El Que No Pude Tener

Capitulo Diecinueve

 

 

PASE LA SIGUIENTE SEMANA SUMERGIDA POR COMPLETO EN ser la perfecta tutora, y por Dios, que casi todos daban credibilidad de ello. Navani e Indira, eran las mejores alumnas que una profesora pudiera soñar en tener, y Arudhita se pavoneaba orgullosa con las visitas, quienes quedaban asombradas por los modales impecables y el inglés pulcro y bien pulido, casi sin acento de las gemelas Yogananda. Supe también que en ocho semanas serian presentadas oficialmente en la sociedad. Un paso hacia un matrimonio concertado bajo el yugo monetario y un puesto en la alta sociedad inglesa-hindú.

Sashi Yogananda parecía habérselo tragado la tierra. Desde ese infortunio episodio en el estudio de su padre, no volví a verlo.

Supe más tarde, por las gemelas que su hermano había partido hacia el sur de Kerala, para cerrar unos contratos con un mercante dedicado a la importación he exportación de especias.

Tras un ligero almuerzo, decidí que hoy era el día perfecto pata visitar la capilla. Arudhita no estaba en la casa, esta mañana tras el desayuno se habían marchado contentas madre he hijas con una idea en mente; compras.

Y a pesar de que en la casa solo reinaba la tranquilidad y el ir y el venir de los criados… Al menos, que yo supiera aún no había tenido la placentera suerte de encontrarme con Rania y Priya Patel. Madre e hija debían de estar muy ocupadas, pensando en qué sabe quién… aun así, quería evitar encuentros con cualquier miembro de los Yogananda. O tal vez quería evitar la decepción de no encontrarme con Devdas.

Era absurdo y sabía que tenía que aclarar mi mente. Devdas, aparecía y desaparecía de la misma manera cunado lo vi por primera vez. Electrízantemente rápido para mi gusto.

¿Estaría pasando por la misma etapa que Rania Patel?

¿Estaría entrando en una faceta de mi vida donde necesitaba encontrar un marido, para sentirme completa? ¿Protegida? 

Vivía mi vida como me gustaba, como yo la había elegido. Independiente. Libre de hacer y deshacer a mi antojo. Vivía en un ambiente hogareño, aunque no fuese el mío propio. 

Tenía que dejar de pensar como una solterona, en trámites de desesperación… Solo tenía vientres años. No era como tía Gertrudis… No, definitivamente, no. 

Sucumbida en mis propios pensamientos, los cuales parecían acompañarme en mis momentos de más soledad. Me encaminé en mi aventura…

El sol del medio día calentaba lo suficiente como para animarme. Encontré el patio interior desierto, cuando me dirigía a cruzar el gran arco de madera labrada, una sonriente Parmita, me daba las buenas tardes con un Namaste, señorita, Sherwood. Ofreciéndose acompañarme para mostrarme el camino hacia la capilla.

Caminamos en silencio, sin mucho de qué hablar y muy poco por decir. Por lo que me dejé guiar por ella. El aire del medio día me acariciaba por encima del hombro.

Los jardines esmeradamente cuidados hacían imposible no detenerse y contemplar las maravillas que manos expertas podía crear algo tan bello. Levanté la cara y respiré hondo, absorbiendo el aroma de que me rodeaba. A varios escasos metros pude divisar la capilla de un diseño romántico antiguo y una copia británica.

¡Para! —Una voz de mi mente me dijo. —Sabes que estás desesperado por verlo de nuevo.

Y fue cuando le vislumbré casi al borde de los jardines, con camisa suelta y fluida. Caminando hacia los dos hombres a ese lado de la propiedad.

Me quedé parada durante largos segundos antes de moverme nuevamente. Fue solo cuando Parmita caminó a mi lado. Antes de entrar en la capilla, eché una mirada sobre mi hombro. Devdas seguía sentado al lado de los hombres.

Parmita abrió la rendija y empujando levemente abrió la frondosa puerta. la brisa fría me dio la bienvenida

Los tres bancos eran duros; La capilla era fría pero acogedora y un lugar solitario donde podría abrir fácilmente su corazón a Dios y sin molestar a nadie con mis pensamientos.

Me senté allí en medio de los tres bancos. De repente, mis pensamientos fueron a Inglaterra, a Eleonor, Richard y tía Gertrudis. Incluso las imágenes de mis padres aparecieron frente a mí, apoyándome en esta enorme decisión que tomé.

Me pregunté si ellos hubieran estado de acuerdo con mis aventuras. Pero, ellos también fueron aventureros. Siempre que la oportunidad apremiaba viajan de un lado a otro, y siempre volvían a casa después de varias semanas alejados de nosotras, algo que nunca nos afectó a Eleonor y a mí. Sabíamos que nuestros padres eran diferentes.

No recuerdo cuánto tiempo me quedé allí. Cuando decidí irme, las puntas de mis dedos se sentían entumecidas. Quería volver a salir. Quería sentir el sol nuevamente. Quería volver a verlo. Pero él no estaba allí, lo único todavía estaba eran los lechos de flores. Sentí un poco de decepción.

Sintiéndome incapaz de seguir adelante. Parmita inclinó la cabeza y me dijo algo, pero no la estaba escuchando. Solo estaba mirando el lugar donde lo vi antes. Me preguntaba si podía sentirlo ... o tal vez lo hizo y no importaba.

No había duda. Él era guapo. Y cuando nos adentramos una vez más en el camino me di cuenta de que todavía estaba allí en el medio de ese lado del jardín.

—Miss Sherwood, ¿se encuentra bien? —dijo por fin, Parmita, devolviéndome a la realidad.

—Si, oh Parmita, debe de disculparme…. Creí haber visto…

La pobre sirvienta siguió mi mirada hacia la zona despoblada del jardín, allí no había nadie, hasta los jardineros se habían marchado.

—¿Le gustaría volver a la casa? El sol está apretando y no lleva su sombreo de las mañanas. Sera mejor que volvamos.

                                                                            ***

Cuando Parmita se marchó de vuelta a sus quehaceres, me detuve sólo el tiempo suficiente para rehacerme y sentada en el patio interior con un vaso de zumo de mango fresco en la mano… fue cuando me di cuenta de que me estaba rodeando una voz, llamándome. O podría ser mi imaginación… en este estado mental ya no lo sabía.




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