El Que No Pude Tener

Capítulo Treinta y Siete

Arudhita lo rodeó con sus brazos y acercó sus labios a los de él.

Los dedos de Bradma acariciaban su espalda, besaban su cuello y volvían a sus labios.

—Esta noche, —le dijo, —estaré libre hasta la media noche.

Bradma asintió, contento de oír eso. La giró hasta colocarla boca arriba y cuando el, la tuvo debajo, metió la mano por debajo de su falda, acariciando la piel sedosa de su pierna, lentamente, pero sin pausa, la mano experta de él, acariciaba la piel y cuando llego a la zona interna de su muslo. Notó la tensión de ella bajo su mano. Arudhita soltó un ruido ahogado desde su garganta. Se sentía excitada y él lo sabía. En tan poco tiempo, había llegado a conocer su cuerpo como la palma de su propia mano. Su zona más sensible, el pequeño lunar en la ingle derecha…

***

—Estoy algo sorprendida por el cambio de actitud, de Arudhita. ¿No lo has notado?

—No he notado nada, fuera de no normal. Arudhita es una mujer segura de sí misma, confidente, la mujer de mi hermano y la señora De Dhama Veda. Yo creo que el estar casada y con las responsabilidades que conlleva dirigir tan enorme casa, habrá calmado su ideología de mandona. Ya sabes como de perfeccionista puede llegar a ser. —comentó Bradma mientras caminaba hacia la pequeña cocina cargando a Rania, donde Priya audazmente molía semillas.

La propiedad que su hermano generosamente les había cedido para comenzar su nueva vida como hombre casado y padre.

Para Kamal, la familia lo era todo y tener a su hermano con ellos no repercutía en absoluto la vivencia del día a día en De Dhama Veda, sino todo lo contrario, Le aportaba la seguridad de que su familia estarían protegidas y bien cuidados en su ausencia.

—No puedes negar, que te has fijado en la actitud de Arudhita, casi al mínimo detalle. —añadió ella, frunciendo el ceño.

Su pregunta fue mas un cumplido hacia su cunada, pero era claro que su marido la estimaba, y bastante.

—Vamos, Priya. ¿No estarás celosa de ella?, ¿verdad? Llegará el día en que tendrás tu propia casa y la podrás manejar como mas te guste. —dijo Bradma, no muy seguro de que ese día llegase en un futuro cercano.

Desde que su esposa y la pequeña Rania hubieran regresado de una larga estancia en casa de sus suegros. Los encuentros entre su cuñada y él, habían sido esporádicos y demasiado breves para el gusto de ellos.

La añoraba, Anhelaba tocarla, tenerla entre sus brazos. Sobre todo, parte de su cuerpo la necesitaba con frenesí… Pasión que su mujer, aplacaba en las noches que más se acordaba de Arudhita.

Priya, asumía que Bradma era un hombre enamorado y bastante apasionado en la alcoba… parecía no saciarse.

Pequeño detalle que ella ignoraba sobre la lujuriosa pasión que Bradma demandaba en ella, sin dejar de pensar en su cuñada. Arudhita, su verdadero amor. La mujer que lo comprendía. La única mujer que deseaba tener cada noche entre sus brazos.

—No puedo espera a que caiga la tarde. —dijo Priya. —Estará muy animada y hay tanto aun por hacer.

—No te preocupes, mujer. Ya veraz que todo sale a la perfección.

El, tampoco podía esperar a que cayera la tarde, la oscuridad de la noche siempre había sido el manto de los cubría, haciendo posible beso y caricias entre las sombras de los jardines.

Tenía que verla. Necesitaba tocarla. Ya le resultaba bastante perturbador el verla cada día y no poder tenerla. He incluso el conformismo en los brazos de Priya para saciar la ausencia de su amante, parecía cada vez menos deseable.

Priya era la mujer que no amaba. He incluso llegando a la conclusión de que nunca llegaría amarla. No negaba la afección hacia ella por darle una hija sana. Su docilidad como mujer y su saber estar.

Pero esos cimientos no eran pillares fuertes para su matrimonio. Quizás por egoísmo o dejándose llevar por sus propios deseos, había relegado a su mujer en un segundo lugar, Y eso lo frustraba, ya que la utilizaba para sus desahogos lujuriosos.

***

ARUDHITA YOGANANDA VACILÓ ENTRE PASAR más tiempo en su cama, recostada plácidamente, o bajar y pretender que toda su vida y vivencia era perfecta.

Añorar a Bradma en los brazos de Kamal, se le hacía eterno y difícil de asimilar. Pretendiendo y fingir una pasión con hombre con quien se había casado por vida.

A regañadientes Arudhita se bajó de la cama. Delante del espejo de cuerpo entero respiró hondo. Cerró los ojos por un momento y los volvió abrir.

Seré un día más la magnífica Arudhita Yogananda. La hermosa mujer he impecable, como me conocen. —dijo a la imagen que le devolvía el espejo.

***

La brisa de la ya avanzada tarde, se filtraba por los grandes ventanales de los salones. Los preparativos para esta importante festividad se seguían religiosamente.

La misma Arudhita se había cerciorado de que la limpieza a fondo se había llevado a cabo como ella deseaba. Era tradición purificar el interior del hogar para crear un ambiente propicio para atraer la abundancia y la prosperidad que Lakshmi representaba.

Quince minutos para las ocho de la tarde se encendían las lámparas de pie de aceite en el patio interior. El olor a incienso de Sándalo inundaba el ambiente. La fragancia de la Lavanda creaba una atmosfera relajante. Invitaba a intimidad. Y eso era lo que los amantes anhelaban tener.

La gran figura de la diosa Laskhmi en madera, majestuosamente labrada, pintada y decorada, se veía abrumadoramente hermosa. Los Yogananda eran seguidores aferro de esta diosa india.

Luciendo más imponente una vez más. Con un vestido rojo y sentada sobre un loto. Sostenía en sus cuatro brazos capullos de loto y monedas de oro en cascada. Sus cuatro manos representan los cuatro fines de la vida humana: dharma o rectitud, kama o deseos, artha o riqueza, y moksha, liberación del ciclo de nacimiento y muerte.

Para Arudhita, era toda una tradición el abrir la acristalada puerta hacia estrecha y algo profunda habitación, donde compartía en la más rígida intimidad, todos sus deseos con la diosa pagana, antes de permitir que Sunitta con ayuda de otras sirvientas encendieran los casi cien velas.




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