la comida; se sirvieron refrescos, vino y champan y así continuó durante las dos horas siguientes. La charla junto a la mesa empezó a subir sin parar. Algunas almas atrevidas incluso contaron chistes…

Y Sashi parecía estar a gusto, disfrutando de la cena, de la compañía de los comensales. Absurdamente atento. Yo solo podía ver a un felino jugando con su caza y con la intensión de disfrutarla en la privacidad de la noche.




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