El Que No Pude Tener

Capítulo Veinticuatro

 

                         

DIAS DE LUVIA, Y NOCHES también. La temporada de los monzones llegó de repente o al menos eso me pareció a mí.

Puso a De Dhama Veda de mal humor. Obligándonos a permanecer en el interior de la casa casi todo el tiempo. Las únicas personas que parecían no alterarse de los diluvios matinales y nocturnos, eran los sirvientes y jardineros. Incluso Devdas, parecia inmune a este infernal temporal.  Como si el tiempo no perturbara ni a jinete y caballo.

Sin embargo, los preparativos para la fiesta de las gemelas consumían la rutina diaria, y una Arudhita ansiosa por el acontecimiento que se avecina, la hacía engrandecer aún más ante la idea de que bajo su techo se celebraría uno de los pocos eventos que rara vez se producía en la comarca. Era como una celebración nacional, he incluso casi al mismo nivel de los Maharaníes. Asistirían mandos importantes. La crema de la crema británica militar, apostillados bajo su techo, disfrutarían de manejares para los más suculentos paladares, y beberían y festejarían la entrada en sociedad de las gemelas Yogananda.

                                                                               ***

Una vez que terminó las clases, Navani he Indira se fueron hablando de sus increíbles atuendos para la ocasión. Me senté sola y soñé con cualquier cosa menos con su fiesta. Soñando con nuestro próximo encuentro.

Y desde aquella noche en los brazos de Devdas, en las noches, ya no estaba sola. Cualquier tiempo que tuviéramos, ya fueran horas o solo minutos, Devdas y yo nos reunimos en la gruta y simplemente nos permitimos ser libres en los brazos de cada uno.

Habíamos llevado y ocultado allí abajo; mantas, almohadones, comida y agua, nada de vino y la suave y antigua luz de la linterna de Devdas nos bañaba con el ámbar de su reflejo. Disfrutando esos momentos como los más románticos. Devdas era el amante que siempre quise tener en mi vida. Las noches a solas con él en esa cueva resplandeciente y embrujada eran nuestro paraíso secreto. Y cada encuentro era mejor que el anterior.

Anoche, por ejemplo, Devdas, mi adorable Devdas me quitaba pequeñas hojas primaveral perfectamente ovalada que tenía en mi cabello, después de hacerme el amor por segunda.

—Te contaré una historia—dijo, mirando la hoja. Descansando de costado y cubriendo su cuerpo masculino de increíbles proporciones con la manta, cubriéndolo hasta su cintura. Mientras se aseguraba de que mi cuerpo se mantuviera caliente pegado al suyo.

—Háblame del fantasma. ¿Quién era ella? —interrumpí

—Ah, el fantasma. Su nombre es Kumari.

—¿Era sirvienta o era parte de la familia?

Devdas hizo girar la hoja entre sus dedos, de atrás hacia adelante.

—No.

—Ella no era entonces parte de la familia ni una sirvienta.

—No podría decirte exactamente de dónde vino, tal vez no sea mi historia contártela. Pero siempre escuché que la joven Kumari luego convertida aparentemente en bruja, era la joven más linda de la zona... que su familia arregló que se casara con un hombre veinte años mayor que ella... algo normal por aquí.

Lo miro con las cejas arqueadas. No podía creer tal atrocidad. Tan joven y obligada a casarse con un hombre mayor.

—¿Estaba enamorada de él? —Pregunté, esperanzada de que fuera verdad.

—Bueno, es algo difícil de decir. Debes saber que aquí, en este país decimos que, primero el matrimonio después del amor vendrá.

—Eso es terrible, Devdas. Yo no podía aceptar ese tipo de matrimonio.

—Lo sé querida, ahora lo sé bastante bien. El deseo de amar debe ser primero.

—¿No estás de acuerdo con eso? —Lo interrumpo, esperando que haya estado de acuerdo.

—Por supuesto mi amor. Nunca podría estar contigo como estamos ahora si no estuviera enamorado de ti. Y te juro que te haré mi mujer. Pero debo decirte que, efectivamente, te siento como mi verdadera esposa. Sin embargo, me casaré frente a otras personas para hacer público mi amor y compromiso contigo por el resto de mi vida. Mientras haya una bocanada de aire en mi cuerpo, mi amor y mi alma te pertenecen, pase lo que pase. Soy tuyo querida y tú eres mía.

Y sin previo aviso, su mano acunó mi pecho debajo de la manta, besó mi cuello y me giró para mirarlo. La hojita quedó oprimida entre nuestros cuerpos; la caverna ardía de vida, todos los destellos de las paredes se transformaban en innumerables soles destellantes. Levanté un brazo alrededor del cuello de Devdas, haciendo que esa proximidad, nuestro beso se sintiera más profundo y duradero.

Cuando abrí los ojos lo miré, Devdas me estaba mirando fijamente, con la mandíbula apretada y el rostro enmascarado por sombras.

— ¿Eres feliz? Aunque sé que lo eres, dímelo.                                                                

Coloqué mis brazos alrededor de su cuello abrasándolo hasta que mi corazón latió en su corazón. Aun así, no dije nada.                                                                                                                    

Él me susurró al oído:                                                                                                                        

—Dime que eres feliz.                                                                                                    

—Soy feliz.                                                                                                                             

—Dilo otra vez.                                                                                                                  

—Soy feliz.

Me dedicó una mirada cálida,

—Casi todo lo que quiero, lo tengo aquí. Soy feliz así, pero te daré más.

  Asentí con la cabeza.

—Mientras estemos juntos, seremos felices.   

En los ojos de mi mente, había una felicidad resplandeciente e infinita, un paraíso cálido y reluciente junto a él.




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